La historia de este país dio un giro. El joven político Juan Guaidó es reconocido como presidente interino por importantes integrantes de la comunidad internacional. Con ello la crisis gestada por Hugo Chávez y Nicolás Maduro parece llegar a su fin; sin embargo, ¿estamos ante un conflicto global de consecuencias impredecibles?
Sheldon Cooper, el personaje de la serie de televisión estadounidense The Big Bang Theory, que encarna el actor Jim Parsons, en tanto padece de trastorno obsesivo compulsivo suele experimentar una proclividad a elaborar contratos e imponer condiciones en torno de circunstancias y situaciones inverosímiles y absurdas, tales como cohabitar con su amigo Leonard o sostener una relación sentimental con su novia Amy. El uso del baño a cierta hora o hacer el amor cada año son algunas de las cláusulas estipuladas en dichos acuerdos.
La Constitución de cualquier país del mundo que se precie de serlo suele operar con ese mismo rigor “obsesivo compulsivo”, ya que debe disponer de candados y salidas ante cualquier eventualidad. Sin embargo, si la historia ha demostrado algo es que ninguna Carta Magna es a prueba de balas.
Tan es así que un vacío, un hueco o un recoveco en la de Venezuela posibilitó que Juan Guaidó Márquez, presidente de la Asamblea Nacional de ese país, se proclamase como presidente interino de la nación con fundamento en tres artículos (233, 333 y 350) de su Constitución.
El primero señala que, ante la ausencia de un mandatario, el poder lo asume el presidente del Congreso; el segundo proclama la vigencia suprema de la Constitución sobre cualquier circunstancia; mientras que el tercero otorga potestad al pueblo y a otras instancias a no reconocer a quienes la violen.
El reconocimiento
Este es el recuento: Estados Unidos reconoció ipso facto a Guaidó como presidente legítimo de Venezuela; Canadá le secundó, y no pasó mucho tiempo antes de que los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía hicieran lo propio.
En contrapunto, y de manera previsible, Bolivia, Cuba, Nicaragua y El Salvador (además de todos los países-islas vecinos de Venezuela) se alinearon con Nicolás Maduro. Y como ya se dijo, las naciones lejanas a la región que sostienen relaciones comerciales con Caracas y son sus principales acreedoras apoyan a Maduro: la decidida Rusia, la discreta China y la oportunista Turquía.
Mientras que los gobiernos de México y Uruguay hicieron una jugada indefinida, ya que llamaron a establecer un diálogo para así dirimir el conflicto.
Los europeos que habían puesto un ultimátum a Maduro para empujar elecciones de inmediato, acabaron apoyando al joven Guaidó como presidente interino y legítimo de Venezuela. Ahí están España, Francia, Alemania y Reino Unido (Italia, renuente, no se sumó a esa medida).
Washington no necesita motivos, le sobran pretextos, y si bien Trump apuntó sus baterías contra Maduro, el tiempo transcurrió y Venezuela entró en metástasis: la crisis se dispersó en todos los frentes (económico, político y social). Era necesario hallar un momento y un resquicio, y las elecciones de mayo de 2018, así como la culminación del periodo gubernamental 2013-2019, ofrecieron una oportunidad inmejorable.
Eso y el vacío, hueco o recoveco en la Constitución de Venezuela que ni siquiera la mente obsesivo-compulsiva de Sheldon Cooper habría podido prever.
Panorama devastador
Durante los últimos años, Venezuela ha estado sumida en la peor crisis económica de su historia. De acuerdo con el estudio Efectos de la crisis económica y política en niños, niñas y adolescentes en el área metropolitana de Caracas, en 9 de cada 10 hogares venezolanos no hay dinero para hacer las compras.
Conseguir comida en calles cada vez más peligrosas ha desatado una ola de violencia que se suma a la que ya padecía el país. La que fuera la nación de América Latina con mayor ingreso y gasto per cápita, hoy registra un promedio de 40 muertes diarias en su antes orgullosa capital, Caracas, donde los apagones son constantes, el agua escasea y los restaurantes son objeto de asaltos en los que el botín es la comida que almacenan.
61.3% de la población venezolana está en situación de pobreza.
El dinero vale menos que el papel en el que está impreso. De esa dimensión es la inflación y los aumentos de salarios del gobierno de Nicolás Maduro. No es todo. Se trabaja tres días a la semana. ¿Qué consecuencias puede traer eso en la mente de obreros, campesinos y empleados que se acostumbran a un ritmo de vida anormal en el que una de las principales actividades es imaginar cómo conseguir comida, medicinas o cómo migrar hacia otros países?
