La vida de María Antonia estuvo acompañada por la fatalidad y desde los 12 años se enteró que estaba destinada a ser reina de Francia porque sus padres, los Habsburgo, habían arreglado su matrimonio con el delfín de Francia y duque de Berry, Luis Augusto, quien después se convertiría en Luis XVI, el heredero de la monarquía francesa.
Desde temprana edad, su madre comenzó a refinar a la entonces Archiduquesa de Austria, para que se convirtiera en una digna princesa parisina. Luego, María Antonieta y Luis Augusto se casarían a los 14 y 15 años, respectivamente.
Ya casados, el sexo fue un gran problema en su relación, pues él no era capaz de consumar este deber marital, y así sucedió por 7 años, hasta que lograron engendrar a su primer hijo, una niña llamada María Teresa.
Esta incapacidad sexual fue causada por una fimosis, que consiste en una malformación en su miembro viril, pero no a raíz de brujería o hechizos, como se llegó a pensar.
Después, en 1789, su marido sería nombrado formalmente el nuevo monarca de los franceses, lo cual derivó en que María Antonieta se convirtiera en la nueva reina consorte de aquel país.
Aunque tenían personalidades muy diferentes, ambos se querían a su modo. Pero la timidez y debilidad del nuevo rey y los excesos de ella, fueron el precendente de la caída de la monarquía francesa y de su trágica muerte.
Luis XVI era muy diferente a la joven reina, pues ella fue una mujer hermosa, de cabello rubio, piel blanca y ojos azules, además de su buen porte y esbelta forma. Mientras que él era poco atractivo, robusto y le gustaba bastante comer y dormir.
María Antonieta era una gran fan del lujo, tenía gustos caros y era considerada una despilfarradora, ya que mientras Francia estaba sumida en la precariedad, ella ponía mucha atención a sus ostentosos vestidos, joyas y plumas o se entretenía en los juegos y la diversión.
Su personalidad superficial hizo que toda una nación llegara a culparla de la mala situación económica del país, pues tenía gran influencia en las decisiones gubernamentales del rey.
Estas circunstancias, aunadas al estallido de la Revolución Francesa y una crisis política, provocaron que Maria Antonieta y su esposo, junto a otro nobles, intentaran huir de París. Pero para su mala suerte, fueron detenidos.
La monarquía en Francia fue abolida el 21 de septiembre de 1792 y la familia real encarcelada en la torre del Temple. Mientras que el Tribunal Revolucionario la condenó a morir en la guillotina.
Desafortunadamente, en la mañana del 16 de octubre de 1793, más de 10 mil parisinos se dieron cita para presenciar el triste final de la reina. Para ese entonces, Luis XVI ya habría muerto meses atrás, también guillotinado.
El cuerpo de María Antonieta fue sepultado en una fosa común y mucho tiempo después fue recuperado para ser enterrado con un homenaje digno de una reina que perdió la vida a sus escasos 37 años de edad.