El 29 de abril de 2011 millones de personas en todo el mundo presenciaron la boda del príncipe William y Kate Middleton. Y aunque todo parecía perfecto, nueva información sugiere que hubo un detalle en particular de ese día que no terminó de convencer a la reina Isabel II.
Según reveló la profesional de lectura de labios Tina Lannin para CBS News, mientras la reina salía de la ceremonia junto a su esposo, el príncipe Felipe, le susurró un escueto pero revelador comentario: “Fue excelente”. Sin embargo, justo después, y ya en la escalinata de la Abadía de Westminster, habría hecho una observación mucho más específica y crítica.
¿Qué fue lo que no le gustó a Isabel II de Kate Middleton y el príncipe William?
Lannin asegura que a la reina Isabel no le gustó el carruaje que eligieron William y Kate para salir de la iglesia. Aunque majestuoso, la monarca no habría estado de acuerdo con la elección del vehículo, y le habría dicho al duque de Edimburgo: “Quería que usaran el carruaje más pequeño”, según descifra la experta.
William y Kate eligieron para su salida el 1902 State Landau, un carruaje abierto, tirado por seis caballos, con tapizado en satén carmesí y escudos reales en sus paneles. Una joya histórica reservada solo para ocasiones de gran pompa y, curiosamente, el mismo que usaron Carlos y Diana en su boda en 1981, y Sarah Ferguson cuando se casó con el príncipe Andrés en 1986.
La reina Isabel, por otro lado, habría preferido el icónico Glass Coach, un carruaje cerrado, más íntimo, pero no menos simbólico. ¿La razón? No solo por ser más tradicional o pequeño, sino por el valor emocional que tenía para ella: fue el mismo que la llevó a ella y a Felipe en su boda en 1947.
Más allá de este detalle que no terminó de encantarle a Isabel II, el día fue un éxito rotundo. La reina, según el biógrafo Andrew Morton, estaba “prácticamente saltando de alegría”. Algo que parece bastante lógico, ya que este enlace no solo consolidaba la imagen pública de una nueva generación real, sino que también parecía ayudar a darle una mayor estabilidad a la institución monárquica tras décadas de escándalos a causa de los divorcios de los hijos de Isabel II.
Así, los besos de los príncipes de Gales en el balcón del Palacio de Buckingham, y los vítores de la multitud terminaron por sellar un día inolvidable. Pero para la reina, tan amante de la tradición y de los pequeños símbolos, el carruaje que no fue quizá quedó como una de esas minucias que solo ella pudo notar.