Fue en 1978 cuando una nube gris se posó sobre la Familia Real de Mónaco o al menos así podría describir la boda de Carolina de Mónaco y Philippe Junot, cualquiera que estuviera presente. Sobre todo porque el padre de la novia, el príncipe Rainiero III estaba completamente en contra de la unión.
Se dice que el príncipe Rainiero III le dijo en ese momento a Tessa de Baviera: “No me felicites, mejor dame el pésame”, además de que en símbolo de silenciosa protesta, no se quitó los lentes de sol, durante toda la ceremonia.
Philippe era 17 años mayor que Carolina, quien entonces tenía apenas 21 años. Él no tenía título nobiliario, pero fue coronado en la Costa Azul como “Emperador de la noche”. Todos suponían lo que pasaría tan sólo un par de años después: el matrimonio no duraría. Sin embargo la familia Grimaldi se encargó de vender la exclusiva y celebrar por todo lo alto.
Philippe Junot es hijo del político y millonario MIchel Junot, descendiente de Jean-Andoche Junot, duque de Abrantes y general que luchó junto a Napoleón, pues de hecho, su apellido está inscrito en el Arco del Triunfo en París.
Junot tenía la bien ganada fama de “donjuán” y tal vez eso fue lo que enamoró a Carolina de Mónaco, quien no dudó en darle el sí, ante la rotunda oposición de su padres, Rainiero III y Grace Kelly.
Dos años después del enlace, se divorciaron. Sus padres tenían razón. Carolina estaba harta de las infidelidades de Philippe, pero la gota que derramó el vaso fue el affaire que Junot tuvo con la modelo Giannina Facio.
La Familia se encargó -durante muchos años- de que El Vaticano declarara nulo el matrimonio de su hija, hasta que lo lograron. Años después, cada uno rehizo su vida y Junot se dedicó a los negocios inmobiliarios.
