El mejor respaldo para una novia real con una boda pospuesta por una pandemia global y, sobre todo, por un padre desprestigiado, era el de la abuela, nada menos que ¡la reina de Inglaterra!
Si algo fue muy claro en la romántica boda de Beatriz de York es que ella es la nieta consentida de Isabel II. No podía ser de otra manera, es la primogénita de su hijo favorito, Andrés, hoy caído en desgracia por su amistad con Jeffrey Epstein, acusado de abuso sexual y quien apareció muerto en su celda el año pasado.
Con semejante antecedente, desde noviembre de 2019, cuando el príncipe Andrés fue retirado de sus deberes reales (básicamente quedó desterrado públicamente de la familia), se especulaba cómo iba a resolverse su presencia en la gran boda que planeaba Beatriz, comprometida con Edoardo Mapelli Mozi apenas en septiembre.
Algo parecía claro, la ceremonia no podría ser tan ‘vistosa’ como la boda de su hermana Eugenia, en octubre de 2018.
Además, el noviazgo de la princesa Beatriz con Edoardo fue cuestionado desde el principio, pues comenzó cuando él aún tenía una relación estable con la madre de su hijo, Dara Huang. Y, a pesar de ser un aristócrata de raíces italianas e inglesas, su relación con Beatriz se interpretó como un modo de encajar en los círculos top de Reino Unido porque, también, su carrera como corredor de bienes raíces ha sido cuestionada. Por si fuera poco, el título nobiliario de su padre no tiene validez oficial en Italia, el país de donde provienen.
Luego vino el Megxit, la pandemia de coronavirus y, con ello, el anuncio del retraso indefinido del enlace. El escenario no era alentador para la princesa.
El origen del vestido de novia de Beatriz de York
La relación de Beatriz y su abuela paterna era estrecha, resultó de fábula observar a Beatriz usar un vestido que fue creado para la fallecida reina por Norman Hartnell, modisto favorito de celebs y royals británicas entre los años 20 y 60 del siglo XX y quien diseñó los trajes de novia de Isabel (en el 47) y el de su hermana Margarita (en el 60).
La reina estrenó el vestido en una cena de Estado en Roma, en 1961, volvió a ponérselo en la premiere mundial de Lawrence de Arabia en diciembre del 62, y en el 66 lo usó en la apertura del Parlamento, uno de los actos institucionales más importantes del calendario británico. Fue así cómo este vestido se volvió una pieza icónica en el clóset de la reina y ahora su nieta le ha dado una mayor relevancia al convertirlo en traje de novia.
Ésta es una de las pequeñas grandes diferencias entre Beatriz y las anteriores novias Windsor cercanas a la reina, pues desde su hermana Margarita hasta su nieta Eugenia (hermana de Beatriz) todas usaron vestidos de novias hechos especialmente para ellas. La hija mayor de Andrés optó por este modelo vintage que, se rumora, fue elegido casi a última hora porque cambió de parecer respecto a su traje de novia.
Fue adaptado para ella por Angela Kelly, jefa de vestuario de la reina, y Stewart Parvin, el diseñador que hace la mayoría de sus trajes. Con las mangas de organza abollonadas que ellos le agregaron, la pieza fue perfecta en medio de la crisis, y el hecho de que Beatriz no haya gastado en un diseñador top por un vestido exclusivo seguramente ha sido muy bien visto por muchos británicos, que se volcaron en mensajes de afecto a la princesa por su boda.
Esto último habla también de una manera de ser muy british: aunque el prestigio de Andrés está destrozado, la gente no extiende esto a sus hijas, Beatriz y Eugenia gozan de buena reputación a pesar de que por años Beatriz fue conocida como “la princesa que siempre estaba de vacaciones” y sin un trabajo que la hiciera ver como una mujer independiente. Recordemos que las hijas de Andrés no reciben un sueldo del erario inglés porque no cumplen actos oficiales de la familia real, aunque a veces asistan a ellos. Su padre, que sí recibía un sueldo por parte del Estado, las mantenía.
La boda de Beatriz de York un celebración especial
Otro signo del invaluable aprecio entre nieta y abuela se revela en la tiara que la fallecida monarca le prestó a Beatriz, una joya especial que sólo han usado reinas y una princesa real: la reina María, la reina madre, Isabel II y la princesa Ana.
Imaginemos el valor sentimental y hasta histórico de la tiara Fringe, además la monarca no se la prestó a Diana ni a Kate, y menos a Meghan, solo Ana y hoy a Beatriz. La tiara está formada por 47 barras de diamantes divididas por puntas de metal.
Beatriz pudo usar la tiara de York que la reina y el príncipe Felipe mandaron hacer como regalo de bodas para Sarah Ferguson, mamá de la princesa, cuando se casó con Andrés en 1986 porque, se dice, ella no tenía joyas familiares que lucir. De esta manera, la novia pudo haber contado en un día tan especial con una pieza de su madre; sin embargo, no fue así, y esto nos lleva a uno de los temas más delicados del enlace: la ausencia de Fergie y Andrés de las fotos oficiales.
En la boda se dio prioridad a la reina y su esposo, abuelos de Beatriz, y no a los padres de la novia. Por supuesto, aunque no los vimos en las fotos oficiales, Fergie y Andrés acompañaron a su hija. Él la entregó y leyó un discurso en la recepción de acuerdo con la revista People. El desprestigio de Andrés es monumental y afectó a su hija, sin embargo, la reina supo resolver muy bien la situación arropando a Beatriz en todo sentido.
A diferencia de la imponente Abadía de Westminster (donde se casó Kate Middleton), de la señorial Catedral de San Pablo (escenario de la boda de Diana de Gales) o de la bella Capilla de San Jorge en el castillo de Windsor (lugar en el que se casaron Meghan y Eugenia), la Capilla Real de Todos los Santos de Royal Lodge (sitio en el que Beatriz creció) es apreciada por Isabel II porque no está a la vista de todos como los sitios anteriores. A ella acudía la reina madre y ahí fue velada en 2002.
Su sencillez, historia y vínculo tanto con la reina como con Beatriz la hicieron el sitio ideal para la boda, además de que está ubicada en Windsor, la ciudad en la que la reina se ha refugiado durante la pandemia debido a su edad y, por tanto, no haría un traslado largo.
Según People, hubo aproximadamente 20 invitados en la ceremonia y 30 en la recepción, el número permitido por las autoridades debido a la pandemia. Daily Mail reportó que se instaló un castillo inflable y que los asistentes continuaron el festejo en la noche haciendo glamping.
Al final, a pesar de las circunstancias, los escándalos y los constantes cambios, Beatriz celebró la boda más Windsor en décadas por los simbolismo que encerró (lo especial del vestido, la tiara y el contexto); además la ubicó en el rol que por su ascendencia le corresponde como una princesa de cuna. Seguramente no le envidia nada a las fastuosas (y millonarias) bodas de sus primas políticas y de su propia hermana.