Todo por ambición
Es interesante indagar más acerca de estos matrimonios ‘arreglados’ en el libro To Marry an English Lord, de Gail MacColl y Carol McD. Wallace, y descubrir que las fortunas de muchas bisabuelas y abuelas de aristócratas de hoy, provienen nada menos que de América. La propia princesa Diana es descendiente de la adinerada neoyorquina Frances Ellen Work, quien salvó del fracaso al barón Fermoy, Jacobo Roche, con quien se casó y tuvo cuatro hijos. Uno de ellos, Mauricio, contrajo nupcias con Ruth, baronesa Fermoy, abuela de Lady Di. La verdad es que los estadounidenses de aquellos años eran ‘nuevos ricos’ y sus esposas, trepadoras sociales que soñaban con Europa e hicieron lo imposible por desposar a sus hijas con royals, ilusionadas por bordar en los monogramas de sus sábanas una coronita y ostentar el título de condesas o duquesas ¡y hasta de princesas o reinas! ¿El mejor ejemplo de ficción? La serie británica Downton Abbey, en la que Cora, la madre estadounidense de la familia, salvó el patrimonio de su marido con su fortuna. ¡Y cuya madre (Shirley McLaine) solía recordárselo a menudo!
El precio de convertirse en royal
Los ingleses, sin duda, estaban impresionados con estas jóvenes bien vestidas (¡tener un guardarropa hecho a medida por Worth Paris era un must tan pronto llegaban a Europa!), chicas más bien ingenuas, quienes traían consigo grandes dotes: el precio por obtener apellidos rimbombantes. Una vez concretado el enlace, el dinero era útil para arreglar sus antiguos palacios sin calefacción, con goteras y baños deteriorados. Y como ellas no podían vivir sin las comodidades que ofrecía su ‘adelantado’ país, pagaban todo. Pero las uniones no siempre eran legales, y es que en un mundo donde no había Google ni comunicaciones rápidas, muchos hombres fracasados conseguían títulos falsos, haciéndose pasar por aristócratas y mintiendo sobre su ‘pedigrí’.
Las herederas más famosas
La neoyorquina Jennie Jerome, editora de revistas, fue de las pocas que se casó por amor y lo hizo en 1874 con lord Randolph Churchill, segundo hijo del séptimo duque de Marlborough; con el tiempo llegó a ser madre de Winston Churchill, exprimer ministro de Reino Unido. Y Jennie fue pionera en el arte de arreglar bodas y presentar a sus amigas a nobles ingleses. Prueba de ello fue la cubano-estadounidense Consuelo Yznaga, quien se unió al vizconde Mandeville en 1876, y los rumores dicen que hasta fue amante del rey Eduardo VII.
En 1919, cuando la estadounidense Nancy Astor se convirtió en la primera mujer en sentarse en la Cámara de los Comunes del Reino Unido, evocó admiración, diversión y exasperación. Su relevancia política y social le mereció una figura de cera en el Museo Madame Tussauds en Londres.
Su incursión en Mónaco
Por las venas del príncipe Alberto de Mónaco y de sus hermanas Carolina y Estefanía corre sangre proveniente de América del Norte, pues son hijos de la icónica actriz de Hollywood Grace Kelly, pero también descienden (aunque no por lazos de sangre, sino por conexión familiar) de la famosa heredera Alice Heine, quien contrajo matrimonio en 1880 con el arruinado príncipe Alberto I de Mónaco. Hija de un banquero judío de Nueva Orleans y viuda del duque francés de Richelieu, Alice fue la segunda esposa de Alberto I, tatarabuelo del actual príncipe Alberto II, y llegó a ser una figura influyente en el ya empobrecido principado. ¿Curioso? La próspera Alice, toda una entrepreneur, introdujo a Mónaco la ópera y el juego, gastando una fortuna para arreglar y modernizar el espacio. Y cuando en 1902, cansado de sus constantes infidelidades, el príncipe Alberto I la maltrató en público, ella se marchó a París encantada de la vida y siguió su alegre vida sin problema alguno.
A la conquista del mundo
1. Mary Esther Lee llegó a ser princesa alemana Schleswig-Holstein-Sonderburg-Augustenburg, aunque nunca aprendió el idioma y apenas podía pronunciar su apellido. 2. Anna Gould, descendiente del potentado Jay Gould, fue marquesa de Castellane y más tarde duquesa de Sagan, conquistando así Francia. 3. La poderosa inglesa lady Maud Cunard en realidad nació en Estados Unidos y su nombre de soltera era Maud Alice Burke.
4. Al casarse en 1920 con el príncipe Cristóbal de Grecia y Dinamarca, Nonie “Nancy” May Stewart Worthington Leeds, hija de un comerciante de Ohio, se convirtió en la princesa Anastasia. ¡Era su tercer matrimonio! ¿Se imaginan? Y por las venas de la familia real griega actual también hay restos de su ADN. 5. Margaret Rockefeller Strong de Larraín, nieta de John D. Rockefeller, fue marquesa de Cuevas y ya muy mayor terminó casada con mi buen amigo el chileno, Raymundo de Larraín. 6. Barbara Hutton, heredera de F. W. Woolworth, protagonista de escándalos amorosos, se casó varias veces usando la fortuna de su familia y compró títulos: el de condesa von Haugwitz-Reventlow, en 1935; el de princesa por su enlace con Igor Troubetzkoy, en 1947, y el de baronesa von Cramm, en 1955.