La relación entre la reina Federica de Grecia y su madre, la duquesa Victoria Luisa de Brunswick, estuvo marcada por tensiones desde sus primeros años. Federica, de espíritu fuerte y determinada, era conocida por tomar decisiones que a menudo desafiaban las expectativas tradicionales de la realeza.
Su matrimonio con el rey Pablo I de Grecia fue uno de los puntos de mayor fricción, ya que la duquesa Victoria Luisa no aprobaba esta unión debido a la situación política inestable en Grecia. Su madre prefería un matrimonio en una monarquía más estable y segura, lo que generó una brecha significativa entre ambas.
Estas diferencias se fueron agravando con el tiempo y culminaron en la ausencia de Victoria Luisa en la boda de su nieta, la reina Sofía de España, en 1962. Aunque la duquesa fue invitada, su decisión de no asistir se atribuye en gran medida a las tensiones familiares que prevalecían en ese momento.
Algunos historiadores sugieren que la falta de presencia materna en este evento clave fue un reflejo del distanciamiento emocional que existía entre ambas, agravado por sus personalidades contrastantes: Federica era conocida por su carácter firme, mientras que su madre prefería un enfoque más tradicional.
A pesar de estos desacuerdos, la relación no fue completamente rota, pero las diferencias irreconciliables entre ambas mujeres marcaron profundamente sus vidas. Federica, además de ser una figura clave en la monarquía griega, siempre trató de imponer su visión, lo que en ocasiones no coincidía con la de su madre. Por otro lado, la duquesa Victoria Luisa fue una mujer de principios rígidos, que creía en el deber ante todo, y no pudo aceptar algunas de las decisiones de su hija.
Este distanciamiento familiar no solo afectó la vida de Federica como madre y reina, sino que también dejó una huella en la forma en que se desenvolvía en la esfera pública.
La boda de Sofía con el entonces príncipe Juan Carlos de España fue un evento trascendental en la historia de la realeza europea, y la ausencia de su abuela materna fue un recordatorio del complicado legado familiar que había detrás de ese momento de celebración. Fuentes como “Bunte” y estudios biográficos sobre la reina Sofía sugieren que esta falta de entendimiento entre madre e hija fue una de las razones que ensombreció un evento tan importante.
En última instancia, la relación entre Federica y su madre fue una mezcla compleja de amor y conflicto, un reflejo de las exigencias de la realeza y las diferencias de visión sobre el deber y la vida familiar.