Antes de la temible editora de moda de The devil wears Prada, y aun de Anna Wintour, existió ella
Ser editora de moda es el sueño de muchas mujeres pero hubo una mujer que no solo lo logró, sino que creó el rol de ?la? editora de moda en una época en la que quienes solían llamarse así eran señoras de alta sociedad que daban consejos a otras basadas en su propio estilo.
Diana Vreeland nació el 29 de julio de 1903 en París, justo en los albores de un siglo que revolucionaría por completo y para siempre. Su historia dentro del mundo de la moda comenzó en Nueva York donde también conoció a Reed Vreeland y se casaron.
Como muchos de los momentos más definitorios de la historia, el suyo comenzó con una gran casualidad, estuvo en el lugar y el momento adecuado: lucía un bello traje de encaje durante un baile, cuando la directora de Harper?s Bazaar, Carmel Snow, la vio y al día siguiente ofreció trabajo. Se dice que ante la propuesta ella dijo: ?Pero nunca ha estado en una oficina, ni me he vestido antes de mediodía?. A lo que Carmel respondió: ?Pero pareces saber mucho de ropa?.
Revolucionaria y original
Snow había descubierto a una de las máximas figuras de la moda del siglo XX. Diana Vreeland fue editora de moda de Harper’s Bazaar (de 1936 a 1962) y directora de Vogue (de 1962 1971) cuando dejó su primer puesto al no ser considerada para reemplazar a Carmel Snow luego de 25 años de dotar a la publicación de un identidad inédita, creativa como nunca antes y llena de propuestas innovadoras.
Su influencia creció en la década de los 50 y 60 pero, sin duda, en los 70 destacó como nadie. Creó su propia leyenda al descubrir a una serie de personajes a los que todavía hoy reconoce la industria, entre ellos: el diseñador Manolo Blahnik, la modelo Twiggy, el fotógrafo Richard Avedon y muchos más.
Sus aportaciones a la moda
A ella se le atribuye la celebración de la belleza ?diferente?, como la nariz de Barbra Streisand o la singularidad de la propia Twiggy. La famosa diseñadora Diane Von Furstenberg, afirma que Vreeland veía cosas en la gente antes de que ellos mismos las vieran y otros colegas del medio aun reconocen su habilidad de abarcar y mezclar de forma magistral no solo la moda, sino también el arte, la música y los temas de sociedad.
Asimismo, fue suyo el gran hallazgo de dar cobertura a los nombres con potencial dentro del sector para después darles reconocimiento y fue pionera en las producciones costosas, pues para ella no había lugar para los presupuestos limitados, algo que jugaría en su contra en 1971 cuando se le acusó de no estar conectada con ‘la nueva era’ ocasionando así su despido de Vogue.
Siempre fuerte ante la adversidad
Sin trabajo pero respaldada por un gran talento, llegó al Metropolitan Museum of Modern Art de Nueva York para ser la encargada de montar exposiciones cargadas de magia y todo el esplendor que la caracterizaban. Sus eventos atrajeron la atención de miles de personas, una tradición que heredó y ha sabido aprovechar la mismísima Anna Wintour.
Su historia es la de una mujer que siempre se reinventó ante la adversidad, se forjó la imagen de una mujer dura y déspota pero quienes la conocieron afirman que aunque trabajaba incansablemente, siempre prefirió que los demás pensaran lo contrario. Su frivolidad era su máscara, pero su vida se rigió por la imaginación y la disciplina.
Su madre jugó un papel importante en su vida, era hermosa y con una sola frase determinó el destino de su hija: ?Es una pena que tengas una hermana tan guapa y que tú seas tan extremadamente fea??, desde entonces, Diana Vreeland comenzó su camino para finalmente llegar a convertirse en una de las mujeres más influyentes de la moda y la belleza.
No fue una editora de moda como cualquiera, fue ?la? editora de moda como ella misma se describió. Convirtió lo raro, lo extraño y lo diferente en algo hermoso, al tiempo que hizo de las revistas de moda un verdadero espectáculo. Murió el 2 de agosto de 1989 en su casa de Park Avenue.