Máxima y Guillermo, una de las parejas más queridas y populares de la monarquía, festejan su aniversario de bodas con un feliz saldo: tres hijas que adoran y el respeto y cariño de su pueblo
La sonriente y guapa argentina Máxima Zorreguieta ha logrado que una dinastía considerada aburrida y sin mucho interés sea ahora una de las más vibrantes y modernas de la realeza europea. Se trata de una mujer moderna, con excelente preparación profesional, que proyecta una imagen positiva de latinoamericana cosmopolita y guapa, además de una esposa y madre feliz. Este 2 de febrero cumple 16 años de feliz matrimonio con el rey Guillermo Alejandro, con quien ha protagonizado una bella historia de amor y, aun cuando vive en un palacio y debe cumplir con el protocolo, su vida cuenta con una gran compenetración familiar... ¡también mucho trabajo!, porque no es fácil ser la reina de un país con tan larga y extraordinaria trayectoria, ni menos sencillo es conquistar el mundo con una sonrisa y un carácter espontáneo y alegre, justo como lo ha hecho.
Antes de la Corona
Nacida el 17 de mayo de 1971 en Buenos Aires, Máxima Zorreguieta y Ceruti es hija de Jorge Horacio Zorreguieta, agricultor y político que fue subsecretario de Agricultura en el gobierno militar de Jorge Videla y de su segunda esposa, María del Carmen Cerruti Carricart. Era muy unida a ellos, junto a sus dos hermanos y una hermana de este matrimonio, y tres medias hermanas del primer enlace de su padre. De orígenes vascos, argentinos e italianos, no fue una niña rica que creció rodeada de privilegios, sino parte de una familia educada, de clase media-alta argentina, la cual vivía sin extravagancias. Sin embargo, tuvo una excelente educación y oportunidades que la ayudaron a destacar. No era una gran heredera, tan sólo una de muchas latinoamericanas que han sabido convertirse en profesionales y trabajar para compañías internacionales. Pero la diferencia de su historia con la de otras chicas es que, después de salir de su ciudad natal y comenzar a viajar por el planeta, conoció a un verdadero ?príncipe azul? que se enamoró de ella, ¡y el resto es historia! Formada en el colegio Northlands, donde de pequeña la llamaban ?la holandesita? porque le gustaba actuar en las fiestas escolares vestida de ese modo, en 1995 se graduó de Economía en la Universidad Católica Argentina, convirtiéndose en banquera de inversiones, y en 1996 se marchó a Nueva York, donde trabajó hasta 1998 en el banco HSBC como vicepresidenta de ventas para Latinoamérica, y luego se cambió de empleo al Deutsche Bank.
El inicio del romance
Fue como profesionista cuando conoció a Guillermo, en la Feria de Sevilla de 1999.
Una amiga en común le había enseñado fotos de ella al (en ese entonces) príncipe, y él, nacido el 27 abril de 1967 del matrimonio de la reina Beatriz y el diplomático alemán Nicolás de Amsberg, dijo llamarse tan sólo Alexander, tratando de ocultar su identidad. Tan pronto la conoció en persona quedó fascinado con su belleza y forma de ser. Cuentan que cuando Máxima supo quién era en verdad, no pudo creer que aquel pelirrojo pecoso (siempre le habían gustado los morenos) era el heredero de la Corona de Holanda. Aquello no fue ?un flechazo? porque él era gordito y bailaba muy mal, actividad que a Máxima le encanta (se dice que ella le dijo, riendo, ?pareces de madera?). No era de su tipo, ¡pero a veces así son las cosas del destino! Y como hay hombres que adoran los retos, aquella argentina irreverente que no paraba de danzar sevillanas se convirtió en un desafío para Guillermo de Holanda.
Él recién había finalizado una relación, y cuando se reencontraron en Nueva York, ella también le había puesto punto final a su noviazgo con el empresario Dieter Zimmermann. Así, el idilio comenzó, siendo él ?el directo?, volando a menudo a verla y llamándole a diario (en su celular aparecía como ?Alex?). Según dijo él años más tarde, Máxima ?era una mujer sincera y con mis mismos valores, lo que deseaba en mi futura esposa y madre de mis hijos?.
La insistencia y los gestos caballerosos del príncipe fueron entrando en el corazón de la rubia, y el amor nació. Quizá más fuerte en él que en ella, pero ¿no se dice que en una pareja siempre hay uno quien quiere con intensidad y otro que se deja amar?
¡Comienza la nueva vida!
Ser princesa y, algún día, reina, no era lo que la joven había soñado. Entrar en una familia real y convertirse en miembro de la Corona para el resto de su vida nunca había sido su deseo. Pero cuando conoció a Beatriz, su futura suegra, la soberana fue tan cálida y amable (hasta le pidió que la llamara ?Trix?) que la argentina aceptó este nuevo proyecto de vida.