Lucha por el petróleo
Paradójicamente, Venezuela es la nación que posee las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo (300,900 millones de barriles). Con tal bagaje, y pese a los bajos precios que el crudo ha exhibido en los últimos tiempos, se podría imaginar que su destino sería muy distinto al que enfrenta hoy. No es así.
La dependencia que observa la economía de Venezuela de este valioso recurso no renovable, aunada a la política aislacionista y dictatorial establecida por Hugo Chávez y continuada a calca por Maduro, y las sanciones económicas con las que Washington ha castigado a Caracas, devastaron al país como nunca en su historia.
A partir de ello y, por supuesto, de las coincidencias ideológicas, los gobiernos de Ankara, Moscú y Beijing le han dado sombra a Maduro por la mera conveniencia de ser amigos (y acreedores) de Guaidó, el chico del barrio que ahora tiene más petróleo en el planeta.
Sin embargo, aunque Trump y el Partido Republicano (sobre todo los cubanos y sus descendientes quienes detestan lo que huele al régimen que heredaron los hermanos Castro) quieran a Maduro fuera, tampoco desean que sea a costa de enfrentar a potencias nucleares, como en 1962, cuando Estados Unidos amagó con atacar a la Unión Soviética al tener misiles nucleares en Cuba, a sólo kilómetros de sus costas. Y aunque nadie desea una confrontación, al país del norte le vendría bien deshacerse de Maduro y establecer una fructífera relación con Guaidó.
América es ingobernable
En una carta fechada en Barranquilla el 9 de noviembre de 1830, 47 días antes de su muerte, Simón Bolívar escribió al general Juan José Flores (entonces presidente de la naciente República de Ecuador) lo siguiente: “Usted sabe que he mandado 20 años, y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: primero, América es ingobernable para nosotros; segundo, el que sirve a una revolución ara en el mar; tercero, la única cosa que se puede hacer en América es emigrar; cuarto, este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas; quinto, devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán a conquistarnos; sexto, si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último periodo de la América”.
Se diría que nos encontramos ante el fin del régimen instaurado por Hugo Chávez. Y ojalá lo fuese. Pero lo que en realidad parece ser es la entrada a un túnel oscuro y largo del cual no se alcanza a mirar la salida.
¿Quién es Guaidó?
• Era poco conocido para el resto del mundo, debido a que otros políticos de oposición a Chávez y a Maduro habían liderado el movimiento que anhelaba mayor democracia, mismos que fueron reprimidos, encarcelados o exilados por el gobierno bolivariano. Sin embargo, desde muy joven se instruyó en lo académico como ingeniero civil, en lo humanístico como católico y en lo político, activista opositor al régimen.
• Lo anterior lo reconocen sus seguidores y sus antagonistas. Ejerce lejos de la confrontación y enfocado en los resultados. Lo reconocen cordial, trabajador y propenso al consenso, ya sea como diputado (2016-2021), vicepresidente de la Comisión de Política Interior (2016), presidente de la Comisión Permanente de Contraloría (2017), jefe de la Fracción Parlamentaria de Voluntad Popular (2017) o jefe de la Fracción Parlamentaria Democrática (2018).
• Hoy es el presidente provisional reconocido por potencias occidentales y por las naciones vecinas de Venezuela que han resentido la migración, pero no cuenta con el apoyo de los países que dependen del petróleo venezolano o que quieren que el régimen de Maduro pague las deudas que la nación hipotecó dejando en prenda el petróleo.
Polos distantes: Brasil y México
• Las crisis económicas y sociales no son meramente de América Latina; ahí están Siria, Grecia y Turquía, entre otros, pero no basta con una ojeada al éxodo de migrantes que se desplazan por Centroamérica debido a la violencia extrema y la falta de empleos, sino a lo que pasa, incluso, en las dos economías más grandes de la región: las de Brasil y México.
• Ambos países acusan altas tasas de violencia. Jair Messias Bolsonaro, presidente de la nación sudamericana, prometió disminuir la delincuencia con métodos radicales. Mientras que el mandatario Andrés Manuel López Obrador promete pacificar al país.
• No se podía esperar que los gobiernos de las economías más grandes de Latinoamérica respondieran igual a la crisis de Venezuela. Bolsonaro, visto con buenos ojos por Trump, reconoció de inmediato a Guaidó, mientras López Obrador esgrimió su diplomacia de “no intervención” y se autoerigió como negociador de la crisis junto con Uruguay.