El poder de la familia real en Inglaterra se ha ganado el sobrenombre de La Firma, por la cantidad de ingresos y gastos que genera para el país
El Reino Unido experimenta un momento de júbilo no solo porque la reina Isabel II festejó las seis décadas de su coronación, sino porque ella coincide con otros tres miembros de la Casa de Windsor que habrán de ceñir la Corona: Carlos, príncipe de Gales; William, duque de Cambridge, y George, príncipe de Cambridge. Esto no se había visto desde los años de la reina Victoria.
Como es tradición, la reina y el duque Felipe de Edimburgo iniciaron el año en Sandringham. Por primera vez, el príncipe William no festejó la Navidad con la familia real, porque Kate estaba indispuesta a consecuencia de los primeros meses del embarazo y prefirieron quedarse en casa de Carole y Michael Middleton, los padres de Kate, por si ella tenía que regresar al hospital. Con el paso de las semanas y los meses, el embarazo no causó más problemas y ella se incorporó a las actividades oficiales. Vimos a Kate y al príncipe William acompañar a la reina en diferentes eventos relacionados con el Jubileo de Diamante (sus 60 años en el trono) y en algunas ocasiones Kate estuvo sola con Isabel II y el duque Felipe de Edimburgo.
También vimos a la reina sin la compañía del duque, pues durante este año él ha tenido problemas de salud y ha sido hospitalizado, aunque afortunadamente, se ha recuperado. El príncipe Carlos y su esposa, la duquesa Camilla de Cornwall, estuvieron acompañando a la soberana. En todo momento esta mantuvo el rostro inexpresivo o la sonrisa plácida ante la adversidad, que es una de sus principales características.
Por otra parte, Isabel II no contempla la abdicación, dado que a los 21 años juró “llevar una vida de servicio”. Otro motivo que late en su memoria es la abdicación de Eduardo VIII para casarse con Wallis Simpson y la repercusión que tuvo en su vida personal y en la historia del Reino Unido.
FOTOGALERÍA: LA FUERZA DE “LA FIRMA”
Durante los meses de su embarazo, la duquesa Kate fue ganando seguridad en sus actividades. En las ocasiones que representó a la Corona se comunicó con el público de forma relajada y expresó el mensaje de apoyo a las causas que favorecen hospicios infantiles, la lucha en contra de la adicción, el promover que los chicos puedan hacer scouting... Como mujer contemporánea se mantuvo muy activa hasta poco antes de dar a luz. El proceso del embarazo y la espera del nacimiento del primogénito de los duques de Cambridge fue acaparando el interés de la prensa nacional e internacional. La situación llegó al extremo de que se formó un campamento mediático montado dos semanas antes del nacimiento frente al ala Lindo del hospital St. Mary, con apuestas sobre el sexo, la hora del nacimiento, el peso y el color del pelo del bebé. Fue una absoluta locura lo que generó la llegada al mundo del pequeño príncipe a cuya mamá vimos públicamente por última vez en estado de gestación el 15 de junio, con motivo del 87 cumpleaños de la reina, en el balcón del palacio de Buckingham, entre su esposo y su cuñado, con un conjunto de vestido y abrigo de color rosado, diseñado por Sarah Burton, de la casa Alexander McQueen. Fue una despedida temporal perfecta, porque sonriente y tranquila bajo el ala del sombrero de Jane Corbett, lucía resplandeciente a los ocho meses de embarazo.
Inglaterra parecía estar en alerta los días antes del nacimiento. Tan pronto se dio la noticia de que William condujo a Kate al hospital, los partes noticiosos eran constantes, aunque en realidad hasta las 4:24 de la soleada tarde del 22 de julio no se supo que había nacido un varón, pesando 8 libras y 6 onzas (un poco más de 4 kilos). William se encargó de llamar a la reina y a los abuelos de ambas partes, así como a su hermano y a sus cuñados. La prensa internacional fue informada. La notificación oficial fue impresa en papel color marfil con el sello del palacio de Buckingham y las firmas del equipo médico que había ayudado en el parto. De inmediato el documento se llevó en automóvil, con escolta policíaca, al palacio. Rompiendo el protocolo, los abuelos maternos del niño, Carole y Michael Middleton, llegaron al hospital, y al poco rato lo hizo el paterno, el príncipe Carlos, con su esposa Camilla. Los cuatro estaban emocionados.
