El día en que, por fin, sustituya a su madre, la reina Isabell II, será uno de los reyes europeos de más edad
Cuando muchos hombres ya están en edad de la jubilación, el príncipe Carlos de Inglaterra no ha comenzado aún su “trabajo” como rey. Se comenta que está cansado y que una portada de la revista Time -con el título de El príncipe olvidado- ha sido devastadora para él, pues desde que su madre comenzó a reinar en 1952 sabía que algún día heredaría el trono del Reino Unido. Sin embargo, aquel niñito rubio y obediente, que creció entre institutrices y con poco afecto de sus padres, quienes jamás lo besaban ni abrazaban, se ha hecho mayor. El Carlos joven y delgado que enamoró a Diana Spencer y la llevó al altar en aquella boda de cuentos de hadas en 1981, ya no existe, y en su lugar tenemos a un elegante señor de 68 años que peina canas y ha perdido mucho del pelo de su juventud.
Aunque Carlos todavía recibe su buena dosis de falta de cariño de sus padres, es un hombre peculiar que no tiene teléfono celular y siempre lleva en su bolsillo un palillo o mondadientes de espina de puercoespín guardado en una funda de plata (¡horror!). Admite estar “lleno de manías” (nunca come en un avión, aunque sea un vuelo largo) y que es feliz con Camilla Parker-Bowles, quien siempre fue el amor de su vida. Además, sus hijos, los príncipes William y Harry, lo adoran y se lo dejan saber tanto con bromas como con gestos de cariño, que aprendieron a expresar (ironías de la vida) a través de su madre, la princesa Diana. ¡Y ahora es abuelo del pequeño George y la princesa Charlotte! ¿Qué más puede pedir?
A la izquierda: El príncipe Carlos con su madre en 1951. A la derecha, con su padre, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, en 1954
Por eso, aunque muchos digan que a Carlos realmente no le interesa ser rey, algún día lo será, porque su sentido del deber es tan fuerte como el de su madre, y ha sido entrenado para seguir los pasos que le marcó el destino al ser el primer hijo de la reina Isabel II. Cuando suba al trono del Reino Unido, Carlos será el monarca que más haya esperado para reinar, pues William IV, en 1830, se convirtió en rey a los 64 años, y el rey Eduardo VII, hijo mayor de la reina Victoria, comenzó a reinar a los 60 años.
Carlos se mantiene muy ocupado y admite que es un workaholic, pues representa a la Corona en medio mundo (conoce 105 países), preside 400 asociaciones (como The Prince’s Trust, que ha ayudado a miles de artistas y jóvenes), promueve el comercio con el Reino Unido y supervisa los negocios del ducado de Cornwall, los que fundó y el año pasado produjeron 16 millones de dólares para obras de caridad. Aun así, lo que más le gusta en el mundo es ir al palacio Birkhall, en Escocia, que le dejó su abuela, la reina madre Elizabeth, y “caminar y darle de comer a las ardillas. Para algunos fumar un cigarrillo es una necesidad, pero para mí, caminar es mi gran necesidad”, dijo una vez.
Los turbulentos años de su divorcio y la muerte de Diana han quedado atrás, y como el tiempo todo lo calma y lo cura, ahora puede disfrutar viendo a Camila con las tiaras reales y que ahora es querida por el pueblo que en un tiempo la rechazó.
A la izquierda: Carlos con sus padres, la reina Isabel y el duque de Edimburgo, cuando iban a la ceremonia de su investidura como príncipe de Gales en 1969. A la drecha, con sus hijos, William y Harry. Los tres llevan uniformes militares.
Apasionado filántropo y ecologista, sus trajes son lavados en seco por su valet, lo mismo que las docenas de camisas de algodón hechas a mano (cuestan 500 dólares cada una) de Turnbull & Asser. El príncipe tiene 50 pares de zapatos de cuero confeccionados por Lobb (mil dólares cada par) y todavía usa uno que compró hace 45 años.
Autor de 11 libros, ostenta los títulos de su alteza real Carlos Felipe Arturo, príncipe de Gales, earl de Chester, duque de Cornwall, duque de Rothesay, earl de Carrick, barón de Renfrew, lord de las Islas y príncipe de Escocia. Le encanta la música, especialmente la de Leonard Cohen y de Mozart. Tiene 32 ahijados; le gusta imitar a la gente ((¡lo heredó de la reina Isabel, aunque parezca mentira!) y, aunque adora los animales, detesta a los gatos. Bebe Martini, jugo de naranja y té Earl Grey con miel. Sabe cocinar el Pudín de pan y mantequilla, aunque el Welsh Fruit Cake es su postre favorito.