Hablar de los Grimaldi evoca inmediatamente a la imagen de la princesa Carolina de Mónaco y no precisamente la del príncipe soberano Alberto II, aunque técnicamente él sea el líder oficial del principado, junto con su esposa, la extravagante princesa y ex nadadora Charlene. Ante lo cual muchos parecen estar inconformes, incluso asustados, debido a la imagen poderosa que proyecta la royal de Hannover, aún sin un título protagónico.
El ex asesor de los Grimaldi, Claude Palmero, es uno de los principales actores que se ha visto intimidado por la imagen y popularidad de Carolina, por lo cual se dice que se ha convertido en uno de sus peores enemigos, al intentar coartar la libertad de acción de la princesa sobre el principado con acciones como la limitación de su presupuesto.
Sin embargo, la primogénita de Grace Kelly y Rainiero III no ha dado paso atrás y a continuado brillando, aún desde las sombras, haciendo incluso que muchos la consideren como la soberana no oficial de Mónaco, tal y como su padre lo hubiera querido en algún momento, cuando antes de morir intentó modificar los estatutos de la línea sucesoria.
Carolina de Mónaco, la princesa que no llegó a ser soberana
La princesa Carolina siempre fue intrépida, probablemente por herencia de su legendaria abuela Carlota Grimaldi, y esto siempre notado por su padre, el príncipe Rainiero, quien en los últimos años de vida intentó dejar todo listo para que fuera su primogénita y no Alberto II quien mandara en Mónaco.
La idea del padre de Carolina era modificar los estatutos de sucesión en beneficio de Andrea Casiraghi, hijo mayor de Carolina, quien en ese entonces era menor de edad para poder ejercer la soberanía. Mientras que en dichas modificaciones se dejaba relegado a Alberto, quien por sus dinámicas parecía ser un eterno soltero, lo cual cambió cuando Charlene Lynette Wittstock apareció en el panorama.
Sin embargo, por las complicaciones que representaba el cambio y el miedo que causó a muchos asesores el gran poder que ejercería Carolina, los estatutos siguieron la tradición y Alberto asumió el trono al morir a su padre, dejando a la royal más fashion con todas sus ilusiones rotas y un panorama en el que ella no ha tenido de otra más que acotarse a tener un papel secundario en Mónaco, aunque en el fondo sabe que es ella la cara principal de la dinastía.
El mito popular cuenta que Carolina de Mónaco sigue resentida ante la imposibilidad de llegar a mandar en el principado, por lo que mantiene una fuerte rivalidad con Charlene e incluso podría llegar a sentir envidia de sus pequeños sobrinos, los mellizos Jacques y Gabrielle, aunque en público demuestre que ambos son su adoración.