En el mundo de la realeza solemos creer que sus miembros viven en total opulencia y riqueza Sin embargo, no todos corren con la misma suerte, como fue el caso de la princesa Mafalda de Saboya, quien tuvo una vida marcada por la tragedia que culminó en su muerte en un campo de concentración de Buchenwald, en 1944.
Aunque nació en un entorno de privilegios, el destino de esta mujer de sangre real estuvo profundamente entrelazado con los convulsos acontecimientos políticos del siglo XX, convirtiéndose en una víctima de las intrigas del régimen nazi. Una historia que recordamos ya que recientemente se conmemoró el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
¿Quién fue Mafalda de Saboya?
Hija del rey Víctor Manuel III de Italia y la reina Elena, Mafalda creció en el Palacio del Quirinal de Roma, rodeada de la élite de la época. Su educación reflejaba las expectativas de su linaje: dominaba cuatro idiomas y se dedicó a labores de beneficencia, particularmente en la gestión de hospitales católicos.
En 1925, contrajo matrimonio con el príncipe Felipe de Hesse-Kassel, uniendo a dos familias reales tras el caos de la Primera Guerra Mundial. De este matrimonio nacieron cuatro hijos: Mauricio, Enrique, Otón e Isabel. Sin embargo, esta alianza, que inicialmente tenía fines estratégicos, más tarde sellaría su destino.
Su esposo Felipe, quien siempre congenió con el facismo y el primer ministro italiano Benito Mussolini, decidió afiliarse al Partido Nazi en 1930. Una elección que le otorgó privilegios dentro del régimen de Adolfo Hitler. Pero a pesar de esto, Mafalda nunca estuvo de acuerdo con esta ideología, y su relación con la cúpula nazi pronto se tornó complicada.
¿Cómo terminó la princesa Mafalda de Saboya en un campo de concentración?
Después, cuando el bando de los aliados avanzaron sobre la Italia fascista, el padre de Mafalda, Victor Manuel III, sustituyó (y encarceló) a Mussolini y declaró un armisticio. Algo que Hitler tomó como traición, al grado de que implementó la Operación Abeba para terminar con la familia Saboya.
Por ello es que, en 1943, mientras intentaba reunirse con sus hijos tras visitar a su hermana Juana en Bulgaria, los nazis orquestaron una trampa en contra de Mafalda. Fue detenida bajo el pretexto de que su esposo, el príncipe Felipe, la esperaba en la embajada alemana. Sin embargo, en realidad fue trasladada al campo de concentración de Buchenwald, del cual nunca volvió a salir.
Allí fue registrada bajo el alias de Frau von Weber y mantenida en un barracón, algo más espacioso que el del resto de prisioneros, pero sometida a las mismas condiciones inhumanas. Lamentablemente, el 24 de agosto de 1944, durante un bombardeo aliado al campo, Mafalda sufrió graves heridas.
Aunque su estado no parecía crítico inicialmente, falleció tras cuatro días de agonía, a los 41 años. Su cuerpo fue enterrado en una fosa común en el Cementerio de Weimar, hasta que, en 1951, sus restos fueron trasladados al castillo de Kronberg, en Hesse, donde descansan junto a su familia.
La historia de Mafalda de Saboya es un recordatorio del impacto devastador de los totalitarismos, incluso sobre aquellos que parecían intocables. Hoy, su legado perdura como un símbolo de valentía y resistencia frente a uno de los capítulos más oscuros de la historia moderna.
