La reina fue la mejor aliada de Diana... hasta que se sintió traicionada por ella
¿Por qué la princesa Diana de Gales dejó de ser la favorita de su suegra, la reina Isabel II de Inglaterra, y se convirtió en su gran decepción y en una “enemiga” de la Corona? ¿Por qué se ha creído siempre que la reina fue con Diana una mujer cruel y “la mala de la película”?
En el 2012, cuando se celebra el Jubileo de Diamantes de Isabel II por sus 60 años en el trono del Reino Unido, el nuevo libro A Brief Life Of The Queen, escrito por el respetado Robert Lacey (Editorial Duckworth), cuenta la verdadera relación que existió entre la reina y la joven esposa de su hijo, el príncipe Carlos, y nos enteramos de por qué ese gran afecto “casi de madre a hija” se fue deteriorando con el paso del tiempo.
Cuando Diana Spencer empezó a aparecer en los periódicos, por ser la novia del príncipe Carlos, ya la reina Isabel II sentía gran simpatía y cariño por ella. La abuela de Diana, lady Ruth Fermoy, era dama de honor de la reina madre Elizabeth, y los Spencer, aunque estaban casi arruinados, pertenecían a una excelente familia de la aristocracia. Robert Lacey explica que “cuando Diana nació, la reina la cargó en sus brazos porque los Spencer no solo eran sus vecinos, sino también buenos amigos. La reina había visto crecer a la chica y se convirtió en su mayor apoyo cuando apareció en la vida de su hijo Carlos”.
Isabel II -al igual que su madre, la reina madre Elizabeth- “odiaba a Camilla Parker-Bowles y quería evitar los escándalos que su affair con el príncipe Carlos traería consigo, por lo que deseaba ver a su hijo casado y dando herederos a la Corona”. ¿Quién mejor que aquella chica rubia que todos llamaban “la tímida Di”? La entusiasta jovencita de 19 años era lo que necesitaba la casa real británica en 1980 y su suegra se sentía feliz en su compañía. Diana pasó con éxito su integración a la familia real durante los fines de semana cuando era invitada por la reina al castillo de Balmoral. Según el libro, “Diana se caía del caballo, se ensuciaba de lodo y se reía de todo con la inocencia de una chica de 19 años, sin experiencia. A la reina le encantaba y le enternecía”.
En aquella época, el príncipe Carlos había reiniciado su affair con Camilla y a la reina Isabel aquello “la indignaba, pues detestaba el descaro de la Parker-Bowles, ya que estaba casada con Andrew Parker-Bowles, quien era gran amigo de la familia real”.
La bienvenida a Diana por parte de la reina y el apoyo de toda la familia (excepto de la princesa Margarita, hermana de Isabel II, quien nunca soportó a Diana y la encontraba “enormemente tonta”) continuó después del matrimonio. Aunque ahora no se habla de ello, la reina y su esposo, el príncipe Felipe de Edimburgo, eran entonces los mejores aliados de la princesa Diana.
¿Qué pasó para que la reina Isabel II cambiara 180 grados su opinión y le quitara todo su apoyo a Diana? La inexperiencia y la inmadurez de la princesa contribuyeron a que cayera “en desgracia” en el palacio de Buckingham. Todo comenzó con su carácter errático, sus problemas de bulimia y sus intensas peleas con el príncipe Carlos (cuando terminaban, se autolesionaba). Ahora sabemos que fue “la reina quien apoyó a Diana desde el primer momento, llamando a varios siquiatras para que la trataran con la mayor discreción y le brindaran toda la ayuda posible”.
Isabel no sabía que en Diana “existían tantos problemas sicológicos y siempre pensó que la tristeza de su niñez, cuando fue abandonada por su madre, de lo que ella había sido testigo por su amistad con los Spencer, era la causa de todo. Por eso Isabel II, quien había sido una niña muy feliz con sus padres, sintió una gran compasión por Diana cuando supo de sus problemas”. Su frase favorita para excusar el comportamiento de la princesa era: “Ella no es como nosotros, ¡es muy joven!”.
Nunca se supo antes, pero Isabel actuaba “como una madre preocupada”, que quería proteger a la princesa en aquellos comienzos tan difíciles de su matrimonio e “hizo por ella cosas que demostraban su afecto y que nunca había hecho por sus propios hijos”.
Fueron muchas las conversaciones privadas entre ambas, y la reina -aunque no estaba acostumbrada a momentos de gran emotividad- abrazaba a Diana cuando esta lloraba desconsoladamente.
