Fue conocida por su temperamento intempestivo, corazón altruista y debilidad por los hombres, así como su amor por el ballet y la moda.
La hermana menor de Isabel II renovó la etiqueta en la corte con su modo audaz de percibir la vida.
Tal vez por eso su padre, el rey Jorge VI, expresó: “Lilibeth es mi orgullo, pero Margarita, mi alegría”. Dejó claro que “Margot”, como la conocían en casa, nació para brillar cual estrella en el panorama real.
Su partida ocurrió hace 18 años y el 21 de agosto de 2020 se cumplen 90 de su natalicio; sin embargo, Margaret Rose Windsor, princesa de Reino Unido, dejó una huella imborrable en la historia al romper el molde desde el momento en el que nació, ya que fue la primera integrante de la realeza británica nacida en Escocia en 300 años, el 21 de agosto de 1930, y también la primer miembro de la familia real en ser incinerada, el 9 de febrero de 2002.
La royal vivió una trayectoria fantástica, que incluyó una infancia modesta, una juventud acechada por los paparazzi, escandalosos romances con grandes personalidades (Mick Jagger, Peter Sellers o Warren Beatty), un gusto desmedido por las pieles de zorro blanco, los cigarrillos Raleigh y el vodka tonic, así como episodios de fragilidad física y mental que la marcaron hasta el final de sus días, revelándonos a una mujer de carácter fuerte con acordes emocionales sublimes, lo cual inspiró a otras grandes mentes, como el dramaturgo J.M. Barrie y la misma Helena Bonham Carter, quien afirma haber recibido retroalimentación de la difunta princesa por medio de una médium para construir su personaje más notable en los últimos años: el de Margarita, en la serie The Crown.
Su salto a la fama
Cuando su padre, Jorge VI, falleció el 6 de febrero de 1952, las hermanas Margarita e Isabel emergieron como figuras principales ante una nación huérfana. Comprendieron que debían hacerse cargo del presente, inyectando esperanza y juventud a Gran Bretaña. Sin embargo, para la enigmática royal esta pérdida significó un luto doble, porque no sólo había fallecido el hombre que más admiraba, sino que ahora también debía renunciar a su más grande amor: Peter Townsend, un apuesto oficial de la fuerza aérea británica, 16 años mayor que ella y con quien pretendía casarse.
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Además, la joven debió madurar con prontitud, pues su vida entera iba a estar expuesta y todas sus decisiones se valorarían por su hermana, a quien proclamaron reina, y el Parlamento. Atrás se quedaron los años de tranquilidad en el castillo de Glamis, Escocia, o sus escapadas por los suburbios de Londres con sus amigas para ir a clubes nocturnos de jazz; ahora su agenda estaría dictada por toda clase de protocolos, donde brillaría y chocaría a la vez, dejando su huella, ganándose el adjetivo de ‘rebelde’ y ‘reformadora’ entre la prensa por su comportamiento poco habitual ante lo que debe ser un integrante de la realeza, sirviendo de ejemplo para otras mujeres extraordinarias, como Diana de Gales o Meghan de Sussex.
El nacimiento de una it girl
Para cuando Margarita logró sacudirse la inmensa tristeza del fracaso de sus planes matrimoniales con Townsend por ser divorciado, la joven comenzó a f lorecer, llamando la atención por sus rasgos exquisitos, delicado talle y buen gusto. Fue entonces que a la hermana pequeña de Isabel se le empezó a solicitar en toda clase de eventos sociales dentro y fuera de Inglaterra: aperturas de museos, carreras de caballos y múltiples fiestas.
Así, al revelar su gusto por la danza, el canto y todo tipo de diversiones, a la joven se le empezó a llamar it girl, acaparó la atención de todos los presentes con su 1.55 m de estatura, y llenó así salones y palacios completos.
El discreto encanto de la princesa Margarita
Publicaciones, como Petticoat, la aclamaban por ser un rostro sofisticado con espíritu libre, al mezclar vestidos Dior con piezas antiguas del tesoro real, así como sumar pieles y plumas de animales exóticos a sus estilismos, convirtiéndose en gurú de su propia generación y de las venideras.
