Para que no te pierdas ninguno de sus secretos aquí te comparto el mejor plan, basado en mi última travesía, con el que pasarás tres días fantásticos. Y si estás en París, Londres o Ámsterdam, mucho mejor, porque Bruselas queda a sólo un paso de allí.
Día 1
Si te encuentras en París, toma el tren de alta velocidad a Bruselas (harás apenas dos horas) y hospédate en el muy céntrico hotel Le Meridien Brussels. Otras alternativas recomendables son Warwick Brussels Grand Place y Rocco Forte Hotel Amigo. Mi hija y yo partimos a las 9:00 y a las 11:00 horas ya estábamos en el corazón de la vieja Bruselas y en la Grand’Place, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, un lugar que Jean Cocteau llamó “el teatro más bonito del mundo”. Esta plaza es una maravilla arquitectónica fundada a finales del siglo XI. De día es bella y de noche (en especial en diciembre, con divinas proyecciones navideñas sobre sus centenarios edificios) ¡resulta mágica!
Apoyándote en un mapa y un guía de turistas, admira las grandiosas fachadas históricas, entre ellas la del Ayuntamiento y la de la Maison du Cygne (Casa del Cisne), que data del siglo XVII y fue una taberna en la que el mismo Karl Marx bebió cerveza y hoy es un hermoso restaurante. Muchos legendarios edificios en los alrededores fueron construidos por sindicatos de obreros; el Cygne, por ejemplo, era de los carniceros, y Le Roy d’Espagne, ahora restaurante, perteneció a los panaderos. Estoy segura de que te regodearás con sus estupendas fachadas y ¡edificios tan estrechos que parecen trocitos de cemento!
Día 2
Temprano por la mañana, toma un tour de hora y media, Hop-On Hop-Off. Igual que nosotras, permanece en el transporte para admirar los barrios de Bruselas. Verás la Catedral, infinidad de preciosos parques, la zona moderna con los edificios de la Unión Europea, la enorme “Atomium”, una escultura construida para la Exposición Universal de 1958 (especie de molécula atómica agrandada 165 millones de veces); el Castillo Real de Laeken, ¡donde vivió Napoleón cuando invadió el país, y firmó la declaración de guerra a Rusia!, hoy residencia de los reyes belgas, Felipe y Matilde, y sus hijos. Al final del recorrido quédate en la Place du Grand Sablon, donde los sábados hay un gran mercado de antigüedades, y descubre la Eglise du Notre Dame, sus tienditas, galerías de arte con infinidad de obras de artistas jóvenes muy cool, y restaurantes como el moderno y chic Lola, igual que otros en la calle adoquinada Rue de Rollebeek. Almuerza en L’Entrée des artistes (42 place du Grand Sablon), otra brasserie llena de fotos de celebridades y donde hacen deliciosas croquetas de camarones; y después visita las chocolaterías más famosas, como Pierre Marcolini (muy minimalista), Godiva y Wittamer.
Día 3
No te pierdas el bello Musée Horta, la casa-estudio del arquitecto Victor Horta (1861-1947), creador del art nouveau. Y después del almuerzo en la Taverne du Passage, una brasserie art déco en Galerías Saint Hubert, come pescado a la plancha y de postre un gaufre de chocolate y crema en el cercano cafecito Aux Gaufres de Bruxelles. Nunca olvidaré que nuestra última tarde unos amigos nos llevaron al campo de la Batalla de Waterloo (ocurrida en 1815, cuando 350,000 hombres de siete naciones libraron una batalla decisiva y Napoleón Bonaparte fue derrotado por el duque de Wellington). ¡Una visita que los amantes de la historia y las guerras disfrutarán! Esa noche cenamos en Comme Chez Soi, gourmet, muy famoso y con dos estrellas Michelin, ¡aunque en realidad habría preferido unos simples mejillones con vino, papas fritas y un gaufre con chocolate y nata!
¿Tienes otro día?
Visita la bella ciudad de Brujas, rodeada de canales, donde sin duda te transportarás a otros siglos. Situada a 95 km (58 millas) de Bruselas, hay trenes que te llevan allí en hora y media o excursiones guiadas.
Los grandes placeres en Bruselas
WAFFLES Y GAUFRES
Estos ricos dulces belgas que podrás encontrar en cada esquina se diferencian en que el waffle, originario de Bruselas, tiene una masa más ligera y suave, mientras el gaufre, más sabroso, viene de Lieja y es más denso y dulce. Ambos son cubiertos con fresas, jarabe de chocolate o lo que más te guste.
El neerlandés flamenco es el idioma más común en el país: 60% de los belgas de Flandes, sobre todo en el norte, lo hablan. Le sigue la lengua francesa, adoptada por 38% de la población; además, en una pequeña zona adyacente a la frontera con Alemania, se puede escuchar el alemán.