La princesa Grace hubiera estado muy orgullosa de lo mucho que ha cambiado la vida de su hija menor, la princesa Estefanía de Mónaco. Y es admirable, porque en los últimos cinco años, Estefanía, de 54 años, ha vivido dedicada a sus hijos y a trabajar en obras de caridad. Como representante oficial de las Naciones Unidas en la lucha contra el sida, la princesa se ha dedicado a abrir centros de ayuda en Europa, lo que le ha valido que en el 2005 su hermano, el príncipe Alberto, le haya impuesto la condecoración de la Gran Cruz de la Orden Grimaldi “por su labor humanitaria”. ¡Cómo cambian los tiempos! Hoy, Estefanía es más madura y tiene una nueva visión de la vida. Muchos dicen que la muerte de su padre, el príncipe Rainiero, marcó el cambio de su vida, porque ambos se adoraban. Además, en ese momento, su hermano Alberto fue maravilloso con ella, brindándole el apoyo que necesitaba. Y ahora Estefanía hasta ha reanudado su relación con su hermana, la princesa Carolina. ¿Será porque Carolina ha sufrido por amor, al quedar destruido su matrimonio con el príncipe Ernesto de Hannover, y puede comprender mejor a Estefanía? Sea como sea, las hermanas han compartido en actos oficiales y a la boda de su hermano Alberto con Charlene Wittstock llegaron juntas, con sus hijos, lo que provocó un aplauso del pueblo allí reunido. Unos amigos monegascos me han comentado que “al fin Carolina se dio cuenta de que la familia es la familia... Ernesto, quien detestaba a Estefanía y la consideraba ‘una vergüenza para los Grimaldi', fue quien se portó muy mal y traicionó a su esposa”. Dicen que en el 2002 la enemistad entre las hermanas era tan intensa, que Carolina (empujada por Ernesto, según los rumores) prohibió que Estefanía fuera al famoso Baile de la Cruz Roja que celebra anualmente el Principado. La nueva Estefanía dijo a la revista Le Parisien que “no podía haber encontrado una mejor cuñada que Charlene Wittstock”. También comentó que no quiere hacerse la cirugía plástica, “pues me gusta mi físico tal como es”. Y desde que en el 2010 inauguró la Maison de Vie en Carpentras, en la Provenza francesa, un centro de ayuda a los enfermos de sida, acude al mismo semanalmente, donde cocina y les sirve comida. Su labor humanitaria y sus hijos son la fuerza que la impulsan, pues “ser madre es mi razón de vivir”, dijo recientemente. “Y he tenido la suerte de que mis tres hijos son chicos magníficos, que me enorgullecen al máximo”. FOTOGALERÍA: LOS PRÍNCIPES DE MÓNACO EN EL ANIVERSARIO DEL TEATRO PRINCESA GRACE La princesa Estefanía fue llamada “la princesa rebelde”. Quería ser cantante y grabó dos discos; fue modelo, diseñadora, imagen de La Prairie, y todo mientras llevaba una agitada vida sentimental. Después de un gran romance de juventud con Paul Belmondo, se enamoró de su guardaespaldas Daniel Ducruet, y antes de casarse tuvieron a sus dos hijos: Luis, hoy de 19 años, y Paulina, de 17. Tras un año de matrimonio y una escandalosa traición de Daniel con otra mujer (“lo que me hizo sufrir muchísimo”) se separaron. En 1998, Estefanía tuvo a su hija Camille, ahora de 13 años, con otro guardaespaldas: Jean Raymond Gottlieb, con quien tuvo un corto romance. En 2001 se enamoró de Franco Knie, quien le llevaba 10 años y era dueño de un circo donde la princesa comenzó a vivir en una caravana con sus hijos. Esto cambió cuando en el 2003 se enamoró y se casó con el joven acróbata portugués Adans Lopez Peres, a quien conoció en el circo, pero el matrimonio también fracasó. Después de otros amores sin mayor importancia, incluyendo un camarero de Mónaco, su vida cambió radicalmente y en la actualidad vive para sus tres hijos. A diferencia de sus primos Andrea, Carlota y Pierre Casiraghi (hijos de Carolina), Luis, Paulina y Camille viven alejados del lujo y del glamour de Mónaco. Los tres se llevan muy bien con su madre. Luis ya es todo un hombre y Paulina, a quien llaman “la nueva sirena de Mónaco”, es campeona olímpica de clavado y toda una belleza. “Nadie puede imaginarse lo que he sufrido”, ha confesado Estefanía. “Las pérdidas de mi madre, de mi padre... pero mis hijos me han devuelto el amor a la vida. Siempre quise ser independiente y tener una carrera, algo mío... Pocos trataron de comprenderme, con la excepción de mi padre y de mi hermano. Era joven y quería vivir la vida al máximo sin pensar en las consecuencias. Ahora mis hijos pueden aprender de mi experiencia y no repetir esos errores. Podré ser princesa, pero por encima de todo soy un ser humano como los demás”.