Bruselas: La cuidad de la artes

Bruselas
Bruselas, la capital de Bélgica y de la Unión Europea está llena de sutilezas. Pocos llegan a conocerla bien y a disfrutarla al máximo, aunque siempre sorprende con sus tesoros artísticos y deliciosa cocina. Después de un idílico viaje a París, me costó trabajo convencer a mi hija de que la visitáramos. “¿Por qué ahí? ¿No es muy aburrida!?”, dijo. No obstante, cuando terminamos el recorrido, ¡quedó encantada! Así que si te gusta la historia, comer como reina y eres amante de la arquitectura y el diseño, este sitio se robará tu corazón.

Para que no te pierdas ninguno de sus secretos aquí te comparto el mejor plan, basado en mi última travesía, con el que pasarás tres días fantásticos. Y si estás en París, Londres o Ámsterdam, mucho mejor, porque Bruselas queda a sólo un paso de allí.

Palacio de justicia, palacio municipal.

Día 1

Si te encuentras en París, toma el tren de alta velocidad a Bruselas (harás apenas dos horas) y hospédate en el muy céntrico hotel Le Meridien Brussels. Otras alternativas recomendables son Warwick Brussels Grand Place y Rocco Forte Hotel Amigo. Mi hija y yo partimos a las 9:00 y a las 11:00 horas ya estábamos en el corazón de la vieja Bruselas y en la Grand’Place, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, un lugar que Jean Cocteau llamó “el teatro más bonito del mundo”. Esta plaza es una maravilla arquitectónica fundada a finales del siglo XI. De día es bella y de noche (en especial en diciembre, con divinas proyecciones navideñas sobre sus centenarios edificios) ¡resulta mágica!

Apoyándote en un mapa y un guía de turistas, admira las grandiosas fachadas históricas, entre ellas la del Ayuntamiento y la de la Maison du Cygne (Casa del Cisne), que data del siglo XVII y fue una taberna en la que el mismo Karl Marx bebió cerveza y hoy es un hermoso restaurante. Muchos legendarios edificios en los alrededores fueron construidos por sindicatos de obreros; el Cygne, por ejemplo, era de los carniceros, y Le Roy d’Espagne, ahora restaurante, perteneció a los panaderos. Estoy segura de que te regodearás con sus estupendas fachadas y ¡edificios tan estrechos que parecen trocitos de cemento!

Más tarde, te recomiendo caminar por las calles adyacentes. Entra en las tiendas y cafés de las elegantes Galerías Saint Hubert, un mall bajo techo de 1847, donde solían comprar reyes y reinas. No olvides visitar la escultura de 1619 del diminuto Manneken Pis (un niño desnudo haciendo pipí que a veces está vestido, pues tiene un extenso guardarropa que le han obsequiado de todos los rincones del planeta), el cual representa el espíritu irreverente de la ciudad. En la zona además hallarás edificios art nouveau como Le Falstaff, (situado en Rue Henri Maus 19) con cocina belga. Recuerdo que mi hija y yo recorrimos la Rue des Bouchers, una monísima callecita llena de restaurantes, abierta día y noche, y comimos en Chez Léon, ¡que data de 1893!; ahí degustamos mejillones típicos de la ciudad, servidos con ajos estilo escargot, papas fritas y endivias (¡nunca he probado mejillones tan frescos y sabrosos como en Bruselas!). Al caer la tarde compramos infinidad de cajas de chocolates, cristal de Val San Lambert, manteles, y un precioso traje de bautismo de algodón y encajes para una amiga de mi hija. Volvimos esa noche a la Grand’Place, con música clásica audible desde los altoparlantes y, por supuesto, disfrutamos en una atmósfera divina de una exquisita sopa de cebolla, salchichas y quesos en Le Roy d’Espagne, en un edificio de 1697, donde conviven cientos de marcas de la excelente cerveza belga.
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Día 2

