A poco más de año de que el cuñado del rey Felipe VI pisara la cárcel, su vida está hundida, y es que aún le falta casi un lustro para obtener su libertad.
La situación actual
Quienes han sido testigo del desgaste emocional que ha sufrido el exduque de Palma, inculpado por fraude y corrupción por el caso Nóos, como los guardias que suelen acompañarlo cada día, pueden constatar que está en un túnel sin salida y a punto de la depresión no solo a causa del encierro y las desafortunadas condiciones en las que se encuentra, sino por el abandono evidente de su familia.
Sus hijos Juan, Miguel, Pablo e Irene, al igual que su esposa la infanta Cristina, no lo han visitado desde el pasado 24 de diciembre y únicamente convivieron con él durante 45 minutos. Los mayores viven fuera de España (el primogénito Juan estudia en Alemania y Pablo, en Londres) y los menores dependen de las decisiones de su madre.
Pero ese breve instante del año pasado fue, sin duda, la única alegría que Iñaki ha tenido en mucho tiempo y que lo ha mantenido a flote y empeñado en convencer al Tribunal Constitucional que puede colocarse la categoría de ‘tercer grado’ como prisionero.
Las leyes españolas establecen que los internos peligrosos, antisociales o incapaces de acatar las normas están en primer grado; en segundo (en el que está Iñaki) se encuentra el grueso de la población y una vez que son clasificados, como ha sido su caso, y cumplen con ciertos requisitos, pueden aspirar al tercero, el cual consiste en un régimen de semilibertad.
Para ello debe demostrar que tiene un empleo y un hogar donde vivir; si él lo acredita, podría salir del penal durante el día para laborar y volver al ocaso, mientras que los fines de semana los tendría libres, regresando los domingos por la noche. Y será este verano cuando su caso sea evaluado de nueva cuenta y quizá las leyes españolas puedan cambiar su suerte.
Al borde de la locura
La cárcel de Brieva es para que las mujeres purguen sus condenas, y ahí él es el único varón, pues tuvo el privilegio de seleccionar el sitio donde cumplir su encierro; según el diario español El Mundo, eligió este lugar con el objetivo de que la infanta Cristina, sus hijos y familiares que lo visitaran no pasaran por los estrictos procesos de revisión y de los que no se librarían ni siendo aristócratas. Otra de sus razones es que se ubica cerca del aeropuerto de Madrid, lo que facilitaría el arribo de sus seres queridos. Sin embargo, no todo salió según lo planeado, pues aunque se trata de un lugar seguro donde no tiene contacto con otros internos, eso es justo lo que ha deteriorado su estancia allí, y es que desde que llegó por su propio pie al reclusorio ha pasado sus días en aislamiento e, incluso, los guardias tienen prohibido hablarle más que para lo indispensable, situación que lo tiene, desde luego, al borde de la locura.
Esta es la razón por la cual ha solicitado a los funcionarios que tengan más contacto verbal con él, pues de lo contrario perderá la cabeza; las visitas de sus familiares son cada vez más espaciadas y la infanta Cristina, quien se había mantenido a su lado hasta en los peores momentos, lo ha abandonado poco a poco.
Su única salida ante el cautiverio
Recordemos que a lo largo de su vida, el yerno de los reyes eméritos ha sido un atleta de alto rendimiento e incluso llegó a destacar como campeón olímpico de balonmano, por ello, no es extraño que ante la soledad se refugie en la actividad física. Los guardias han revelado a diversos medios de comunicación, entre ellos el periódico El País, que Iñaki suele correr durante horas en la pista hasta el punto de quedar agotado y, desde hace meses, ha incluido en su rutina sesiones de bicicleta estática, instrumento de su propiedad que le fue permitido ingresar en el invierno pasado. Pese a que su suerte cambió de manera radical, abandonando su vida de lujos y tratos privilegiados, el exduque de Palma no ha perdido la fe en Dios, así que una parte de su tiempo lo dedica a orar, leer la Biblia y en ocasiones recibir la visita de un sacerdote.
No obstante, esos breves momentos en los que es posible entablar comunicación con alguien más no son suficientes y, aunque sus reportes de salud han salido positivos, a nivel emocional se encuentra al límite.
