En la historia de Hollywood y la realeza, pocas figuras despiertan tanta fascinación como Grace Kelly, la estrella de cine que renunció a la fama para convertirse en princesa de Mónaco. Por ello es que en este 12 de noviembre, en el que cumpliría 95 años, queremos recordar su aura de glamour y elegancia que marcó a toda una época.
La vida de Grace Kelly en Hollywod
Grace Patricia Kelly nació en Filadelfia, Pensilvania, un 12 de noviembre de 1929. Es hija de John Brendan Kelly, un empresario de la construcción y de Margaret Katherine Majer, educadora y exatleta de ascendencia alemana, y es la tercera de cuatro hermanos.
Mientras que desde joven Grace se destacó por su talento y belleza. Tras estudiar en la Academia Americana de Arte Dramático, rápidamente captó la atención de Hollywood. Aunque fue con el famoso director de cine Alfred Hitchcock con quien logró alcanzar el estrellato, convirtiéndola en la musa de sus películas más icónicas: La ventana indiscreta (1954), Para atrapar al ladrón (1955) y Crimen perfecto (1954).
Con su mezcla de elegancia y misterio, Kelly encarnó un tipo de belleza etérea y sofisticada que la llevó a convertirse en un símbolo de la época dorada del cine. De hecho, en 1954, con solo 25 años, ganó el Oscar a la Mejor Actriz por su papel en La angustia de vivir. Por lo que este triunfo consolidó su estatus como una de las actrices más brillantes de su generación.
De estrella de cine a princesa Grace de Mónaco
Pero apenas dos años después de haber ganado el OSCAR, cuando su carrera estaba en la cúspide, Grace tomó una decisión que cambió su vida para siempre: abandonó Hollywood para casarse con el Príncipe Rainiero III de Mónaco.
Grace y Rainiero se conocieron en el Festival de Cannes en mayo de 1955 y la química entre ambos fue instantánea, por lo que iniciaron rápidamente un romance. Mientras que ocho meses después de su noviazgo, en enero de 1956, se anunció su compromiso.
Así pues, en menos de un año, la actriz renunció al cine para embarcarse en una nueva vida como princesa consorte de Mónaco. En tanto que su enlace matrimonial, celebrado el 19 de abril de 1956, fue descrito como la “Boda del Siglo” y seguida por millones en todo el mundo.
La entonces novia lució un vestido diseñado por Helen Rose, de la MGM, que se convirtió en uno de los más icónicos de todos los tiempos. Por lo que con su ingreso a la realeza, Grace transformó el pequeño principado monegasco en un centro de glamour, atrayendo a celebridades y personalidades de todo el mundo.
Sin embargo, su vida en el principado no fue un cuento de hadas. De hecho, no se llevaba bien con la familia de su esposo, especialmente con su suegra y su cuñada, la princesa Carlota Grimaldi y Antoinette Grimaldi, respectivamente, ya que ellas siempre tuvieron una actitud distante hacia la estadounidense.
También, el hecho de que Grace se alejara de la actuación provocó problemas en su matrimonio ya que a Rainiero nunca le gustó la idea de que su mujer trabajara. Por lo que Kelly dedicó su vida tanto al principado como a sus hijos que tuvo con el príncipe: Carolina, Alberto y Estefanía.
Además, se involucró activamente en causas filantrópicas, como el impulso a las artes y la creación de la Fundación Princesa Grace, con la que impulsó el famoso Baile de la Rosa. Una gala anual en la que se busca recaudar fondos para la fundación y que le devolvió a Mónaco esa visibilidad mediática que solo una estrella de Hollywood como ella podía lograr.
Pero la vida de la princesa Grace terminó de manera trágica en 1982, a causa de un accidente de tráfico. Hasta donde se sabe, ella conducía su automóvil cuando se precipitó por un barranco de unos 40 metros de profundidad cerca de Mónaco.
Su muerte dejó un vacío en el mundo y una leyenda inmortal que hoy, a 95 años de su nacimiento, sigue siendo recordada como un símbolo de elegancia y un ícono que dejó su huella en dos mundos distintos, pero unidos por su glamour eterno.