Los trastornos mentales son uno de los problemas de salud pública más graves a nivel mundial, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. No sólo son la principal causa de discapacidad laboral, sino que su incidencia también se ha disparado dramáticamente en las últimas décadas.
Las mujeres que deben lidiar con enfermedades mentales no diagnosticadas son menos felices, productivas y plenas en sus relaciones interpersonales, y esto puede tener efectos desastrosos de por vida.
Parte del problema es que la mayoría de las mujeres no conocen las consecuencias de no tratar a tiempo estos padecimientos, tampoco saben identificar señales de alerta y desconocen los factores de autocuidado más importantes para proteger su salud emocional.
Salud mental: señales de alerta
Los padecimientos mentales más comunes son más fáciles de superar cuando se detectan a tiempo, pero los síntomas no siempre son fáciles de identificar, especialmente en una época en la que estamos cada vez más distraídas y desconectadas de nuestro cuerpo y de nuestras emociones por el uso constante de la tecnología. Pon mucha atención a los siguientes signos:
1) Somatización: Pueden aparecer o agravarse los dolores de cabeza, los problemas digestivos y la rigidez muscular, entre otras cosas. Es necesario acudir con un médico para que descarte posibles causas fisiológicas, pero si el diagnóstico es “exceso de estrés” o similar, significa que no estamos procesando correctamente nuestras emociones.
2) Cambios en el estado de ánimo: Comenzar a enojarnos por todo y descubrirnos tomando acciones mucho más impulsivas, que a larga son perjudiciales, es una señal de que nuestro cuerpo está en constante estado de “ataque” porque percibe una amenaza continua que puede ser psicológica. El otro extremo también es una bandera roja: sentir que nada nos afecta y estar “anestesiadas”, incluso en momentos en los que lo lógico sería ponernos furiosas o tristes.
3) Dificultades cognitivas: Las más comunes son los olvidos frecuentes y la incapacidad para concentrarnos. Cuando no hay un problema fisiológico de fondo, la distracción suele deberse a que tenemos la mente ocupada pensando en las cosas que nos dan ansiedad, y no en el aquí y el ahora.
4) Problemas de sueño: La mayoría de las personas asocia la depresión con dormir demasiado, pero el insomnio puede ser un indicador de enfermedades mentales, y, por si fuera poco, es una condición que retroalimenta el problema, porque mientras menos descansemos, más irritables y nerviosas estaremos.
5) Dependencia: Ésta puede generarse hacia una sustancia, una actividad o incluso a una persona, por ejemplo el alcohol, el juego, la comida, las redes sociales, etc. Somos dependientes cuando ya no podemos ser funcionales sin este elemento externo. Las adicciones son el extremo de la dependencia y se consideran una enfermedad en sí mismas, pero cuando comienzan a desarrollarse es frecuente que sean un síntoma de otro tipo de problema mental.
6) Anhedonia: Este término se refiere a cuando perdemos el gusto por hacer las cosas que antes nos generaban placer. Es normal que un pasatiempo o ciertos círculos sociales dejen de llamarnos la atención a medida que cambian nuestros intereses, pero no que todos los posibles planes de fin de semana nos parezcan tediosos o nos generen ansiedad.
7) Pensamientos violentos: Todas hemos llegado a tener fantasías violentas cuando estamos enojadas, pero la recurrencia de pensamientos que implican dañar a los demás o dañarnos a nosotras mismos es un claro indicador de que tenemos emociones bloqueadas que están buscando desesperadamente la manera de expresarse.
8) Problemas de autoestima: Principalmente, debemos poner atención a emociones como la culpa y la vergüenza constantes, porque son completamente disfuncionales cuando las cargamos todo el tiempo y respecto a cosas que no están bajo nuestro control o que no son nuestra responsabilidad.
La salud mental no sólo se cuida con dieta, ejercicio y meditación: tenemos que aprender a nutrir relaciones interpersonales sanas y a dejar ir relaciones tóxicas (sean románticas, familiares o laborales). Vivir con culpa o vergüenza constantes es uno de los factores de riesgo con más peso en las enfermedades mentales, por eso fortalecer nuestra autoestima también es cuidar nuestra salud emocional.