El matrimonio de Carlota de Mecklemburgo-Strelitz y el Rey Jorge III del Reino Unido, estuvo marcado por una enfermedad mental del monarca y la presión que sentía para tener tantos hijos.
Pero su amor era genuino y se presume que era de las pocas parejas de la realeza británica que realmente se amaban, Sin embargo, las crisis y ataques que tuvo su esposo, hicieron que Carlota fuera considerada para encargarse temporalmente de la Corona.
La historia de amor de Jorge III y Carlota
La joven Princesa Carlota de Mecklemburgo-Strelitz provenía de una región rural de Alemania y a los 17 años partió de su país natal hacia Inglaterra, para conocer al rey Jorge III en 1761.
Según los registros, se casaron el mismo día que se conocieron y en menos de un año después, nació el primero de los 15 hijos que tuvieron, de los cuales dos murieron antes de llegar a la vida adulta.
Se sabe que la vida en la corte no fue fácil para Carlota, pues chocaba con las normas aristócratas y la idea de tener muchos herederos la hacía sentir agobiada.
Según los registros, Jorge III era un esposo devoto y ambos vivían muy felices. Pero todo cambió cuando el Rey comenzó a tener ataques de locura, como lo definían los médicos de la época.
La locura del Rey Jorge
A los pocos años de matrimonio, el rey Jorge III empezó a experimentar ataques de locura que lo imposibilitaban para ejercer su cargo, por lo que los consejeros propusieron que Carlota ocupara el trono temporalmente.
Pero estos ataques fueron más constantes e intensos en la década de 1780. El deterioro de su salud mental era evidente y llegó a sufir depresión, alucinaciones y convulsiones. Incluso, llegó a agredir sexualmente a miembros de la familia real, según algunos historiadores.
Su situación empeoró y los médicos tuvieron que aislarlo para que no fuera una amenza para Carlota y su familia. Esto hizo que nombraran a su hijo Jorge como Príncipe Regente, quien después se convertiría en Jorge IV. Mientras que ella sería la tutora de su marido por el resto de su vida.
Carlota se vio muy afectada por la condición del rey, al grado de que estaba “casi dominada por un terror secreto”, según Francis Burney, uno de sus asistentes. “Me afecta más allá de toda expresión en su presencia, ver qué luchas hace para mantener la serenidad”.
Ella murió en el Palacio de Kew en 1818, rodeada de dos de sus hijas y separada de su esposo, quien falleció dos años después en el Castillo de Windsor y, debido a su condición, ni siquiera se dio cuenta de la muerte de su esposa.
Aunque no se sabe con exactitud que enfermedad tenía, los científicos creen que sufría porfiria, mientras que otros apuntan que pudo haber padecido trastornos de bipolaridad.
