Los tatuajes en la realeza no son algo común, aunque hay sus excepciones como Federico de Dinamarca y su tiburón, o lady Amelia Windsor y su tigre en el hombro, sin embargo, un royal español, abuelo de Felipe VI, llevó con orgullo diseños en ambos brazos.
Se trata de Juan de Borbón, conde de Barcelona, quien durante su juventud se realizó dos llamativos dragones con tinta, los cuales nunca trató de ocultar, pues eran el recuerdo de días muy importantes en su vida.
El abuelo de Felipe VI con tatuajes en ambos brazos
Fue durante una entrevista en 1982 con el programa ‘30 Minuts’ de TV3 de España, que Juan de Borbón reveló la razón detrás de sus tatuajes, los cuales lució con orgullo hasta el día de su muerte el 1 de abril de 1993 a los 79 años de edad.
Sin embargo, fue hasta después de su fallecimiento que dicha entrevista vio la luz, donde el conde de Barcelona abrió su corazón y reveló detalles inéditos sobre sus días de juventud antes de la Guerra Civil española (1936-1939).
Entre sus relatos, el abuelo de Felipe VI recordó los orígenes de su pasión por el mar, el cual nació durante los veranos en el Palacio de La Magdalena. “Allí surgió mi afición marinera y mi gusto por la navegación”.
La historia detrás de los tatuajes de Juan de Borbón
Juan de Borbón no ocultaba sus tatuajes, dos dragones, para él, eran un recordatorio de sus días como marinero, una época que siempre recordó con cariño.
“Me los hice en el año 32, cuando solo tenía 19 años. En aquella época era muy normal, muy de marino. El que pasaba por oriente, se los hacía. Hoy en día es menos común”, confesó en entrevista.
Ingresó a la Escuela Naval Militar a finales de los años 20, sin embargo, luego de las elecciones de 1931 y la proclamación de la Segunda República, tuvo que continuar con su formación en la Marina Real británica, la Royal Navy.
Pasó dos años en un barco inglés y fue ahí, cuando era muy joven, que se tatuó los dos dragones, el del brazo derecho de origen indio, y el del brazo izquierdo con inspiración china.
Estos tatuajes no fueron cosa sencilla, fue un trabajo que requirió seis horas y seis mil puntadas.
Fue en barco a la coronación de la reina Isabel II en 1953, y fue en ese mismo barco que conoció a la entonces princesa Sofía de Grecia. Después, volvió a subirse a la misma embarcación para asistir a la boda de su hijo, Juan Carlos con Sofía en Atenas.
Los años pasaron y los tatuajes marineros dejaron de ser tan comunes, pero el tercer hijo de Alfonso XIII jamás los ocultó, los llevó con orgullo hasta su muerte, igual que su amor por el mar, pues cada año solía recorrer 5 mil 700 millas marinas.