El bellísimo País Vasco

El bellísimo País Vasco

Disfruta los divinos paisajes de la bahía de San Sebastián, las playas de La Concha y Ondarreta...

Regresar a lugares que nos han gustado mucho ?y “caminar sobre nuestros pasos”? es una forma divina de viajar, y este recorrido de la costa vasca española y francesa fue tan maravilloso como la primera vez.

DÍA 1

Después de estar en Madrid, mi hija y yo tomamos un avión ¡de hélice!, que me asustó un poco cuando lo vi, pero es el ideal para aterrizar bien pegados al mar en el aeropuerto de San Sebastián, en Fuenterrabía. Un taxi pronto nos dejó en la puerta del clásico Hotel de Londres e Inglaterra y enseguida caminábamos por el lindo paseo que rodea la bahía de San Sebastián, y las playas de La Concha y Ondarreta. Este viaje era para seguir averiguando más de mis raíces y disfrutar de nuevo los bellos paisajes del País Vasco. Una combinación que recomiendo a los que quieren saber sobre sus antepasados.

Había sol de invierno en San Sebastián y media ciudad estaba en el paseo de La Concha, donde sus farolas blancas crean una imagen romántica y Belle Epoque, de cuando los reyes veraneaban allí y la ciudad vivía su momento de mayor elegancia.

Caminando me encontré con el edificio de 1929 (¡parece un barco moderno!) del Club Náutico, que conocí en las novelitas de María Teresa Sesé (una autora vasca que le hacía competencia a Corín Tellado y cuyas novelas tenían lugar en el Náutico y las salas de fiestas de La Concha y Ondarreta). Después caminamos por el “casco viejo”, donde almorzamos pintxos en el Bar La Cepa (divinas tapas vascas, calientes y frías) y vimos la Plaza de la Constitución, la barroca Iglesia de Santa María del Coro y de San Vicente, y después el Museo de San Telmo, en un monasterio del siglo XVI.

¡Un primer día encantador! Esa noche volvimos al “casco viejo” a comer en Casa Tiburcio.

DÍA 2

Alquilamos un auto en Alamo, que nos dio excelente precio por uno automático “estaba más caro en otras compañías”, y enfilamos hacia Francia. Las carreteras son seguras, bien marcadas y la autopista de peaje A8 nos llevó a Francia. Nos fascinó el verde paisaje y los caseríos vascos, rodeados de ovejitas, que parecen estar en equilibrio en las laderas de las empinadas montañas. En media hora llegamos a Biarritz, balneario favorito de la aristocracia a finales del siglo XIX, donde visitamos el divino Hôtel Du Palais, que era el palacio de verano de los emperadores Napoleón III y la española Eugenia de Montijo.

Entramos en el hotel, bajamos a la piscina y caminamos a lo largo de la playa de Biarritz, con sus enormes rocas. Tomamos un refresco en la terraza, ¡como probablemente hiciera la bella Eugenia junto a su corte!, y pronto seguimos el viaje en dirección Oeste, llegando en pocos minutos al pueblito costero de St. Jean-de-Luz, cuyo “centro viejo” tiene una arquitectura típica vasca de casas blancas con balco-nes rojos o verdes. Almorzamos en La Portua. Nos sentamos en el muro de la playa y caminamos por la peatonal Rue Gambetta, donde visitamos la preciosa iglesia Saint- Jean-Baptiste, donde se casó Luis XIV con una Infanta española y visitamos infinidad de boutiques y tiendas gourmet deliciosas, además de la fabulosa tiendecita de espadrilles Nicole Paries en el número 52, y de comprar mantelería típica vasca en rojo y verde. ¡Un encanto de lugar!

El regreso a España: por la costa a Fuenterrabía (u Hondarribia) un bello pueblo de pescadores. Subimos al Castillo de Carlos V, hoy Parador Nacional El Emperador yuno de los más bellos de España. Tomamos un café y descendimos a los pueblitos pesqueros Pasajes de San Pedro y Pasajes de San Juan, donde las casitas de colores parecen “de juguete” y vivió Víctor Hugo en 1846. En solo minutoregresamos a San Sebastián, y siguiendo letreros subimos al Monte Igueldo, de donde la vista de la bahía en la puesta del sol es preciosa. Esa noche cenamos en el famoso Arzak, uno de los templos gastronómicos del mundo.

DÍA 3

Fuimos a los archivos de Durango para investigar sobre mis antepasados. Después subimos a la costa, por las montañas, pasando por Guernica, bombardeada durante la Guerra Civil, inspirando el famoso cuadro de Picasso. Los vascos son uno de los más antiguos grupos étnicos de Europa y no se conoce su verdadero origen, ni el de su difícil lengua “euskera”, muy distinta al español. De Guernica fuimos al pueblito de pescadores de Lekeitio, donde almorzamos en un bar y después tomamos la carretera costera, junto a la ladera de las montañas, mientras vimos las flotas de barcos pesqueros, en colores brillantes, salir y entrar de los puertos. Pasamos junto a Ondárrea, Motrico, Zumaya (donde paramos en la casa museo del famoso pintor Ignacio Zuloaga), Guetaria, la playa de Zarauz y de allí a San Sebastián.

DÍA 4

Me encanta ver amanecer y observar cómo cambia de colores la bahía de San Sesbatián desde mi cuarto. Temprano cono- cimos la zona comercial y la catedral del Buen Pastor y, antes de irnos a Bilbao, condujimos a las impresionantes esculturas del artista vasco Eduardo Chillida, que se llaman El peine de los vientos, pues en realidad parecen “peinar los vientos” que entran del mar hacia la bahía. En apenas 1 hora y media llegamos a Bilbao. Nos hospedamos en el elegante Hotel Carlton, devolvimos el auto y comenzamos a recorrer la ciudad. A las 3 pm estábamos almorzando como princesas en Victor, en el “casco viejo”, con sus 5 calles llenas de bares, restaurantes y tiendas, incluyendo una que solo vende bacalao.
Esa noche cenamos en Guría.

DÍA 5

Visita al Museo de Bellas Artes y al Museo Guggenheim; este último, obra del arquitecto Frank Gehry, ha dado nueva vida a la zona. Esa noche cena por todo lo alto en Etxanobe, uno de los mejores restaurantes de España, donde el chef Fernando Canales tiene una Estrella Michelin.

Si tienen un día más...

En 45 minutos ?vía Munguía? vayan a Bermeo, un pueblo de pescadores, con casitas blancas y tejados rojos. De Bermeo, recorriendo la costa hacia Bilbao, curvando la montaña y con bellos paisajes, como una iglesia románica en una solitaria islita en medio del mar. Después, vayan a los pueblitos de Plentzia, Getxo, y los lujosos palacetes junto al mar de los pueblos de Algorta, Neguri y Las Arenas. ¡Precioso!

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