“Nunca me ha gustado el tono formal de la corte, pero Margarita era poderosa, recuerdo recortar su imagen de las revistas de moda para hacer muñecas de papel con mi hermana Olga”, reveló la diseñadora Vivienne Westwood en el documental Punk, Icon, Activist.
Moda, martinis y matrimonio
Aun cuando la menor de las Windsor afirmara que su vida previa al matrimonio fue mejor, todos sus actitudes apuntaban hacia lo contrario: su desgano por asistir a eventos oficiales, acatar los designios de su hermana y las críticas de sus detractores dentro y fuera de la corte la aburrían más de lo imaginable. Por ello, desde los 23 hasta los 29 años, Margarita inició una rutina de ‘calentamiento’ para soportar los embates diarios. Ésta incluía desayuno en la cama, dos o tres periódicos, baño de burbujas, el famoso martini Pick-me-up, almuerzo con la reina madre y fittings con sus modistos de cabecera: monsieur Dior y Norman Hartnell, quienes contribuyeron mucho al aspecto de la royal y a su desenvolvimiento social, como afirma la cronista de la realeza Danielle Stacey, del diario Mirror.
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“Antes de ella no se concebía que las mujeres de la nobleza usaran ropa ajustada, fumaran en público o hicieran evidente su incomodidad en eventos, como lo hizo ella. De alguna manera, ser tan abierta con sus emociones es lo que contribuyó a que creciera su fama de rebelde, misma que sirvió de atractivo entre Anthony Jones-Armstrong y la princesa, que resultó en un matrimonio ardiente y complicado”.
En ese sentido, algunos periodistas especializados en la monarquía concuerdan que la unión entre el plebeyo y Margarita fue su momento de mayor esplendor y degradación, pues experimentó con su estilo, sexualidad y encuentros con celebridades; sin embargo, su relación no fue perfecta, la ahora flamante condesa Snowdon se convirtió en un personaje de grandes claroscuros, donde cada uno de sus movimientos se publicitaba sin piedad. Pasó de ser it girl a “princesa libertina”, por su creciente adicción al alcohol y al tabaco, además de su pésimo comportamiento, sorprendiendo al mundo con sus fluctuantes cambios anímicos. Margarita no era una mujer de medias tintas. Afrentó a Grace Kelly durante una cena de Estado al decirle que “no tenía el aspecto de una estrella de cine” y opacó abiertamente a la primera dama de Estados Unidos cuando visitó aquel país por vez primera en 1965, y cautivó de inmediato al presidente Lyndon Jonhson, quien hizo visible su encanto por la condesa durante una gala.
Esas y mil anécdotas más aderezaron el volátil matrimonio de Lord y Lady Snowdon, quienes pusieron en jaque a Buckingham en poco más de una ocasión por su escandaloso estilo de vida, siendo las mutuas infidelidades el motivo de la separación. Se rumora que Anthony no sólo la engañó con mujeres, sino con algunos hombres como relata el polémico libro Ma’am Darling, de Craig Brown.
Lejos de Londres y cerca del Edén
Para cuando se divorció de Snowdon en 1978, Margarita ya enfrentaba varios problemas de salud, entre ellos cáncer y depresión, por lo que viajó a su propiedad caribeña en la isla Mustique para dedicarse tiempo a sí misma. La prensa la acechaba con regularidad por haber traído ‘deshonor’ a la familia al ser la primera royal de línea directa en divorciarse desde su ancestro Victoria Melita de Edimburgo en 1901. Por esta razón, la solitaria condesa buscó otra clase de refinamientos que no involucraran códigos rigurosos de etiqueta: actividades con sus hijos David y Sarah; visitas de sus amigos, como como Barbra Streisand, y nuevas oportunidades al amor de la mano del paisajista Roddy Llewellyn, con el cual nunca aclaró su estatus sentimental, pero que sin él la recuperación habría sido imposible.
Con el tiempo, la princesa fue desapareciendo de la vida pública, sólo atendió eventos importantes, como el cumpleaños 101 de su madre, aunque nunca abandonó su efervescente personalidad que añadió glamour y osadía a la más tradicional de las monarquías, ganándose el título de reina del chic i formal por su avasallante personal idad y esti lo desenfadado.