Con plebeyas o con aristócratas, da igual con quién hayan decidido casarse los príncipes europeos de hoy. Los preparativos para el gran día son millonarios... ¡y muy extravagantes!
Si hicieran un concurso de la mejor boda de todas las casas reales del mundo, probablemente Inglaterra estaría entre las finalistas. Claro que la competencia estaría muy reñida, pues España, Bélgica, Noruega, Suecia, Luxemburgo, Mónaco, Holanda, Dinamarca, entre otros principados, han celebrado matrimonios por todo lo alto en los recientes años.
Un denominador común de todas estas monarquías es que las protagonistas de las historias, quienes llevan el vestido blanco con una larga cola y un suntuoso velo, son plebeyas. Pero las celebraciones repletas de lujo sí que no han tenido nada de plebeyas. Todas han sido bodas para la historia. Unas más cálidas y llenas de sentimiento, como la de Catherine y William de Inglaterra o Matilde y Felipe de Bélgica, y otras más sobrias y protocolares, como la de Letizia y Felipe de España.
Asimismo, las novias han tenido que pasar el fuerte escrutinio de sus pueblos, que no se miden en emitir sus opiniones sobre el vestido elegido para la histórica ocasión. Los grandes diseñadores del mundo se disputan la confección del mejor vestido de novia. Así, en 2011 tenemos, por ejemplo, a Kate Middleton con un vestido de Sarah Burton, diseñadora de Alexander McQueen; ese mismo año, Charlene Wittstock lo hizo vestida de Armani, en 1995 fue Marie-Chantal Miller quien se unió al príncipe Pablo de Grecia, con un ajuar de Valentino, mientras Matilde de Bélgica (en 1999) prefirió usar un modelo de Edouard Vermeulen. En cuanto a los novios se refiere, el protocolo de cada monarquía establece cuál será el atuendo oficial que llevará ese día, pero no hay duda de que son las novias el centro de la atención. Particularmente, cuando se ha dado todo un fenómeno de príncipes casándose con plebeyas.
Todo comenzó con los príncipes de Grecia y, luego, con los de España. Los desafiantes herederos de la corona no solo presentaron como prometidas a mujeres normales, incluso algunas con pasados escabrosos, sino que las convirtieron en sus esposas y futuras reinas de sus países. Así lo hicieron: Paul de Grecia (es príncipe en el exilio), Felipe de Bélgica, Guillermo Alejandro de Holanda, Federico de Dinamarca, Felipe de España y Haakon de Noruega; también William de Inglaterra, aunque antes de convertirse en rey lo será su padre Carlos. La nueva generación de sangre azul ha optado por unir sus vidas por amor y no por acuerdos entre familias aristócratas, como era costumbre en el pasado.
Otro denominador común es que los príncipes modernos han prolongado su soltería mucho más que sus padres. Este hecho ha provocado que a pocos meses de los enlaces, ya las diferentes casas reales han ido anunciando la llegada de los esperados herederos. Las familias siguen creciendo y pese a las exigencias del título y la corona, los matrimonios cada vez se acercan más a la realidad. Los antiguos palacios hoy día están llenos de niños que crecerán en un ambiente más moderno y más cercanos a sus pueblos.
FOTOGALERÍA: RECORDANDO ALGUNAS BODAS REALES