Conoce más acerca de la vida del legendario diseñador español y de la nueva exhibición en Calais, Francia, que hace honor a sus magníficas creaciones, especialmente las de encaje
Para la mayoría de las fashionistas, Balenciaga es una marca de lujo asociada con los nombres de Nicolas Ghesquière y Alexander Wang. Pero para los profesionales de la moda, tanto creadores como historiadores, Cristóbal Balenciaga es un hombre y un ícono: el diseñador a quien Christian Dior llamaba ?el maestro de todos nosotros?, y de quien Coco Chanel decía que era ?el único modisto en el verdadero sentido de la palabra?.
Pero si bien el nombre de Balenciaga es venerado y admirado, no está asociado con prendas icónicas como el little black dress y el jacket deCoco Chanel ni con un momento crucial como el New Look de Christian Dior en 1947, ni con un fenómeno cultural como Yves Saint Laurent en los 1960 y 1970. En cambio, los aportes renovadores a la moda que hizo Balenciaga fueron constantes a lo largo de toda su extensa carrera. Sin grandes anuncios ni momentos fundamentales, sus novedades se fueron sumando una tras otra, entre ellas la línea tonneau (barril), el vestido túnica, el vestido baby doll, el estilo semiajustado, encinturado por delante y suelto por detrás, y el corte pavo real, más corto delante que atrás, sin olvidar sus mangas globo...
Curiosamente, a pesar de que la obra de Balenciaga ha sido analizada con mucho cuidado, un aspecto de su creación no fue celebrado con la misma atención: su trabajo con el encaje. Es este aspecto el que destaca la exposición Balenciaga, mago del encaje, que se exhibe en la ciudad de Calais, Francia. Que dicho homenaje tenga lugar en Calais no es casual, pues es la ciudad donde se fabrica el encaje más bello del mundo, que provee a la alta costura desde hace 200 años, y donde el propio Balenciaga lo adquiría personalmente. Tampoco la fecha es arbitraria, pues el año 2015 coincide con el 120 aniversario del nacimiento del gran maestro.
Balenciaga y el encaje
Parece ser que su pasión por este material fino y delicado se remonta a su niñez, cuando en Getaria, su pueblo, veía llegar a la misa del domingo a la marquesa de Casa Torres, quien fue la abuela de la reina Fabiola de Bélgica. ?Yo no tenía más que ojos para ella, bajándose de su carruaje, con sus largos vestidos y sus sombrillas de encaje?, recordó Balenciaga, ya casi al final de su vida. Tenía apenas 12 años cuando se armó de valor y le pidió visitar sus armarios. ?Y así viví meses maravillosos. Cada día, después del colegio, trabajaba con las planchadoras de la marquesa en el último piso del palacio, acariciaba los encajes, examinaba cada pliegue, cada punto de todas esas obras maestras?, dijo. Fue la marquesa quien le encargó su primer modelo. ?Así hice mi primera entrada en la alta costura y en la alta sociedad?.
Un poco de historia
Cristóbal
En 1947, tras la guerra, Dior lanzó el New Look, y provocó un verdadero tsunami en la moda. Pero mientras los otros modistos se sumaban a la nueva tendencia de cintura apretada y torsos encorsetados,Balenciaga propuso la amplia línea tonneau (barril). Los estilos de los dos modistos no podían ser más diferentes, pero entre los dos hombres no había rivalidad. ?La alta costura es una gran orquesta que solo Balenciaga sabe dirigir; todos los demás seguimos sus indicaciones?, dijo Dior. Incluso, cuando tras la muerte de su compañero, a principios de los años 50, Balenciaga consideró dejarlo todo, fue el propioDior quien lo convenció de no hacerlo.
Balenciaga se dedicó entonces exclusivamente a su trabajo (detestaba la publicidad y le resultaba ?totalmente imposible? explicar su obra, por lo que solo otorgó una entrevista en su vida, a su amiga Prudence Glyn, de The Times, en 1971) y, por consiguiente, esa fue la década más importante de su carrera, en la que lanzó las líneas semifitted y baby doll y el vestido túnica. En 1962, la Vogue norteamericana expresó: ?Lo que Balenciaga hace hoy, otros diseñadores lo harán mañana o en un año, pero para entonces, él ya estará en otra cosa?.
En Francia, 1968 fue un año de agitación social. En lo que se refiere a la moda dio lugar a Courrèges y su minifalda y a la difusión del prêt-à-porter. Pero Balenciaga no se encontraba cómodo con los nuevos códigos y costumbres de la sociedad, y estimó que el lujo, la elegancia y la alta costura ya no tenían lugar en el nuevo mundo. Ese año presentó su última colección y, sin consultarlo con nadie, tomó la decisión de cerrar todas sus casas de alta costura, tanto en Francia como en España. Una decisión irrevocable que sorprendió al mundo de la moda y dejó desamparadas a sus clientas.
FOTOGALERÍA: LAS MAGNÍFICAS CREACIONES DE CRISTÓBAL BALENCIAGA
Genio comprendido
Balenciaga
no fue un genio incomprendido. Todo lo contrario. Durante su vida fue objeto de una enorme admiración de colegas y periodistas, y de una absoluta veneración por parte de sus empleadas y clientas. Para muchos, un desfile de Balenciaga podía durar hasta dos horas en total silencio. Sus modelos, ni muy jóvenes ni muy bellas, pasaban serias y distantes, sin cambiar de expresión aun bajo el aplauso más entusiasta. Se conocían como ?los monstruos?, pues algunas de ellas se especializaban en un aire antipático que, según Balenciaga, era el de las mujeres distinguidas.