El quebrantamiento de un vínculo poderoso
El mundo atestiguó meses atrás el brutal distanciamiento de la infanta Cristina de los Borbón para apoyar ciento por ciento a su marido, encarcelado en el verano de 2018, sin duda, un golpe duro para ella, pero su fidelidad nunca estuvo en juego hasta que su actitud empezó a cambiar notoriamente a finales del año pasado durante la celebración del 80 aniversario de la reina emérita Sofía, cuando la infanta regresó como hija pródiga a los actos oficiales de la familia real y volvió a acercarse a su padre igual que en los viejos tiempos, al grado de que se llegó a decir que Cristina había visitado al abogado Miquel Roca para que se hiciera cargo de los trámites de divorcio, lo cual más tarde fue desmentido por el legista.
De manera paradójica, la reina Sofía, quien fue la única que se mantuvo al lado de los Urdangarin cuando Iñaki entró a prisión, aun a costa de causarle un enfado a su hijo favorito el rey Felipe VI y a su no tan querida nuera Letizia, se ha alejado de su hija. El periódico español El País lo adjudica a que siempre ha defendido la institución del matrimonio y no es partidaria del divorcio ni mucho menos de dejar de cumplir los votos nupciales, por lo que habría esperado que Cristina se mantuviera cercana a su esposo.
Desprecio real
En cambio, el modo de actuar de la infanta le ha valido ganarse la simpatía de su cuñada Letizia, y para la actual reina de España ver a Iñaki en cautiverio y en condición de abandono es la mejor estrategia para vengarse de quien en sus días de novia del entonces príncipe Felipe, la humilló por ser plebeya y no la consideró digna de formar parte de la familia real; basta recordar que fue él mismo quien en complicidad con su socio Diego Torres pagaron el anillo de compromiso de Letizia con la tarjeta de crédito de Nóos, pues Felipe lo había seleccionado en línea y le pidió a su cuñado que se hiciera cargo de recogerlo, porque sus múltiples compromisos le impedían hacerlo él mismo. Iñaki asumió el gasto y lo ofreció como un regalo para la novia, aunque el príncipe no tenía conocimiento de lo que había atrás de tanta amabilidad.
Ese detalle es una de las razones por las cuales Letizia desprecia a su concuño, ya que ello ha ocasionado que desde que esta información quedó al descubierto durante la investigación, la monarca no pueda hacer uso de la joya. El periodista y biógrafo de la realeza española, Jaime Peñafiel, ha señalado en diversas ocasiones el odio que la monarca siente contra la familia real, incluido Iñaki, y afirma que ha sido la mano que mece la cuna en este escandaloso caso, incluso prohibiendo que los miembros de la familia acudan a visitarlo a la cárcel.
La luz al final del túnel
A pesar del momento difícil por el que atraviesa Urdangarin, hay algo que lo mantiene a flote: el hecho de que su hijo mayor Juan Valentín le ha plantado cara a la reina al organizar visitas al penal, según afirma Peñafiel.
Es el nieto consentido de la reina emérita Sofía y aún no le perdona a su tía Letizia el desplante a su abuela durante la misa de Pascua en la Catedral de Mallorca el año pasado, ni tampoco el desprecio que ha llegado a mostrar a sus hermanos y a su madre. La suerte de Iñaki está echada y hasta hoy no tiene otro camino que cumplir su sentencia y aprovechar cada oportunidad para recibir la visita de sus familiares. De su relación con Cristina la moneda está en el aire, por un lado los mantiene unidos el amor que ambos se profesan y, por otro, la necesidad de ella de recuperar a su familia, lo cual solo podría lograr si se aleja de su esposo, porque su situación legal mancha el honor de la Casa Real, un hecho que los reyes Felipe VI y Letizia no permitirán porque se pondría en riesgo la permanencia de la monarquía. ¿Quién ganará en esta historia? Solo la paciencia, la fuerza de voluntad y la lealtad serán las que definan el futuro de esta relación y la salud mental del exduque de Palma.
Crónica de un encierro
18 de junio de 2018
Iñaki se presenta de manera voluntaria en la prisión de Brieva para cumplir con su sentencia.
24 de junio de 2018
La infanta Cristina visita por vez primera a su esposo.
7 de noviembre de 2018
Los rumores de que la infanta Cristina prepara los trámites de divorcio son desmentidos por el abogado Miquel Roca.
Diciembre de 2018
La exduquesa de Palma se refugia en sus padres, pero sus visitas al reclusorio y su comunicación con Iñaki se vuelven más espaciadas.
15 de enero de 2019
Iñaki cumple 51 años de edad en la mayor indiferencia, su único regalo fue hacer una llamada con duración de cinco minutos.
14 de marzo de 2019
El Tribunal Constitucional rechaza el recurso de amparo que presentó Urdangarin para reducir su pena, la cual se mantiene en cinco años y 10 meses, de los que cumplirá el primer año.