El 9 de abril de 2005, el mundo presenció un evento que parecía sacado de una novela de amor con giros inesperados: la boda de Carlos III y Camilla Parker Bowles. Este enlace, que dentro de unas semanas cumplirá 20 años de haberse realizado, es una de las historias que al día de hoy sigue generando interés por la polémica detrás de ello.
Camilla tenía 57 años cuando finalmente se casó con Carlos, tras una década de controversias, escándalos y tensiones con la Familia Real Británica. Pero, más allá de su historia de amor y redención ante la opinión pública, hubo tres curiosos detalles de su boda que llamaron bastante la atención. Te contamos cuáles fueron.
Ceremonia civil en lugar de una boda religiosa
A diferencia de las tradicionales bodas reales celebradas en majestuosas catedrales, Carlos, en ese entonces príncipe de Gales, y Camilla optaron por una ceremonia civil en el Ayuntamiento de Windsor. Esta decisión se debió a que ambos eran divorciados, lo que complicaba la posibilidad de una ceremonia religiosa según las normas de la Iglesia de Inglaterra. La elección de un enlace civil fue un hecho sin precedentes para un heredero al trono británico, lo que generó debates y opiniones divididas en la sociedad.
Ausencia de la reina Isabel II en la ceremonia civil
Otro aspecto notable fue la ausencia de la reina Isabel II en la ceremonia civil. Aunque la monarca no asistió al acto en el Ayuntamiento de Windsor, sí estuvo presente en el servicio religioso de bendición que se llevó a cabo posteriormente en la Capilla de San Jorge. Esta ausencia en la ceremonia civil fue interpretada por algunos como una señal de desaprobación inicial hacia la unión, aunque la reina mostró su apoyo durante el servicio religioso y en la recepción posterior.
Camilla Parker no usó vestido de novia
Camilla sorprendió al elegir un atuendo alejado de los tradicionales vestidos de novia pomposos. Para la ceremonia civil, lució un vestido de color crema con un abrigo a juego, diseñado por Robinson Valentine. En lugar de un ramo de flores, optó por llevar una cartera, rompiendo con la tradición. Durante el servicio religioso, realizó un cambio de vestuario y apareció con un vestido largo en tono azul pálido con bordados dorados, también de Robinson Valentine, complementado con un elegante tocado de plumas diseñado por Philip Treacy.
La boda de Carlos III y Camilla, lejos de ser una ceremonia real convencional, estuvo marcada por decisiones que reflejaron tanto las circunstancias personales de la pareja como la evolución de la monarquía británica hacia tiempos más modernos. A pesar de las controversias y desafíos iniciales, la pareja ha consolidado su unión a lo largo de los años, adaptándose a sus roles dentro de la Familia Real y ganándose el respeto y la aceptación de gran parte del público.