En el 2000 se mudó a Bruselas, Bélgica (sin dejar de trabajar para el banco), con el propósito de estar más cerca de Guillermo y comenzar a aprender el muy difícil holandés, y la cultura e historia de este país y de la dinastía a la que pertenecería: Orange-Nassau. Fueron meses muy difíciles en donde la relación se mantuvo 100% secreta, pero cuando en una revista salió una foto del príncipe con su exnovia, Emily Bremers, aunque parecía tan tranquilo, la vida romántica del príncipe había sido muy movida; tuvo amoríos con la peruana Josefina Larrabure, la heredera Paulette Schröder, la guapa modelo de Victoria?s Secret Frederique van der Wal y la, ya mencionada, estudiante Emily Bremers.
Máxima se enfureció y, humillada, se marchó a Argentina para estar con su familia. Guillermo voló a buscarla, le propuso matrimonio de manera formal y, con el permiso de sus padres, selló la pedida con una sortija de raros diamantes naranjas (¡el color nacional de Holanda!).
El esperado enlace
Cuando el gobierno holandés aceptó el compromiso oficial, se anunció en marzo de 2001, y Máxima habló en perfecto holandés durante la transmisión de televisión.
La chica, quien había recibido la nacionalidad holandesa (aunque había retenido la argentina hasta el año pasado, cuando le pidieron renunciar a la misma), se mudó a Ámsterdam. El día de la boda, el 2 de febrero del 2002, de los 1,700 invitados, sólo 54 eran de su lado, entre quienes se encontraban sus hermanos y amigas del colegio y la universidad. El resto eran asistentes de la familia real.
Durante el enlace, vestida de Valentino (con un modelo que después se dijo no le gustaba y lo había elegido su suegra), ¡el mundo se sorprendió, porque la novia lloró de modo acongojado! Esto se debió a que, para evitar problemas con la casa real (y ante el pasado político de su papá, condenado por el gobierno francés), tuvo que aceptar que éste no asistiera. Por ello, sus padres tuvieron que mirar la ceremonia en un televisor desde un hotel de Londres.
¡Aquello fue de una enorme tristeza! Pasado aquel disgusto, dicho momento cambió su vida 180 grados, al convertirse en princesa de los Países Bajos, princesa de Orange-Nassau y señora de Van Amsberg. Con eventualidad, los Zorreguieta comenzaron a visitar a su hija y a sus nietos en Holanda, y la armonía triunfó. Y el 30 de abril de 2013, al abdicar al trono la reina Beatriz, la rubia chica argentina del barrio de Recoletos se convirtió en su majestad, la reina Máxima, reina consorte del reinado de los Países Bajos, que incluye las islas de Curaçao, Aruba y Saint Maarten, ¡y la primera plebeya monarca argentina de la historia!
16 años después
En la actualidad, Máxima es muy feliz en su rol como reina, y muy dichosa junto a su marido, con quien ha tenido tres hijas que adora; la princesa heredera Catalina Amalia de Orange, nacida el 7 de diciembre 2003; y las princesas Alexia, nacida en 2005, y Ariane, en 2007, a las que ha enseñado español y con quienes mantiene una relación cálida. De hecho, ha dicho ser ?como cualquier madre latina, que cuida y mima a sus hijas?.
En estos últimos años también hemos conocido más de su acusada personalidad y alta autoestima, quien no cede ni un milímetro si algo no le parece correcto. Al principio, su espontaneidad y rupturas con el protocolo le costaron disgustos, pero los políticos holandeses comprendieron que el carácter natural y abierto de Máxima ha sido muy positivo para la Corona, pues el pueblo la quiere.
Su integración en la vida pública de su nuevo país ha causado a veces fuertes controversias, pero siempre ha contado con el apoyo de su marido. Además, no ha dejado de trabajar en favor de diversas causas, como la integración de los inmigrantes en Holanda, la participación de las mujeres en la sociedad, los derechos de la comunidad LGBT (es una de los pocos miembros de la realeza europea en asistir a su conferencia internacional en 2008), y ha representado a los Países Bajos con éxito en comisiones de las Naciones Unidas y comités internacionales de derechos de la mujer, diversidad, ética y derechos humanos. Máxima es ejemplo de que una reina en el siglo XXI puede ser una mujer muy humana, amable y moderna, que vive entre dos mundos: el de cuidar y amar a su familia y el de servir con apasionada solidaridad a su nueva nación. Por ello, no queda más que decir: ¡bravo, Máxima y Guillermo en su aniversario!
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