Hagamos memoria unos años atrás… Fue en 2009 con motivo de la cumbre del G-20 que se celebró en Inglaterra, cuando la reina Isabel II organizó una recepción en el palacio de Buckingham a la que acudieron los líderes de los países participantes en el encuentro, entre los que se encontraban Barack y Michelle Obama, quienes visitaban Reino Unido por primera vez desde su llegada como presidente y primera dama de Estados Unidos. Fue ese día que la ex primera dama vivió uno de los momentos más vergonzosos de su carrera, pues a pesar de no haber hecho nada “mal”, gran cantidad de medios a nivel internacional la acusaron de no haber cumplido el protocolo real durante esa visita. Como ya sabemos, existen estrictas normas de protocolo que rodean a la Familia Real británica, entre ellas está el no tocar a la reina bajo ningún concepto, algo que no sucedió… Michelle Obama la abrazó.
En sus palabras
Según lo relata la misma Michelle, muchos de los líderes que deben de acatar protocolos no están cómodos con ellos, pero tienen que cumplirlos para proyectar una buena imagen. “La verdad es que todos los líderes mundiales tienen gente alrededor que se encarga de vigilar que se cumpla el protocolo, pero lo curioso es que la gente a la que representan en realidad no se preocupa por esto tanto como ellos. ¿Por qué lo hacemos entonces? Total, si ni ellos ni nosotros estamos a gusto, no tiene mucho sentido. Pero bueno, así son las cosas. Yo solo sé que aquello fue una reacción humana totalmente natural de la que no me arrepiento”, recuerda Michelle Obama al referirse a la primera vez que vio a la reina Isabel II, en uno de los capítulos de su libro, al intentar justificar el grave error de protocolo que cometió poco después al abrazar a la monarca. “Para mí ese es un gesto instintivo que hago cuando siento conexión con alguien. Es la manera que tengo de mostrar mis sentimientos. Por eso apoyé mi mano en su hombro. Lo que no sabía entonces es que aquello era un fallo épico. Puede que no hiciera lo correcto, pero sí lo más humano. Y de verdad deseo que a la reina no le importara mucho aquello. De hecho, estoy segura que no porque cuando lo hice ella no solo no se retiró, sino que apoyó su mano en mi espalda”, a
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