Con su batalla contra el cáncer, el rey Carlos III ha tenido que renunciar a una de sus mayores pasiones: el esquí. Un deporte que no solo representaba una tradición en su vida, sino también un vínculo especial con sus hijos, los príncipes William y Harry. Esta pérdida simboliza un cambio significativo en su rutina y un golpe emocional en un momento de gran fragilidad para el monarca.
El esquí, una pasión compartida de Carlos III y sus hijos
Desde su juventud, Carlos fue un entusiasta del esquí, un deporte que practicó con regularidad en estaciones exclusivas como Klosters, en Suiza. Durante décadas, este destino alpino fue testigo de sus escapadas invernales, muchas de ellas acompañado de sus hijos, quienes crecieron disfrutando de la nieve junto a él.
Tanto William como Harry heredaron su amor por el esquí y, en su juventud, compartieron numerosos viajes familiares a las pistas, consolidando una tradición que parecía inquebrantable. Sin embargo, según informó recientemente el Daily Mail, los días de Carlos III deslizándose por la nieve han llegado a su fin.
El citado medio señala que el monarca conversaba con un ingeniero suizo, Avzi Jusufi, durante un viaje a una fábrica de turbinas eólicas en Middlesbrough, cuando le confesó que sus “días de esquí han quedado atrás”. Unas palabras que reflejarían la resignación de Carlos al ya no poder practicar este deporte.
A los 14 años aprendió a esquiar y, desde entonces, ha visitado casi en todos los inviernos las laderas suizas para esquiar. Aunque en 2023 canceló su viaje para no tener ningún contratiempo antes de su coronación, mientras que el año pasado su diagnóstico y tratamiento contra el cáncer lo alejaron definitivamente de este deporte.
Pero más allá de la cuestión física, esta decisión tiene un fuerte impacto emocional en el rey. Para Carlos, el esquí no era solo una actividad recreativa, sino un vínculo con sus hijos en tiempos más sencillos, cuando la Familia Real Británica se mostraba unida y lejos de las tensiones que hoy los separan. Durante los años más turbulentos de su vida, las escapadas a la nieve eran una válvula de escape y un espacio de conexión con William y Harry.
Por otro lado, el fin de esta tradición llega en un momento particularmente complejo para la Familia Real. La relación de Carlos III con el príncipe Harry sigue siendo distante, mientras que William ha asumido un rol más activo dentro de la monarquía, pero también enfrenta sus propios desafíos personales, especialmente con el cáncer de Kate Middleton.
Mientras el rey se enfoca en su recuperación, queda la incertidumbre sobre si William y Harry volverán a compartir algún día las pistas de esquí, aunque esta vez sin la presencia de su padre. Lo que es seguro es que, para Carlos III, la nieve de Klosters se ha convertido en un recuerdo, un capítulo cerrado de su historia que ahora solo podrá revivir en la memoria.