La princesa Leonor ingresó a la Escuela Naval de Marín en Pontevedra durante la semana pasada para comenzar con el segundo año de su formación castrense. Una situación en la cual tendría que hacerle frente al síndrome de pitufina ahora que se encuentra en la marina y en la cual predominan los varones entre sus filas.
Si bien la princesa de Asturias ya conoce cómo es el rigor de la educación castrense puesto que el año pasado ingresó a la Academia General Militar de Zaragoza (AGM), en aquella ocasión convivió tanto con hombres como por mujeres casi por igual. Sin embargo, en esta ocasión, las cosas serán muy diferentes.
Esto debido a que en la promoción en la que se encuentra Leonor de Borbón actualmente hay 70 chicos y solamente ocho mujeres. Por lo que con estas cifras es evidente que la mayoría en la marina son hombres. Mientras que esta situación ha hecho que la prensa española recuerde lo que es el complejo de Pitufina.
¿Qué es el complejo de Pitufina?
Para quienes no están muy familiarizados con este tema, el síndrome de pitufina es un término coloquial que se usa para describir un fenómeno que se observa en ciertos contextos laborales o sociales en donde la mujer se siente aislada o en desventaja porque es la única del sexo femenino en un grupo predominantemente masculino.
En tanto que el nombre de este síndrome proviene de Pitufina, que es el único personaje femenino de la serie de dibujos animados “Los Pitufos”, en donde ella es la única mujer en un grupo de pitufos varones.
En términos psicológicos y sociológicos, este complejo puede manifestarse en sentimientos de soledad, presión para cumplir con expectativas de género específicas, o una sensación de no ser completamente aceptada o comprendida por sus colegas. Una sensación que la primogénita de los reyes pudiese experimentar al estar rodeada de un ambiente en el que hay muy pocas mujeres.
También, este síndrome puede llevar a la persona a sentir que tiene que hacer un esfuerzo adicional para ser reconocida o respetada en un entorno dominado por el género opuesto, lo cual puede llevar a una presión de adaptación y a otros problemas.
Mientras que este término tiene su origen en un ensayo de Katha Pollitt, en 1991, y en el cual explica cómo las mujeres en estas narrativas eran vistas como excepciones dentro de un grupo masculino y las encasillaban con una figura que cumple estereotipos de belleza y feminidad.