La ballerina cumple 60 años

La ballerina cumple 60 años

Gracias a un encargo de Brigitte Bardot, en 1955, la tradicional zapatilla de ballet se convirtió en el calzado icónico que es hoy día

Brigitte Bardot puede jactarse de muchos laureles, pero quizás el más inesperado es el de haber puesto las ballerinas en los pies de millones de mujeres. En efecto, poco antes del comienzo del rodaje de la película Y Dios creó a la mujer, bajo la dirección de Roger Vadim, su esposo, la joven actriz francesa, formada en el Conservatorio de Danza de París, le encargó a su proveedora de zapatillas de puntas, Rose Repetto, un calzado para la ciudad, cómodo y flexible para caminar y bailar, liviano y escotado, angosto a los lados, que dejara ver la base de los dedos. En resumen, una zapatilla de ballet para la vida diaria.

Lo que resultó de esta idea es parte de la historia del cine y parte de la historia del calzado: el éxito fulgurante del filme, que lanzó a BB como sex symbol, se debe tanto al guión, osado para la época, como al look increíblemente moderno del personaje que ella encarnaba (Juliette, de 18 años), a sus faldas entreabiertas que dejaban ver sus piernas longilíneas y a sus sensuales ballerinas, que subrayaban el ambiguo perfil del personaje, sexy y, a la vez, aún niña. Las jóvenes de la época adoraron el modelo Cendrillon (Cenicienta), como lo había bautizado Rose Repetto, y se convirtió en un fenómeno comercial y un fabuloso éxito para la marca.

Brigitte, por su parte, nunca más se separó de las ballerinas. Y aunque no fue fiel a los hombres de su vida sí lo fue a sus zapatillas, que la acompañaron tanto en las calles de París o de Saint-Tropez como en el cine, desde Y Dios creó a la mujer, uno de sus primeros filmes, hasta La muñeca y el bruto, uno de los últimos, en 1970.

LA BALLERINA A TRAVÉS DE LA HISTORIA

Si hoy día las zapatillas de ballet son indisociables de la imagen de la bailarina clásica, no siempre fue así. Los primeros ballets, especialmente aquellos creados en la corte del rey Luis XIV (apasionado bailarín), prestaban tanta importancia al disfraz y a las máscaras como al juego de piernas, pero poco al calzado que cubría los pies.

La primera bailarina en usar un calzado exclusivamente creado para el ballet fue Marie-Madeleine Guimard, en 1785, quien bailaba con unos escarpines inspirados en los coturnos (calzado de suela de corcho sumamente gruesa, de la antigüedad grecorromana). Pero fue después de la Revolución Francesa, cuando se prohibió el uso de pelucas, sedas y tacones altos, que comenzaron a aparecer los primeros indicios de las futuras zapatillas de ballet y que tomaron finalmente forma en 1832, cuando la bailarina estrella Marie Taglioni hizo la primera aparición en zapatillas de punta en el ballet La sílfide.

En cuanto a la moda de la calle, durante el breve reinado del estilo imperio (1800-1820), que evocaba las túnicas de la Antigua Roma, las fashionistas de la época combinaban sus vestidos livianos y etéreos cortados bajo el busto, con un calzado similar a las ballerinas de hoy, aunque con cordones.

En cierta manera, la moda de la calle influía en la danza y a la inversa. En el filme de Jane Campion Bright Star (2009), que transcurre en Londres en 1818, puede verse cómo un grupo de jovencitas se calza sus zapatillas de ballet para tomar una clase con su profesor de danzas de salón.

Pero tras el intervalo de ligereza y comodidad que fue el estilo imperio, este tipo de calzado quedó confinado al universo de la danza durante más de 150 años. Las tradicionales reglas al vestir volvieron a ponerse en marcha y las mujeres regresaron a corsés y crinolinas, y a los calzados duros y apretados como los botines, que dominarían el panorama del calzado femenino hasta bien entrado el siglo XX. Fue recientemente, cuando el concepto de confort comenzó a asentarse en las mentalidades femeninas, que los zapatos comenzaron a hacerse más blandos y flexibles (los de hombre tardarían mucho más tiempo).

La zapatilla de ballet también sufrió cambios. En 1932, el australiano Jacob Bloch, inspirado en su pasión por la ópera y su sentido de la observación, estableció un taller en Londres donde fabricaba un calzado de danza más cómodo para las bailarinas, al que bautizó ballerines.

POR AMOR A UN HIJO

Quince años más tarde, en París, Rose Repetto, desesperada al ver los pies magullados de su hijo, el bailarín Roland Petit, cuando volvía de los ensayos, decidió mejorar el calzado y concibió así uno más cómodo. La técnica que usó fue audaz: coser la suela al revés y luego darle vuelta. Poco tiempo después, abrió un taller cerca de la Opera Nacional, donde su hijo se consagró como uno de los grandes bailarines del siglo XX. La popularidad de Petit despertó entre los bailarines y aspirantes un verdadero entusiasmo por de esas zapatillas de ballet más flexibles y ligeras. Entre ellos, el de una joven Brigitte Bardot. No es de extrañar entonces que la actriz, cuyo primer amor fue la danza, recurriera a Rose Repetto para crear un modelo para usar todos los días y, al mismo tiempo, sentirse cerca de ese mundo que abandonó, pero que nunca dejó de fascinarle.

Más adelante, la ya célebre maison Repetto creó un modelo cerrado para hombres ?Zizi?, favorito de Serge Gainsbourg y de Mick Jagger. Sin embargo, tras la muerte de Rose, en 1984, la maison Repetto entró lentamente en decadencia y se convirtió en los años 1990 en la marca de los pies sensibles. Su modelo Cendrillon, modificado aquí y allá, se transformó en un calzado para señoras de cierta edad.

Luego de pasar por diferentes propietarios, la sociedad fue adquirida en 1999 por Jean-Marc Gaucher, exdirector de Reebok Francia, quien tomó las riendas de la misma y la cambió de una empresa familiar a una marca internacional. Lo primero que hizo fue volver a editar el célebre modelo en su versión original. Casi 50 años más tarde, el efecto BB ?apoyado por una inteligente campaña de marketing? demostró que todavía funcionaba. Una serie de colaboraciones con creadores como Issey Miyake, Yohji Yamamoto, Comme des Garçons y Mary Katrantzou contribuyeron a reposicionar a Repetto en el sector del lujo, y las líneas de carteras, prêt-à-porter, perfumes y otros modelos de zapatos no tardaron en enriquecer su oferta. Pero sobre todo, la ballerina se convirtió en un clásico, la combinación perfecta de confort y de un sutil sex-appeal para todas las horas del día.

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