La duquesa de Sussex demostró desde un principio que ella también era capaz de provocar lo que hasta entonces se conocía como el ‘efecto Catherine’ en referencia al toque mágico que posee su ahora cuñada para hacer que las existencias de cualquier prenda que se ponga se agoten en cuestión de horas. En el caso de la antigua actriz, el hecho de que se decante a menudo por prendas o accesorios dentro de un rango algo más asequible o que no han sido confeccionadas por modistos privados -a los que la esposa del príncipe William recurre cada vez con más frecuencia- ha conseguido aumentar aún más su tirón publicitario. Tan solo las gafas que lució en su primera salida con el príncipe Harry allá por septiembre de 2017 consiguieron que la marca, Finlay & Co., recaudara 26 mil dólares en un solo día vendiendo ese mismo modelo después de que ella se las pusiera para presenciar un partido de tenis en silla de ruedas en el marco de los Juegos Invictus de Toronto.
La futura mamá es muy consciente de ese ‘superpoder’ y parece haberse propuesto utilizarlo para el bien, dando promoción a diseñadores que apoyan causas humanitarias y echando de paso una mano a conocidos. De cara a esa aparición que supuso su ‘presentación’ oficial como novia de Harry se decantó por una camisa blanca de corte masculino que pertenecía a la firma de su amiga Misha Nonoo, y esa no ha sido la única ocasión en que ha obrado de esa manera.
“Ser diseñador es muy duro. Y para los canadienses resulta aún más difícil”, explica Jessica para justificar, o aplaudir, el considerado gesto de Meghan. “En ocasiones lo único que necesitas es ese empujón que lo cambiará todo. Si consigues que una celebridad se ponga uno de tus artículos, es como llegar a lo más alto, es una nueva forma de crear negocio”, insiste la empresaria y estrella de Instagram, que reconoce que ella misma trata de ayudar cuando puede a jóvenes diseñadores incluyendo sus creaciones en sus publicaciones de Instagram.