Cuentan que la hija mayor de Juan Carlos I conoció a Jaime de Marichalar en 1993, después de que su corazón quedara destrozado por el jinete olímpico Luis Astolfi, quien terminó con ella por no poder soportar el peso de pertenecer a la realeza, aunque realmente no se tiene un registro del tiempo de noviazgo entre la royal y quien más tarde fuera su esposo y padre de sus hijos.
Fue hasta 1994 cuando la prensa tuvo el anuncio del compromiso entre la primogénita de la reina Sofía y el hijo de los condes de Ripalda, quienes dieron el “sí” definitivo el 18 de marzo de 1995 en el Altar Mayor de la Catedral de Sevilla.
Sin embargo, el tener personalidades prácticamente opuestas y el hecho de que el rey Juan Carlos nunca aprobara del todo al refinado hombre que había desposado a su hija provocaron que finalmente el 13 de noviembre del 2007 un portavoz de la Zarzuela anunciara que la infanta Elena y su marido habían decidido “cesar temporalmente su convivencia”, lo cual significaba entre líneas una separación definitiva.
El divorcio de la Infanta Elena, una historia de separación contraria a la de su hermana Cristina
La separación de la hermana más grande de Felipe VI y Jaime de Marichalar no se llevó a cabo a consecuencia de un engaño, sino que más bien del desate de diferencias irreconciliables, sentadas en peleas y desavenencias entre los entonces duques de Lugo, las cuales se acrecentaron después del 2001, año en que Jaime de Marichalar sufrió una isquemia cerebral mientras hacía deporte en un gimnasio de Madrid.
Por dicho padecimiento y sus estragos, además del hecho de compartir dos hijos, Juan Froilán y Victoria Federica, fue que la firma definitiva del divorcio sucedió tres años después, hasta 2010, año en el que sin más alarde se procedió a la firma de anulación del matrimonio, el cual convirtió a Elena en la primera infanta divorciada de la dinastía Borbón.
Contrario al drama prolongado entre la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, el divorcio entre la mujer a quien se le negó el trono de España por tradición y Marichalar sucedió de manera inmediata y sin escándalo, pese a que ella alegó que su marido consumía cocaína, para justificar la solicitud de nulidad canónica.
Sin importar las causas, Elena pronto pudo decir adiós a quien en algún momento fuera su amado y logró difundir la razón de que el divorcio había sucedido en términos de “mutuo y común acuerdo”.
Después de la separación, firmada el 21 de enero de 2010, la infanta continuó con su vida, enfocándose en su trabajo para la fundación Mapfre, mientras que él se refugió en sus amistades y en el trazo de negocios al lado de Bernard Arnault, presidente del conglomerado del lujo LVMH. Aunque es preciso mencionar que siguieron teniendo contacto como padres, acudiendo a los eventos más importantes de los hijos que comparten.