Camilla de Cornualles, esposa del príncipe Carlos, no es ajena a escándalos familiares, sino todo lo contrario, como dice el refrán “de casta le viene al galgo”.
Y es que la historia de su bisabuela, una famosa cortesana (más lanzada y atrevida que su bisnieta) llamada Alice Keppel, es la de una sexy y ambiciosa mujer del siglo XIX que vivía sin miedo.
Mientras Carlos de Gales celebraba sus 70 años con múltiples actos de cariño en el Reino Unido, el departamento de prensa y protocolo del Palacio de Buckingham trabajaba horas extra para callar nuevos reportes sobre la bisabuela de la duquesa de Cornualles.
Y es que el hecho de que las celebraciones de Carlos coincidieran con las de los 100 años del final de la Primera Guerra Mundial, fue pretexto para que noticias relacionadas con este conflicto y con la bisabuela de Camilla vieran la luz.
"¿De qué se trata esto?” se preguntarán. Pues resulta que el escándalo que envuelve a la esposa de Carlos es un asunto viejísimo.
Alice Keppel, la incómoda bisabuela de Camilla
Hablamos de que son revelaciones sobre la vida de Alice Keppel, la bella cortesana que fue la amante favorita del rey Eduardo VII y cuyo nombre se ha vuelto a ver en titulares por su supuesta actividad como espía en la entonces llamada “Gran Guerra”.
Flirteo histórico
Cuando Camilla Rosemary Shand conoció a Carlos en 1970 se encontraban en un campo de polo.
Sin pena, la joven se acercó al príncipe y le dijo:“¿Mi bisabuela, Alice Keppel, fue amante de su tatarabuelo, ¿lo sabía?”.
Dicen que ahí saltó la chispa de atracción entre los dos jóvenes, ya que a Carlos le fascinó la irreverencia de esa chica que le hablaba burlona y coqueta.
Por supuesto, lo que pasó después entre ellos es del dominio público.
Pero lo que nos concierne ahora es que esa frase con la que Camilla rompió el hielo es cierta: su bisabuela era la amante favorita de Eduardo VII aún antes de que él ascendiera al trono.
Alguna vez, la mujer más popular del reino, durante años, su nombre dejó de mencionarse, pero ahora resurge y muchos jóvenes de la familia real acaban de enterarse a detalle de quién fue Alice Keppel.
Una mujer como pocas
Impulsiva, sexy y dominante, Alice Frederica Edmonstone es más conocida como Alice Keppel, apellido que obtuvo tras su matrimonio con el teniente coronel George Keppel (arruinado hijo menor del séptimo conde de Albemarle), con quien tuvo dos hijas.
Alice era guapísima. Los retratos de la época muestran los ojos de una mujer fuerte que, siendo hija de un aristócrata menor y sin fortuna, supo usar su atractivo para escalar en la sociedad inglesa.
Fue así que llegó a la fortuna y a la cama del entonces príncipe heredero Alberto Eduardo de Gales, quien en 1901 se convirtió en rey del Reino Unido, de Gran Bretaña e Irlanda y emperador de India hasta su muerte en 1910.
Y nace el amor
Eduardo conoció a Alice en una fiesta en 1898. Él tenía 56 años y ella 29. La diferencia de edad y que ambos eran casados no impidió que en un par de semanas Alice se convirtiera en su amante favorita.
El heredero de la reina Victoria (y tatarabuelo del príncipe Carlos) estaba casado con la princesa Alexandra de Dinamarca y no ascendió al trono hasta los 60 años (como le sucede ahora a Carlos que a, los 70, ‘continúa esperando’), cuando murió su legendaria madre.
Conocido como libertino y fiestero, era famoso por tener amantes, de entre las cuales estaba Alice Keppel; su romance duró 12 años.
Camilla ha asegurado que Alice fue el gran amor del rey, pues él solicitó verla, “sólo a ella”, en su lecho de muerte.
Dicha petición, que realizó antes de morir, tuvo que ser cumplida por su esposa.
Se dice que la reina cerró los ojos cuando Alice entró “gritando histéricamente” en la habitación de Eduardo VII y le abrazó entre lágrimas.
“El amor está muy bien, pero el dinero es mejor”. –Alice Keppel
Los días sin el rey
Alice mostraba sin tapujos su relación con el monarca. Pero ése no fue el mayor escándalo en el que estuvo involucrada.
