A veinte años de haberse celebrado la boda del entonces príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, y la ex periodista Letizia Ortiz, continúan siendo noticia los diferentes acontecimientos del enlace que resultaron atípicos para un evento nupcial real.
Por ejemplo, más allá del origen plebeyo de la novia, a muchos seguidores de la Casa Real les siguen sorprendiendo variables como el hecho de que en el evento estuvieron presentes personajes históricos de la talla de Nelson Mandela o la princesa Carolina de Mónaco.
También para muchos sigue resultando sorpresivo cómo mientras la abuela de la novia, la periodista Menchu Álvarez del Valle, leía la Carta de San Pablo a los Corintios un fuerte estruendo retumbó en la catedral, avisando de la fuerte lluvia que se avecinaba en el exterior.
Sin embargo, el hecho que continúa siendo el más polémico del enlace es el discurso con el que Letizia y Felipe unieron sus vidas para siempre frente al altar, el cual, a pesar de ser muy emotivo, omitió el típico “sí quiero” que todos los novios suelen darse como promesa para sellar religiosamente su amor.
¿Cuál fue el discurso de promesa que Felipe VI y Letizia Ortiz pronunciaron frente al altar el día de su boda?
De acuerdo a lo que pudo observarse en la transmisión en vivo de la boda, al encontrarse en el altar aquel 22 de mayo de 2004, Letizia le preguntó a su entonces prometido “¿Eres feliz?”; y él le respondió: “Te quiero. Te quiero, guapa”.
Posteriormente a ese coqueto diálogo, los más de un millón de telespectadores fueron testigos de cómo en punto de las 11:49 horas de la mañana, el novio pronunció: “Yo, Felipe, te recibo a ti, Letizia, como esposa, y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida”, ante lo cual la novia respondió con las mismas palabras. Nunca hubo un “sí quiero”.
Después del discurso que los ahora reyes se dirigieron mutuamente se llevó a cabo el intercambio de las alianzas y, aunque todo el público lo esperaba, no hubo beso al término de la ceremonia, un gesto que también llamó la atención y pasó a la historia como un hecho casi inédito entre el recuento de bodas de la realeza española.
Aunque tiempo después se reveló que esto pudo deberse a que durante esa importante jornada, Letizia tenía 38 grados de fiebre y había adelgazado tanto que el vestido le incomodaba, o al menos, eso es lo que argumenta la experta en realeza Pilar Eyre al respecto del notable disgusto que mostraba la novia en el que debió haber sido el día más feliz de su vida.