Yo también me hice esa pregunta cuando vi por primera vez la famosa fotografía de Gabriel García Márquez con el ojo morado y una sonrisa traviesa en el rostro. ¿Quién le había pegado? Nada más y nada menos que Mario Vargas Llosa, su gran amigo y colega, el otro gigante de la literatura latinoamericana. Pero… ¿qué pudo haber pasado para que dos hombres tan brillantes terminaran así?
Corría el año 1976 en la ciudad de México, cuando Gabo y Vargas Llosa eran ya dos autores reconocidos, amigos cercanos y parte clave del boom latinoamericano. Se admiraban, se leían, incluso compartían ideas políticas y una pasión por cambiar el mundo a través de las palabras. ¡Eran hermanos literarios!
Esa noche en el Palacio de Bellas Artes, Gabriel se acercó con alegría a saludar a Mario, a quien no veía desde hacía unos años. Pero en lugar de un abrazo, recibió un puñetazo directo al rostro. Cayó al suelo con el ojo morado, y nadie entendía nada. ¿Por qué? ¿Qué había hecho? Lo más curioso es que ninguno de los dos dio una versión oficial jamás.
¿Por qué se pelearon Vargas Llosa y García Márquez?
Una de las versiones más fuertes, aunque nunca confirmada, es que García Márquez habría consolado a Patricia, la esposa de Vargas Llosa, en un momento muy complicado de su matrimonio. Al parecer, Mario y Patricia estaban pasando por una separación, y Gabo, con su corazón enorme, quiso ayudarla. Vargas Llosa lo tomó como una traición, y de ahí nació el resentimiento.
Después del incidente, nunca volvieron a hablarse, básicamente, ni una palabra más entre ellos. García Márquez, con su elegancia habitual, nunca quiso contar detalles y solo se limitó a decir que algún día los biógrafos contarían la verdad. Mientras que, Vargas Llosa fue igual de hermético, aunque con los años reconoció que “pasó algo muy serio”, pero prefirió no explicarlo.
¿Y qué pasó con la famosa foto del ojo morado? Fue tomada por Rodrigo Moya, un fotógrafo cercano a Gabo. Él también intentó entender lo que había ocurrido, pero se topó con el mismo silencio de siempre. Con el tiempo, esa imagen se volvió símbolo de una de las peleas más tristes de la literatura.
Es inevitable pensar lo mucho que podrían haber logrado juntos si no se hubieran distanciado. Imagínalos escribiendo prólogos el uno para el otro, compartiendo mesas redondas, riendo de sus propios personajes. Pero la vida, como los libros, a veces tiene giros inesperados y dolorosos.