Años más tarde fue acusada de haber sido espía de Alemania en Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial.
Una señalización directa, realizada en 1918 (ocho años después de la muerte del rey, cuando nadie podía protegerla de la antipatía que le mostraba el hijo de Eduardo, Jorge V) fue la punta de un iceberg de indiscreciones.
Mientras mantuvo su amorío con Eduardo, Alice disfrutó tanta autoridad y privilegios como la propia reina.
Pero al morir él fue vetada por la casa real. Se le prohibió la entrada al Palacio de Buckingham, se le cortó la entrada de dinero que recibía y los amigos del rey le dieron la espalda.
Y como ella estaba acostumbrada a vivir como reina, no iba a dejar su mansión en el elegante barrio de Mayfair...
¿Qué hizo?
Así que buscó protección (y dinero) en los brazos de dos aristócratas: Lord Alington y Lord Stavordale, que estaban encantados de tener relaciones con quien había sido la favorita del rey.
Aún así, su vida no volvió a ser la misma.
Los diarios hablaban sin respeto de quien antes de la muerte del rey Eduardo, nadie se atrevía a criticar.
De la noche a la mañana los Keppel (esposo George y sus hijas Sonia y Violeta) comenzaron a ser mal vistos por la sociedad inglesa y dejaron de ser invitados a las fiestas donde antes su asistencia era deseada.
¿Lo más curioso? George Keppel siempre toleró los romances de su mujer con otros hombres.
Algo que ocurre a menudo en matrimonios ingleses de la burguesía como pudimos ver después en Andrew Parker Bowles, el exesposo de Camilla, quien atestiguó el largo affair de su mujer con el príncipe Carlos.
¿Una espía gay?
El patriotismo y el sentimiento antialemán que existía en Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial hizo que el rey Jorge V renunciara a sus apellidos alemanes.
Así, la casa Sajonia-Coburgo y Gotha se convirtió en la casa Windsor.
Y en medio de esa atmósfera llena de antagonismos y sospechas, Alice Keppel, de apellido holandés, comenzó a ser señalada por tener un nombre que “sonaba germánico”.
Pronto cayó en la mira de quienes buscaban traidores y cuando la revista sensacionalista The Imperialist escribió que espías alemanes se habían infiltrado a la aristocracia inglesa, fue calumniada enseguida.
El mismo medio, editado por Noel Pemberton Billing, uno de los miembros fundadores del Parlamento inglés, hizo una publicación...
La misma decía que existía un grupo de “lesbianas y homosexuales trabajando para los alemanes, que con sus enfermizos trucos sexuales engatusaron a personajes de la aristocracia para averiguar secretos”.
Hicieron una lista de 47 mil posibles espías gays y los chismes que surgieron causaron jugosos escándalos.
El colmo fue que dijeron, sin fundamentos, que Alice dirigía un complot. Su vida se volvió imposible.
Ya con 50 años y detestada a nivel público, se convirtió en una víctima de venganzas políticas contra la familia real.
Se inició un juicio en su contra y ella misma no se ponía las cosas fáciles: cada vez bebía más (murió de cirrosis hepática) y cuentan que hablaba demasiado y exageraba la verdad cuando estaba bebida.
Para los miembros de The Imperialist, eso y su conexión con el rey eran motivos perfectos para asegurar que “informaba secretos de Estado a personajes sospechosos”.
En el juicio salieron a la luz otros de su relación con el fallecido rey (a quien llamaba “Kingy” en la intimidad) y rumores sobre que su hija Sonia, abuela de Camilla, era hija de Eduardo VII.
Si esto fuera cierto, Carlos y Camilla serían primos terceros o cuartos, pero esto nunca ha sido confirmado.
Más problemas para Alice
Otro escándalo fue que su hija mayor Violeta y la escritora Vita Sackville-West se habían ido a vivir juntas, ya que eran amantes.
Esto indignaba a Alice, quien encontraba en esa relación un obstáculo más para limpiar su nombre.
Aunque en el juicio no resultó condenada, la sospecha de que había sido “una degenerada espía” no fue borrada de la opinión pública. Se retiró de la vida social en la que había sido tan influyente.
Vendió sus casas y se mudó a Italia, donde vivió hasta su muerte, el 11 de septiembre de 1947. Tenía 79 años. Ocho más de los que hoy tiene Camilla, quien siempre ha demostrado su admiración por ella.