Algunas eran muy delgadas, otras, no tanto. El modisto quería que reflejaran los distintos tipos de cuerpo de sus clientas y demostrar así que cualquiera podía verse bien con su ropa. ?Una mujer no necesita ser perfecta ni muy hermosa para lucir mis creaciones. El vestido hará todo por ella?, decía.
En cuanto a sus clientas, miembros de la realeza, de la aristocracia y de la alta burguesía, compartían dos puntos en común: su fortuna y su adoración por Balenciaga. Entre ellas estaba la heredera Barbara Hutton, quien en una ocasión encargó de una sola vez 19 vestidos, seis trajes, tres abrigos y un negligé, un récord que la condesa Von Bismarck batió en 1963, al encargar 88 modelos en un año. Por su parte, Bunny Mellon adquiría prendas de tres en tres para el armario de cada una de sus mansiones. Considerando que cada una exigía tres pruebas (o quizás en su caso solo una, puesto que la casa conocía sus medidas al dedillo), esa actividad exigía una cantidad considerable de tiempo. Cuando Balenciaga se retiró, la heredera Claudia Heard de Osborne confesó que no sabría qué hacer con su tiempo, pues se probaba ropa prácticamente todos los días. Diana Vreeland recuerda que estaba con Mona Bismarck cuando se enteraron de la noticia. ?Mona no salió de su habitación durante tres días. Para ella fue como el fin de una etapa de su vida?, dijo. La duquesa de Windsor, Grace Kelly, Jackie Kennedy (el presidente protestaba por las cuentas),Helena Rubinstein, Millicent Hearts (esposa de William Randolph Hearst), la princesa Lee Radziwill y la heredera Doris Duke también eran fieles clientas de Balenciaga, así como muchas estrellas deHollywood, entre ellas Ava Gardner, Ingrid Bergman, Greta Garbo, Marlene Dietrich y Lauren Bacall.
Su ropa proporcionaba una sensación maravillosa. Aquellas privilegiadas que podían adquirirla hablaban de voluptuosidad, de libertad de movimiento, de vestidos que fluían y de corrientes de aire que circulaban entre las capas, procurando la sensación de una caricia. Como Chanel, Balenciaga opinaba que la ropa no debía obstaculizar el cuerpo. Por fuera sus modelos esculpían su silueta; por dentro, estaban en sintonía con el cuerpo. Su ropa era como una adicción. Algunas clientas recordarían con nostalgia lo bien que se sentían con sus prendas y que nada pudo reemplazar esa sensación.
En 1968, Balenciaga se retiró en España, en su casa de Monte Igueldo, en San Sebastián, junto a su último compañero Ramón Esparza. Solo volvió a ser visto en público en ocasión del entierro deGabrielle Chanel en 1971, y su último trabajo fue el vestido de novia de Carmen Martínez-Bordiú, futura duquesa de Cádiz, al año siguiente, poco antes de morir. La muerte le sobrevino el 24 de marzo de 1972 en Jávea, Valencia, a los 77 años y fue inhumado en Getaria, su pueblo natal.
Cinco preguntas a Hubert de Givenchy
¿Qué era Balenciaga para usted?
Para mí, Balenciaga era la perfección, un hombre muy religioso, que me hablaba como de padre a hijo. Era la generosidad total. Cuando él sentía que alguien amaba esta profesión tanto como él, se quedaba por la noche para enseñar algo, como lo hacía con Ungaro o Courrèges, quienes hicieron su aprendizaje junto a él.Pero usted nunca llegó a trabajar con él?
No, pero me enseñó muchísimo. Con solo escucharlo aprendí enormemente. Conocía el oficio a la perfección, podía hacerlo todo él mismo y modernizó la moda más que ningún otro. Decía que la ropa debe seguir al cuerpo y no a la inversa. Usted ?heredó? algunas de sus clientas.
Cuando cerró su maison, que por cierto marchaba muy bien, hizo una cosa maravillosa: tomó de la mano a Bunny Mellon, su mejor clienta, cruzó la calle (nuestras casas estaban en la avenida Georges V, una frente a la otra) y le dijo: ?Ahora es él quien debe vestirla?. Pensé que ella nunca vendría, pero lo hizo. Jamás habíamos tenido una clienta que encargara tantos vestidos juntos. ¡Hasta le hicimos la ropa que usaba para ocuparse del jardín!
Balenciaga no concedía entrevistas, no se dejaba fotografiar, y se convirtió en leyenda. ¿Era verdaderamente misterioso?
No. Sólo le interesaba su trabajo y su familia. Cuando decían que vivía como un monje, no era cierto. Adoraba reír y contar historias. Y hacía el mejor Martini seco que he probado en mi vida.
Él no quería que su nombre continuara, pero usted, que participó activamente en la creación de la Fundación Balenciaga, hizo mucho por mantenerlo vivo.
Nunca quiso un museo. Lo único que le importaba era que su trabajo fuera bello, verdadero y elegante. Eramos nosotros, sus admiradores, los que queríamos un museo para mostrar su genio y su talento. Entonces hablé con los exreyes de España y ellos, que tienen una admiración sin límites por Balenciaga, nos apoyaron.FOTOGALERÍA: LAS MAGNÍFICAS CREACIONES DE CRISTÓBAL BALENCIAGA