Aunque el ejercicio de su sentido del deber y responsabilidad siempre demostró su compromiso con la Corona británica, Isabel II no fue una mujer cuyo destino hubiera sido claro desde que nació, pues a diferencia de otros monarcas, ella no siempre estuvo llamada a reinar.
En realidad, la vida de la fallecida reina tuvo un cambio radical antes de la Navidad de 1936, cuando su abuelo, Jorge V, murió y su tío Eduardo VIII lo sucedió como rey. En ese momento, Isabel pasó a ocupar el segundo puesto en la línea de sucesión al trono después de su padre, el duque Alberto de York.
Sin embargo, ese mismo año, el 10 de diciembre de 1936, el entonces rey Eduardo decidió firmar el instrumento de su abdicación, con lo que se iniciaba oficialmente el proceso de dejar el trono y renunciar a sus privilegios. Fue entonces, que la llamada princesa Lilibet tuvo que asumir su rol de heredera.
El 24 de diciembre de ese año, la mentalidad de Isabel cambió para siempre, pues nunca volvería a vivir una Navidad como un miembro de la realeza secundario.
¿Por qué Eduardo VIII abdicó al trono, provocando así el reinado de Isabel II?
A sus 42 años, Eduardo había reinado menos de un año, tras ascender al trono en enero tras la muerte de su padre. Sin embargo, el amor por una joven socialité hizo que tomara la decisión de abandonar su rol como nuevo monarca.
El nombre de la mujer que propició la abdicación del tío de la reina Isabel era Wallis Simpson, una estadounidense divorciada, cuyo perfil escandalizó al reino y causó una crisis constitucional, después de que Eduardo decidiera pedirle matrimonio.
La historia marca que a pesar de que legalmente tanto Wallis como Eduardo podían casarse, los ministros le recomendaron al rey que no lo hiciera, ya que el pueblo jamás aceptaría a su mujer como reina; como monarca constitucional Eduardo estaba obligado a aceptar el consejo de los ministros.
Jorge V había expresado sus opiniones acerca de su hijo mayor: “Ruego a Dios que mi hijo mayor nunca se case ni tenga hijos, para que nada se interponga entre Bertie y Lilibet y el trono”. Sin embargo, el tío de Isabel se negó a dejar a la mujer que amaba.
Finalmente, tras pasar la Navidad de 1936 bajo el conocimiento de su nuevo rol como rey, el padre de Isabel II y su esposa, Isabel Bowes-Lyon “la reina madre”, fueron coronados el 12 de mayo de 1937, la cual era la fecha elegida originalmente para la coronación de Eduardo.