Amores frustrados, muertes prematuras y otras historias trágicas rodean el histórico palacio
¿Podrá Kate, duquesa de Cambridge, vencer la famosa maldición que pesa sobre el palacio de Kensington? Todos esperan que sí, que el profundo amor que la une al príncipe William sea capaz de derrotarla.
De momento, William y Kate -que tienen su residencia oficial en Gales, cerca de la base de la Fuerza Aérea donde sirve el príncipe- poseen en el palacio de Kensington un cottage que usan cuando están en Londres y esperan que le restauren de arriba abajo el viejo apartamento que perteneció a la princesa Margarita, que será su residencia permanente en ese palacio.
En Gales, la pareja no tiene empleadas domésticas, excepto una persona que limpia la casa una vez a la semana, y en Kensington tendrán lo que Kate llama un servicio “mínimo” (porque a ella le gusta cocinar y ocuparse de su marido, como hace en Gales), aunque será un poco difícil, porque tendrán a su disposición un espacio enorme que ocupará tres pisos.
Es interesante notar que la historia del palacio de Kensington como residencia real no es precisamente muy agradable, aunque sí es una de las visitas más gratas del Londres de los royals. Es un edificio bastante sencillo, construido hace 320 años y situado en medio de jardines en la zona de Kensington, al otro extremo del famoso Hyde Park. Allí nació y creció la reina Victoria antes de ascender al trono, y las habitaciones las podemos visitar hoy día, igual que sus salones y jardines, aunque los apartamentos reales (a un costado de la entrada principal, donde ahora viven los duques de Kent y otros parientes) son estrictamente privados. ¿Una de las cosas más agradables? Almorzar o tomar el té en su pabellón L’Orangerie, en medio de los jardines, donde alternaban los reyes.
En un lugar así, tan encantador, no deberían haber ocurrido cosas tan tristes y desagradables, pero tanto en el pasado como en años recientes, muchos de los royals han tenido vidas complicadas, sin mucha suerte. El palacio se construyó para ampliar una casa de campo que tenían en 1690 el rey Guillermo III y la muy glamorosa y querida reina Mary, en el parque de Kensington. Una sencilla casa que encomendaron al famoso arquitecto de la Catedral de St. Paul, sir Christopher Wren, con el fin de agrandarla “y convertirla en un nuevo palacio, para huir del horrible y sucio palacio de Whitehall”, donde los monarcas habían vivido hasta entonces. Pero la mala suerte comenzó enseguida, cuando la pobre reina Mary contrajo la viruela tan pronto se mudaron al palacio y en una semana estaba muerta, con 32 años de edad.
En 1702 también murió allí el rey Guillermo III, quien fue sucedido por Anne, la hermana de la reina Mary, cuya historia asociada con el palacio de Kensington es aún más trágica. Anne estaba casada con Jorge de Dinamarca y estuvo embarazada 18 veces (una vez de gemelos), pero sus hijos morían y no pudo darle un heredero al trono. La reina falleció en el palacio.
Otra víctima fue la reina Carolina, esposa del rey Jorge II y reina consorte de Gran Bretaña e Irlanda, quien en 1737 murió de septicemia, a los 54 años de edad, debido a una complicación que le causó su noveno embarazo. Descendiente de la casa de Hohenzollern, la reina alemana (su marido era también alemán, de la casa de Hannover) era una mujer muy independiente. En una época fue la gran anfitriona Carolina of Brandenburg-Ansbach, dueña y señora del palacio de Kensington, muy querida, y su inesperada muerte fue un golpe para el país y para su marido, quien la lloró desconsoladamente y nunca quiso casarse de nuevo.
La célebre reina Victoria de Inglaterra -hija del duque Eduardo de Kent y de la princesa alemana Victoria de Saxe-Coburg-Saalfeld- nació en 1819 y creció en el palacio. Su crianza fue tan estricta, sin una gota de cariño (¡y con una madre que engañaba abiertamente a su marido!), que su rigurosa educación era llamada “el siniestro sistema Kensington”. Cuando se casó con su primo hermano, el príncipe Alberto Saxe-Coburg, la muy enamorada Victoria huyó tan pronto pudo de Kensington, y como reina vivió el resto de su vida en el nuevo palacio de Buckingham.
Una letanía de desastres rodea el palacio, donde dicen que incluso vive un fantasma y muchos afirman que han escuchado ruidos muy raros en diversas zonas.
En el siglo XX, la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel II, llevó en Kensington una vida muy triste. Sufrió mucho por amor cuando se enamoró del capitán Peter Townsend y se le prohibió casarse con él por ser divorciado y plebeyo. Después tuvo una enorme mala suerte en su matrimonio con el fotógrafo Antony Armstrong-Jones, padre de sus dos hijos, con quien dicen que mantenía una relación “abierta” en los alocados años 60, rodeados de amistades muy liberales y bohemias, desde The Beatles hasta el bailarín Rudolf Nureyev. Lo mismo le ocurrió en sus romances posteriores con Peter Sellers y el muy joven Roddy Llewellyn. La bella Margarita vivió en el enorme apartamento de tres pisos y 21 habitaciones (que ahora restauran para Kate y William) hasta su muerte a los 71 años, el 9 de febrero de 2002, de múltiples problemas pulmonares, producidos por su adicción al cigarrillo que nunca dejó.
La princesa Diana fue otra royal muy poco feliz cuando se mudó al palacio de Kensington, al divorciarse del príncipe Carlos, y vivió allí junto a sus hijos lo que muchos llaman “sus años más tristes”. Cuando murió trágicamente en el accidente automovilístico en París, el 31 de agosto de 1997, la princesa vivía en un gran departamento en el palacio, y se suponía que al día siguiente de su fatídica cena con Dodi Al Fayed regresara a Londres para reunirse allí con sus hijos. ¿Algo muy raro que Diana hizo en los jardines de Kensington? Enterrar, sin permiso de la reina Isabel, a la hija que había nacido muerta de su buena amiga Rosa Monckton.
Ahora una parte del palacio sufrirá una transformación que costará un millón y medio de dólares y el gran departamento de la princesa Margarita será el nuevo hogar de Kate y William. Lejos quedarán las paredes de color turquesa que la princesa había escogido para sus salones y el piano donde tocaban The Beatles. El nuevo matrimonio, que ha elegido personalmente la decoración de su apartamento, espera que se acabe la “mala suerte” de la que se ha hablado. Su amor es fuerte y genuino, y sus vidas son muy diferentes a las de sus ocupantes del pasado. ¡La felicidad en un lugar tan bello debe estarles garantizada!