La historia de la Corona británica ha quedado permanentemente marcada gracias a la intervención de dos poderosas mujeres que permanecieron, cada una por su cuenta, al mando del trono por más de seis décadas ininterrumpidas.
El primer caso del longevo mandato femenino corrió a cargo de la tatarabuela de Isabel II, la reina Victoria, quien estuvo al mando hasta el día de su muerte, teniendo un total de 63 años, 7 meses y 2 días de gobierno.
Por su parte, la princesa Lilibet, quien más tarde se convertiría en Isabel II, quien también reinó hasta el final de sus días, permaneció en el trono 70 años y 214 días, rompiendo el récord de su emblemático ancestro y pasando a convertirse en la monarca más longeva del Reino Unido.
Las claves del reinado de la tatarabuela de Isabel II
Victoria del Reino Unido murió a los 81 años de edad y fue sucedida por Eduardo VII, líder de la era “eduardiana” de Inglaterra.
La llegada al reino de Victoria no fue producto de una posición directa dentro de la línea de sucesión, sino más bien que resultó de la ausencia de descendencia por parte de sus tres tíos paternos: Federico, duque de York y los reyes Jorge IV y Guillermo IV.
Al igual que su tataranieta Isabel, Victoria del Reino Unido ascendió al trono a una corta edad,teniendo cumplidos apenas los 18 años de su nacimiento.
Llamó también la atención de su matrimonio que se casara con su primo, el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha y que diera a luz a nueve hijos, de los cuales en vida obtuvo y vió nacer a 42 nietos, hecho que le otorgó el apodo de “Abuela de Europa”.
Victoria asumió el cargo de reina en un contexto en el que la monarquía constitucional estaba ya establecida, aunque al soberano se le otorgaban pocos poderes políticos. Sin embargo, esto no impidió que durante su reinado se hicieran visibles grandes cambios industriales, culturales, políticos, científicos y militares.
Además, a ella se deben todas las tendencias literarias y de moda bautizadas como “victorianas”, ya que este fue el nombre que se le otorgó a la época de su reinado, en el que también surgieron muevas tendencias arquitectónicas y de decoración, a las que se les otorgó el mismo designio del periodo.
Por último, cabe destacar que Victoria fue la última monarca de la Casa de Hannover, ya que su hijo y sucesor, Eduardo VII, se adscribió a la que años más tarde sería renombrada por Jorge V como la Casa de Windsor, actual casa del monarca Carlos III.