Un día empezaron los escándalos por los flirteos de Diana: las conversaciones telefónicas interceptadas (llamadas Squidgygate) con su amigo James Gilbey, quien la llamaba “Squidgy” (a quien la princesa le comentó tener miedo de estar embarazada); su obsesión con el anticuario casado Oliver Hoare, a cuya casa Diana telefoneó cientos de veces; su supuesto romance con el famoso futbolista Will Carling, etc. La reina lo supo todo, pues la información le llegaba, irónicamente, a través de Robert Fellowes, su secretario privado y cuñado de Diana, casado con su hermana lady Jane Spencer. Pero aun así, Isabel II todavía disculpaba “las locuras” de Diana, pedía que se ocultaran y seguía siendo muy amable con ella en privado. Incluso cuando el matrimonio se separó y Carlos quería quitarle a la princesa sus oficinas en el palacio de St. James y despedir a sus empleados, fue la reina quien dio órdenes de que eso no se hiciera, porque Diana todavía le provocaba afecto y mucha lástima.
Todo esto se sabe ahora por Robert Lacey, el biógrafo más serio de Isabel II, quien explicó nuevos detalles en una entrevista en la televisión: “La reina dio órdenes desde el primer momento de ocultar lo más posible los ?deslices? de Diana, aunque ya se sabía que Carlos y Camilla estaban de nuevo viviendo su gran amor y no se ocultaban para estar juntos”.
Aunque a la soberana le pareció “poco apropiada” la publicación en 1992 del libro Diana: Her True Story, del conocido escritor Andrew Morton, donde se contaban secretos que solo la princesa conocía, “hubo una cosa que hizo que la reina se sintiera traicionada al máximo y perdiera toda la fe en su nuera”. Fue la entrevista televisiva en el popular programa Panorama, del periodista Martin Bechir, en la BBC, en 1995, donde la princesa confesó sus amores con el militar James Hewitt (dicen que la reina palideció cuando la escuchó decir “Yo lo adoraba”) y habló claramente de que su marido la engañaba desde el comienzo de su matrimonio, desenmascarando al príncipe Carlos. Pero lo que más le dolió a la reina -según Lacey- “fue que Diana dijera que Carlos no estaba capacitado para ser rey, y con claro desdén hacia su suegra, comentara que ella ?quería ser reina, sí, pero de los corazones del pueblo?. Aquello fue el final de la relación entre ellas. Para Isabel II fue una inesperada traición al cariño que siempre le había tenido a Diana”.
Esa entrevista se produjo como respuesta a la que en 1994 había dado el príncipe Carlos al periodista Jonathan Dimbleby, de ITN, donde habló de las interioridades de su fallido matrimonio; pero la confesión televisiva de Diana ante millones de ingleses provocó que inmediatamente, y sin esperar un día más, la soberana diera órdenes de que Carlos y Diana se divorciaran y acabaran de esa manera con los espectáculos públicos.
La entrevista de Diana fue “el final de su relación con la reina”. Isabel consideró que sus confesiones le hicieron “daño a la monarquía, que ella ha protegido al máximo durante tanto años, y a los pequeños príncipes William y Harry, que no tenían que saber que su madre le había sido infiel a su padre”.
De la noche a la mañana, todo el afecto que la familia real sentía por Diana se convirtió en resentimiento, especialmente en el príncipe Felipe, quien consideraba que ella “había dañado la imagen de la monarquía”.
Por esa razón el divorcio fue terrible para la princesa Diana, porque los abogados del príncipe Carlos tenían la autorización de la reina de ser “implacables” con ella e incluso de despojarla de su tratamiento de alteza real. Fue una amarga lucha sin cuartel y lo más irónico es que la beneficiada de todo fue Camilla Parker-Bowles, quien al mantenerse en la mayor discreción, fue avanzando poco a poco hacia una mejor posición... hasta que a la reina no le quedó más remedio que aceptar su existencia. Al morir Diana en 1997, esa posición se hizo más ventajosa, y en el 2005, ella y el príncipe Carlos se casaron.
Ahora, muchos años más tarde, la primera parte de la historia se repite: la misma amistad que la reina sintió por Diana la une ahora con Kate, duquesa de Cambridge, a quien ha decidido ayudar y proteger en todo lo que pueda. Los ingleses esperan que Kate no cometa los mismos errores de Diana. La ventaja que tiene la futura reina de Inglaterra es que ella sí es feliz, porque cuenta con el amor sincero y el respeto de su esposo, el príncipe William.