Si bien, es mucho más popular el designio de “síndrome de la hermana mayor”, otorgado a todos aquellos primogénitos que tienen tendencia a ser hiperresponsables y autoexigentes, también existe una antítesis marcada por los complejos generados a partir de haberse desarrollado en una educación hogareña desigual.
El llamado “síndrome de la hermana menor”, también llamado “síndrome de pulgarcito”, haciendo referencia al personaje del mismo nombre, quien a pesar de su tamaño logró demostrar todas sus capacidades, tiene que ver con una baja autoestima y la constante necesidad de reafirmar la valía personal por medio de acciones pretenciosas o disruptivas que logren llamar la atención.
De acuerdo con el libro “La psicología analítica de Jung y sus aportes a la psicoterapia”, quien interpreta el papel de Pulgarcito en el núcleo familiar, suele llevar una carga emocional muy pesada para compensar “su baja estatura” y generalmente este papel recae sobre el miembro más pequeño de la familia.
El caso de la princesa Leonor y la infanta Sofía
Tal como los príncipes William y Harry, un ejemplo algo radicalizado, las dos hijas del rey Felipe VI y Letizia Ortiz son el ejemplo perfecto para profundizar acerca de las relaciones entre los hermanos mayores y los menores.
Como bien es sabido, la princesa Leonor, nacida en 2005, es la primogénita de los reyes de España, y a partir del 2014, cuando su padre asumió el trono, se convirtió en la primera en la línea de sucesión, lo cual augura que en el futuro será la máxima monarca en el reino español.
Por su parte, Sofía de Borbón, nacida en 2007, llegó al mundo con el título de “infanta”, lo cual, indirectamente supone su nula posibilidad de ascender al trono y la coloca en situación de inferioridad con respecto a su hermana. Además, de que por protocolo, el hecho de no ser una princesa siempre obliga a Sofía a mantenerse detrás de su hermana en actos públicos, como ya se ha podido observar en diferentes eventos.
Igualmente, como es posible observar en fotografías, desde que Leonor asumió el título de princesa de Asturias, debe posar siempre al lado de su padre, mientras que Sofía debe quedar relegada a los extremos de las formaciones, lo cual podría generar un efecto negativo en la autoestima de la menor y en su relación a futuro con su hermana.
Además, de las reglas de posicionamiento milenarias, se tiene registro de que al estar juntas, pocas veces se le ha observado a la infanta portar calzado con tacón, debido a que su altura de 1.75 metros, contrasta notablemente con la de Leonor, quien tan solo mide 1.62 y dicho factor podría opacar a la próxima reina de España.
Sin embargo, contrario al príncipe Harry, quien siempre se mostró como “rebelde”, probablemente ante la necesidad de poseer la misma cantidad de reflectores sobre él que su hermano mayor, la infanta Sofía ha mostrado un comportamiento impecable y mucho amor por su hermana, a quién siempre parece apoyar.
En conclusión, podríamos decir que, a pesar de las condiciones, por parte de Sofía de Borbón no hay síntomas de un “síndrome de hermana menor”, lo cual también podría atribuírsele a la crianza amorosa que han demostrado haber tenido sus padres con ella para que no sienta las diferencias evidentes en el trato que recibirá por parte de los demás al momento en que su hermana termine su formación para asumir el trono.
