Los reyes sí abdican

Los reyes sí abdican

En las distintas casas reales europeas, muchos soberanos han renunciado a la corona por diferentes razones. Por eso hay quienes en España esperan que el rey Juan Carlos le deje el camino abierto a su hijo Felipe...

Provocando un gran revuelo, un conocido periodista español declaró recientemente que los reyes de España Juan Carlos y Sofía, cuyas bodas de oro tuvieron lugar en mayo pasado y no celebraron públicamente, debían divorciarse. En otro periódico alguien escribió que en vez de celebrar su 50 aniversario de bodas, Juan Carlos y Sofía “debían abdicar” y dejar el camino abierto a su hijo, el príncipe Felipe, y a su esposa, la princesa Letizia. En un momento en que la simpatía por la monarquía está “capa caída” en toda Europa, especialmente en España, donde la crisis económica es muy fuerte, todos se preguntan: ¿habrá o no abdicación?

Los reyes sí abdican y no se quedan en sus tronos “contra viento y marea”, y en la propia España y en otras casas reales europeas, eso ha ocurrido varias veces. Sin ir más lejos, el propio padre del rey Juan Carlos, don Juan de Borbón, el heredero legítimo de la corona de España como hijo del rey Alfonso XIII -último rey antes de la Guerra Civil y del régimen de Francisco Franco-, aunque por años se resistió a ello, tuvo que renunciar a sus derechos dinásticos. Esto fue cuando Franco decidió restablecer la monarquía y eligió a su hijo, el príncipe Juan Carlos, como heredero del trono español. Es muy emocionante ver el video del noticiero de esa época, en el momento en que don Juan jura fidelidad a su hijo, ¡quien en realidad le había quitado su derecho a ser rey, por orden de Franco! Aunque durante un largo tiempo hubo una relación muy tirante entre padre e hijo, después esta mejoró. Sin embargo, quienes conocen al rey Juan Carlos afirman que este jamás abdicará y que será para bien de España, porque el monarca, a pesar de los escándalos en que se ha visto involucrado recientemente -la cacería de elefantes en Botswana, en compañía de Corinna zu Sayn Wittgenstein, y la evidente mala relación con su esposa, la reina Sofía- es muy querido por los españoles, igual que la reina, y la monarquía sigue siendo una fuerza estabilizadora en el país.

“España es juancarlista y no felipista, y mientras más tiempo esté el rey en el trono, mejor será para el país”, me dijo un importante periodista amigo y así lo cree una gran mayoría.

La monarquía española ha sido muy convulsa en cuestiones de sucesión. Han habido abdicaciones y todavía hay quienes disputan (¡verbalmente, por supuesto!) si el trono de España le corresponde o no a esta rama de los Borbón o a los llamados Carlistas. Esa lucha comenzó cuando la familia real española se dividió en el siglo XIX en dos ramas rivales. Una era de Carlos María Isidro de Borbón, que se enfrentó a la de su sobrina, la reinante Isabel II de España y de su marido, el rey consorte Francisco de Asís de Borbón. Toda una maniobra política que había ocurrido -según los que defienden el derecho de Carlos María Isidro de Borbón- cuando los más liberales lograron que el absolutista y despótico rey Fernando VII (que no tenía hijos varones) cambiara las leyes y no le dejara el trono a su hermano Carlos María Isidro, sino a su hija Isabel, de solo 4 años. Esto causó las llamadas Guerras Carlistas, y esa rama de la familia hasta el día de hoy continúa reclamando el trono de España. ¿Curioso? Que cuando ya era adulta, la propia reina Isabel II de España (cuya vida es como una telenovela y fue una importante reina que estuvo en el trono de 1833 a 1868, y subsanó muchos de los errores de su padre) tuvo que abdicar en favor de su hijo Alfonso XII, dejar el trono e, incluso, murió mientras vivía exilada en París. La reina enfrentó la Revolución de 1868 (conocida como La Gloriosa) que la obligó a abandonar España, y en París la acogieron Napoleón III y Eugenia de Montijo. Y allí, en 1870, abdicó en favor de su hijo, el futuro rey Alfonso XII. La reina, que tuvo 11 hijos y muchos abortos espontáneos -se rumora que algunos eran de su marido y otros de sus amantes-, estuvo el resto de su vida, hasta los 73 años, en Francia, donde fue testigo de la instauración de la Primera República, del reinado y de la muerte de su hijo Alfonso XII en 1885, de la regencia de su nuera María Cristina de Habsburgo-Lorena y del comienzo del reinado de su nieto Alfonso XIII (abuelo de Juan Carlos de España). La llegada de la Segunda República forzó a este a dejar el trono y marchar al exilio, donde abdicó años más tarde, en 1941, en favor de su hijo don Juan -el padre del rey Juan Carlos- un mes antes de morir en Roma.

Ahora, cuando se supone que Juan Carlos estuviera preocupado más por España que por pasarla bien en una cacería de elefantes, especialmente con la crisis que está atravesando el país, para muchos ha sido una “gran mancha para el rey y, en general, para la monarquía”. Por eso es que se ha comenzado a hablar de una posible abdicación y hasta de una disolución de la monarquía.

La historia de la realeza europea está llena de reyes y reinas que al cumplir una avanzada edad, o por razones de enfermedad o políticas, han dejado sus tronos. La reina Guillermina de Holanda abdicó en 1948 en favor de su hija, la reina Juliana I, quien al cumplir los 70 años le cedió el trono a su hija Beatriz, la actual reina. El rey Eduardo VIII del Reino Unido abdicó para casarse ?con la mujer que amo?, la divorciada norteamericana Wallis Simpson, y se convirtieron en los duques de Windsor. Y es curioso, pero a pesar de tener razones poderosas, en algunos casos los pueblos no llegan a perdonar a un rey o a una reina que los ?abandona?, como fue el caso del duque de Windsor, aunque fuera por amor.

En Bélgica, el rey Leopoldo III abdicó en 1951 en favor de su hijo Balduino, en medio de una crisis política. En Luxemburgo ha habido varias abdicaciones, incluyendo la de la gran duquesa Carlota, quien en 1964 le cedió el trono a su hijo, el gran duque Juan, quien a su vez, en el año 2000, renunció a este por cuestiones de salud en favor de su hijo, el gran duque Henri y su esposa María Teresa Mestre.

En el principado de Liechtenstein, el actual monarca, el príncipe Hans-Adam (quien accedió al trono cuando abdicó su padre), en el 2004 hizo una semiabdicación al traspasar la mayor parte de sus poderes a su hijo, el príncipe heredero Alois.

Sin embargo, algunos soberanos -aunque en delicado estado de salud- nunca abdicaron, como es el caso del príncipe Rainiero de Mónaco, quien preparó todo para que a su muerte le sucediera su hijo, el príncipe Alberto, ¡pero jamás dejó el trono! Otros siguen el ejemplo de Victoria de Inglaterra, quien estuvo reinando durante 63 años, hasta su muerte a los 81 años, lo que provocó que cuando su hijo al fin heredó el trono como Eduardo VII ¡tenía ya 59 años y apenas pudo ceñirse la corona durante nueve! Eso es muy parecido a lo que está sucediendo ahora con la reina Isabel II, cuyo Jubileo de Diamantes celebramos este año al cumplirse sus 60 años en el trono. El príncipe heredero Carlos ya ha cumplido 63 años y espera pacientemente el día que le llegue su ascensión al trono, porque todos saben que su madre, en excelente estado de salud, ¡jamás abdicará!

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