Temprano por la mañana, toma un tour de hora y media, Hop-On Hop-Off. Igual que nosotras, permanece en el transporte para admirar los barrios de Bruselas. Verás la Catedral, infinidad de preciosos parques, la zona moderna con los edificios de la Unión Europea, la enorme “Atomium”, una escultura construida para la Exposición Universal de 1958 (especie de molécula atómica agrandada 165 millones de veces); el Castillo Real de Laeken, ¡donde vivió Napoleón cuando invadió el país, y firmó la declaración de guerra a Rusia!, hoy residencia de los reyes belgas, Felipe y Matilde, y sus hijos. Al final del recorrido quédate en la Place du Grand Sablon, donde los sábados hay un gran mercado de antigüedades, y descubre la Eglise du Notre Dame, sus tienditas, galerías de arte con infinidad de obras de artistas jóvenes muy cool, y restaurantes como el moderno y chic Lola, igual que otros en la calle adoquinada Rue de Rollebeek. Almuerza en L’Entrée des artistes (42 place du Grand Sablon), otra brasserie llena de fotos de celebridades y donde hacen deliciosas croquetas de camarones; y después visita las chocolaterías más famosas, como Pierre Marcolini (muy minimalista), Godiva y Wittamer.

De allí camina al Musée d’Art Moderne, al Oldmasters Musée, y cierra con broche de oro en el Musée Magritte, maravilloso y con más de 250 obras del icónico pintor, uno de mis favoritos. Estos recintos culturales son parte de los seis museos que integran los Reales Museos de Bellas Artes (Royal Museums of Fine Arts) de Bélgica y se encuentran en la misma zona. ¡Un día largo y muy completo! Por la noche cena de nuevo mejillones en la muy agradable brasserie Aux Armes de Bruxelles (13, Rue des Bouchers, fundada en 1921) y regresa a la Grand’Place para escuchar música y ver pasar el mundo.
Jardín Botánico, Atomium, Palacio de Laeken, brasserie, obra de Mussé Magritte.

Día 3

No te pierdas el bello Musée Horta, la casa-estudio del arquitecto Victor Horta (1861-1947), creador del art nouveau. Y después del almuerzo en la Taverne du Passage, una brasserie art déco en Galerías Saint Hubert, come pescado a la plancha y de postre un gaufre de chocolate y crema en el cercano cafecito Aux Gaufres de Bruxelles. Nunca olvidaré que nuestra última tarde unos amigos nos llevaron al campo de la Batalla de Waterloo (ocurrida en 1815, cuando 350,000 hombres de siete naciones libraron una batalla decisiva y Napoleón Bonaparte fue derrotado por el duque de Wellington). ¡Una visita que los amantes de la historia y las guerras disfrutarán! Esa noche cenamos en Comme Chez Soi, gourmet, muy famoso y con dos estrellas Michelin, ¡aunque en realidad habría preferido unos simples mejillones con vino, papas fritas y un gaufre con chocolate y nata!

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¿Tienes otro día?

Visita la bella ciudad de Brujas, rodeada de canales, donde sin duda te transportarás a otros siglos. Situada a 95 km (58 millas) de Bruselas, hay trenes que te llevan allí en hora y media o excursiones guiadas.

Los grandes placeres en Bruselas

WAFFLES Y GAUFRES

Estos ricos dulces belgas que podrás encontrar en cada esquina se diferencian en que el waffle, originario de Bruselas, tiene una masa más ligera y suave, mientras el gaufre, más sabroso, viene de Lieja y es más denso y dulce. Ambos son cubiertos con fresas, jarabe de chocolate o lo que más te guste.

Waffles

El neerlandés flamenco es el idioma más común en el país: 60% de los belgas de Flandes, sobre todo en el norte, lo hablan. Le sigue la lengua francesa, adoptada por 38% de la población; además, en una pequeña zona adyacente a la frontera con Alemania, se puede escuchar el alemán.

Por: Mari Rodríguez Ichaso /Foto: Cortesía
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