Recién comenzados los eventos en el marco de los Juegos Olímpicos de París 2024 han comenzado a surgir expectativas respecto a los futuros romances que podrían surgir a partir de esta cita deportiva, tomando en cuenta que en ocasiones anteriores dentro de la organización de esta efeméride periódica han surgido románticos flechazos que desembocaron en auténticos amores royal.
Respecto a los amores surgidos en el marco de las Olimpiadas, es casi obvio que la historia de amor entre Mary Donaldson y Federico de Dinamarca es la más conocida. Sin embargo, existen otros tres icónicos relatos que se acotan a una narrativa similar.
Nos referimos a los casos de la infanta Cristina con Iñaki Urdangarin; de Charlene y Alberto de Mónaco y al de Carlos XVI Gustavo y Silvia de Suecia.
Así que, si aún no te has adentrado a estas románticas historias de amor “olímpicas”, a continuación te presentamos su desarrollo, del cual ya conocemos algunos finales.
La historia de amor de la infanta Cristina con Iñaki Urdangarin en Atlanta 1996
Cuatro años antes de que Mary y Federico de Dinamarca se encontraran en Sydney 2000, en una cita olímpica previa, la hermana mayor del rey Felipe VI conoció al padre de sus hijos, Iñaki Urdangarin, quien en ese entonces formaba parte del equipo español de balonmano. Según el relato oficial, desde que la infanta se dispuso a darle la mano al equipo, quedó completamente prendada del rubio deportista, por lo que no dudó en seguirle la pista.
Su reencuentro se suscitó en una fiesta posterior al regreso de los equipos olímpicos a Barcelona, donde celebraron el haber llevado una medalla a casa. Fue en un bar llamado El Pou, donde se llevó a cabo este segundo cara a cara de los padres de Juan, Pablo, Miguel e Irene. Ahí intercambiaron números telefónicos y el resto es historia.
Charlene y Alberto de Mónaco: la historia de amor de una nadadora y un príncipe heredero
Otro relato romántico que parece sacado de una película es aquel protagonizado por Charlene Wittstock y el hermano de la princesa Carolina de Mónaco, quienes se acercaron en el marco de Sydney 2000. Ella era representante del equipo olímpico de natación, mientras que él era un representante del comité. En ese contexto surgió el chispazo de amor.
No conformes con haberse conocido en un contexto deportivo, estos royals decidieron oficializar su compromiso en los Juegos Olímpicos de Turín 2006.
Carlos XVI Gustavo y Silvia de Suecia se conocieron en Múnich 1972
Por último, cabe mencionar una historia que se remonta a muchas décadas atrás, pero cuyos vestigios aún se vislumbran, ya que esta historia de amor desembocó en un matrimonio duradero.
La entonces Silvia Renate Sommerlath trabajaba como azafata y su habilidad para los idiomas la llevó a formar parte del comité organizador de los Juegos de Invierno de Innsbruck, ahí fue donde la magia surgió y conoció al que sería su esposo y la llevaría a formar parte del selecto grupo de la realeza europea.