El universo de los royals europeos resulta toda una cuna de desencuentros y rivalidades, ya que muchas veces el hambre por conquistar el trono y tener el protagonismo ante las cámaras, hace que entre los miembros de las mismas Familias Reales surjan grandes discordias. Tal es el caso de las princesas Charlene y Carolina de Mónaco, quienes desde hace años mantienen una barrera de hostilidad entre ellas, puntualmente por una curiosa razón.
A diferencia de otros casos de enemistad real, en los que se desconoce exactamente el origen de las diferencias entre representantes de la Corona, en el caso de las rivales de Mónaco se tiene muy claro desde el momento exacto del desencuentro hasta varias de las causas que ocasionan la molestia entre ellas, siendo la principal el nacimiento de los mellizos Jaime y Gabriela en 2014.
Si bien, desde 2011, año de matrimonio entre Charlene y Alberto, existía un claro rechazo por parte de Carolina por recibir a un miembro sin “sangre azul” en su familia, este incrementó a la llegada de los mellizos, ya que con ellos se esfumó toda la posibilidad de que los descendientes de la hija mayor de Grace Kally ostentaran algún día la corona monaguesca.
¿Por qué se dice que Carolina de Mónaco quería ser reina?
Aficionada a la firma Chanel y adicta a llamar la atención, la princesa Carolina siempre tuvo el sueño de conquistar el reino de Mónaco, debido a que como ella es la primogénita del matrimonio del príncipe Rainiero III y Grace Kelly, existía la posibilidad de que el máximo mandato del principado llegara a recaer sobre ella, según la voluntad de su padre, quien habría hecho un dictado jurídico para eso sucediera tras su muerte, según recoge el diario ‘Le Monde’.
Sin embargo el dictado se condicionaba a una variable, Alberto II tenía que permanecer soltero, de otra manera él y su esposa asumirían el trono; y dicho y hecho, con el matrimonio de su hermano con Charlene se acabó la posibilidad de Carolina de reinar.
Además, cuando nacieron los mellizos, fue inevitable que la línea de sucesión de los Grimaldi sufriera ajustes y se recorrieran los puestos, haciendo que, por lo tanto, los cuatro hijos de Carolina vieran reducidas al mínimo sus posibilidades de portar la corona para seguir el legado royal de su madre y cumplir sus caprichosas voluntades, tal y como siempre había sucedido hasta la llegada de Charlene a la Familia Real de Mónaco.