Una hora más tarde los nuevos padres aparecieron en la puerta del hospital con el pequeñín en brazos, para presen- tarlo al mundo. Poco después partieron rumbo al palacio de Kensington; ahí la reina los visitó al día siguiente. No trans- currió mucho tiempo antes de que los duques partieran rumbo a casa de los Middleton, donde se refugiaron para dedicarse al bebé en sus primeras semanas. Dos días después emitieron un comunicado anunciando que el niño se llamaría George Alexander Louis: George como George VI, el padre de la reina; Alexander, uno de los nombres preferidos de su mamá (además, el segundo nombre de la reina es Alexandra), y Louis puede ser un tributo a lord Louis Mountbatten, tío del duque de Edimburgo. Como cualquier papá, a las dos semanas, William regresó a las Fuerzas Armadas Reales y unas semanas más tarde Kate y el niño se le unieron en Anglesey, junto con Carole.
Una vez más los duques rompieron con la tradición al elegir a los padrinos del príncipe: Emilia d’Erlanger, antigua compañera de escuela de Kate; William van Cutsem, amigo de la niñez del príncipe; Jamie Lowther-Pinkerton, secre- tario privado de la pareja y del príncipe Harry, de 2005 a 2012; Julia Samuel, amiga cercana de la princesa Diana; earl Hugh Grosvenor, hijo de lduque de Westminster; Oliver Baker, compañero de William y Kate en St. An- drews, y Zara Phillips Tindall, prima hermana de William. Además, seleccionaron la capilla real del palacio de St. James, donde estuvo el ataúd con el cuerpo de la princesa Diana en 1997, para que la familia y su círculo más íntimo pudieran rezar por ella. Entre los 60 invitados no estuvieron incluidos el príncipe Andrés, la princesa Ana, el príncipe Eduardo y su esposa Sophie de Wessex.
Por su parte, los príncipes William y Harry han mantenido una apretada agenda tanto en lo que respecta a las obras benéficas como en sus respectivos trabajos. El primero, en las Fuerzas Armadas Reales, como piloto de rescate, y el segundo ha sido Oficial de la Caballería Real y piloto de helicóptero del ejército, por cuyo servicio ha recibido dos nombramientos honoríficos. Harry estuvo 20 semanas en Afganistán.
El príncipe William decidió dejar su carrera militar y se incorporó a tareas oficiales de la realeza, como la ceremonia de investidura de los militares, que presidió por primera vez en octubre, para la que se preparó por ser mucho más alto que la reina Isabel. Le preocupaba tener que colgar medallas con la espada. La reina lo hizo durante años sin emitir queja alguna, pero últimamente le duele la espalda y sufre problemas en la rodilla. Eso sí, a los 87 años sigue activa, con una agenda de trabajo que cansaría a cualquier persona con menos edad. Por su parte, el príncipe Harry ha estado viajando en representación de la reina tanto a los Estados Unidos como a Australia, donde, como es habitual, fue recibido cálidamente.
Desde hace meses se está desarrollando una relación prometedora entre el príncipe Harry y Cressida Bonas, hija de lady Mary-Gaye Curzon y Jeffrey Bonas, su tercer esposo. La chica es nieta por el lado materno del 6to Earl Howe. A los 24 años, podemos definir a Cressida como el reverso de Kate Middleton: bohemia, divertida, irreverente, despreocupada de su apariencia física y del qué dirán; dispuesta a pasarla bien sin importarle mucho el impacto público, cuya familia vive con un eclecticismo aristocrático que solo se puede encontrar en las altas esferas de la sociedad inglesa.
Será interesante observar cómo evoluciona la relación; hay rumores de matrimonio, pero por el momento eso es todo. Muchos se preguntan si con el ejemplo de su madre, quien se ha casado varias veces, Cressida resultará la pareja idónea para Harry, y también, qué dirá Isabel II al respecto. Como abuela le preocupa el bienestar espiritual de su nieto; un aspecto de la soberana que pasa inadvertido para la gente, pero que sus nietos aprecian muchísimo. Es algo que solo se conoce en la intimidad y de lo que solo tenemos breves destellos cuando se ve una sonrisa entre abuela y nieto, y una mirada cómplice. Es el secreto de “La Firma” (el apodo de la familia real británica).
FOTOGALERÍA: LA FUERZA DE “LA FIRMA”