Mientras que Felipe VI seguía esta norma, Letizia Ortiz, con su espíritu rebelde, tomó una decisión que la separa de estas tradiciones, lo que afectó “su identidad” dentro de la realeza española.
La Casa Real Española ha sido testigo de numerosas tradiciones y reglas que rigen la vida de sus miembros, muchas de ellas establecidas desde el franquismo. Sin embargo, una de las más curiosas está relacionada con la numeración del Documento Nacional de Identidad (DNI), asignada a la Familia Real desde los tiempos de Francisco Franco.
En 1951, Francisco Franco introdujo el DNI en España y decidió asignarse a sí mismo el número 1, seguido de su esposa e hija con los números 2 y 3, respectivamente. Franco, en un gesto de poder y control, reservó los números del 10 al 99 para la familia Borbón. Desde entonces, la realidad ha conservado estos números como un símbolo de su linaje.
El número que se eliminó por superstición de las identificaciones de la realeza Española
El rey Juan Carlos se quedó con el número 10, la reina Sofía con el 11, la infanta Elena con el 12 y Felipe VI con el 15. Curiosamente, el número 13 se eliminó por motivos supersticiosos, una omisión que refleja la creencia en la mala suerte.
Sin embargo, Letizia Ortiz, desde que se unió a la familia real al casarse con Felipe en 2004, se ha negado a acatar algunas de las tradiciones más arraigadas. Uno de los ejemplos más significativos es su decisión de conservar su DNI original, el mismo número aleatorio que recibió al nacer, en lugar de adoptar un número reservado para la realeza.
Este gesto, aunque simbólico, revela mucho sobre su carácter. A pesar de haber tenido la oportunidad de cambiarlo al convertirse en princesa de Asturias, Letizia Ortiz decidió mantener su identidad plebeya, lo que la conecta de manera única con sus orígenes.
La reina Letizia siempre ha mostrado cierta resistencia a las convenciones de la monarquía. Su negativa a cambiar su DNI es solo una muestra de ello. Este rechazo a seguir ciertas tradiciones no ha tenido grandes repercusiones para ella, pero sí marca una clara diferencia en cómo aborda su papel dentro de la realeza, comparado con su esposo, Felipe VI, quien ha seguido las reglas impuestas por generaciones anteriores.