Historias que inspiran

Que la compasión sea tu guía durante este nuevo año y siempre

Emociónate con estas historias, que llenarán tu espíritu de paz, amor y reflexión.

UN ANGEL ANÓNIMO

Ashley England, de China Grove, Carolina del Norte, estaba al final de sus fuerzas. Riley, su hijo de 8 años de edad, estaba causando una conmoción en la pizzería donde, después de un agotador día de trabajo, ella intentaba disfrutar de su modesta cena.

El niño estaba muy agitado. Primero tiró al suelo el teléfono celular de su mamá y luego se dedicó a gritar y a golpear la mesa con fuerza. ¡Nada lograba calmarlo! Varias personas en las mesas cercanas se volteaban a mirarlo, sin ocultar su desagrado. Ellas solo veían a un chico “malcriado” y a una mamá incapaz de controlar a su hijo o a quien no le importaba la molestia que les ocasionaba.

Pero, como tantas veces ocurre, la realidad era muy diferente. A los 18 meses de nacido, Riley, quien no puede comunicarse verbalmente, comenzó a sufrir de fuertes ataques de epilepsia. Sus problemas de comportamiento no eran producto de la indisciplina, sino de una condición que lo dejaba frustrado e incapaz de controlar sus emociones. Ashley sintió sobre sí las miradas reprobadoras y esa sensación de angustia que ya le era tan familiar.

Justo en ese momento, la mesera se le acercó con la cuenta en la mano. ¿Es que la iba a echar del restaurante, delante de todos? Las palabras de la chica la tomaron por sorpresa:

“Un cliente pagó tu cena y me pidió que te diera esto”, dijo, dándole una nota en la que estaba escrito: “Dios solo les da hijos especiales a las personas especiales”. La angustia de Ashley se disolvió en lágrimas de agradecimiento. ¡Alguien era capaz de comprenderla!

“Ese gesto de compasión me demostró que algunas personas entienden lo que estamos pasando. Eso pesa más que todos los comentarios rudos que escucho”, expresó, conmovida. “Esa persona no sabe todas las luchas que Riley y yo hemos enfrentado últimamente. Su generosidad era justo lo que necesitábamos en ese momento”.

PEQUEÑOS SOLIDARIOS

Aunque recientemente había enfrentado algo que ningún niño debería vivir, Travis Selinka tenía un miedo enorme: regresar a clases. El pequeño de 10 años de edad de Carlsbad, California, había perdido todo su cabello después de recibir el tratamiento para tratar el cáncer del cerebro que padece. La preocupación lo llenaba de una gran angustia: ¿Cómo lo recibirían sus compañeros de aula al ver su nueva apariencia? ¿Lo mirarían con curiosidad... o acaso se burlarían de él? ¿Querrían seguir siendo sus amigos?

Aunque trataba de no demostrarlo, Lynne, su mamá, también estaba tensa y muy ansiosa. ¡A veces los chicos pueden ser tan crueles! Durante el camino a la escuela primaria El Camino Creek, Travis y su mamá, sin duda, anticipaban lo peor..., hasta que Travis llegó a su aula de cuarto grado y... ¿qué vio? ¡Quince cabecitas rapadas, idénticas a la suya!

Uno de sus amigos les había sugerido a sus compañeros de aula afeitarse la cabeza en solidaridad con quien estaba enfermo. Y eso fue lo que hicieron. Ahora Travis no se sentiría diferente ni solo. Inmediatamente, la angustia y el temor de Travis se esfumaron ante el poder de la compasión y la solidaridad de los niños.

"¡No podía creer que hicieron eso por mí!”, declaró emocionado. Pero la mamá de Travis vio algo más en ese gesto de generosidad; pudo ver que el carácter y la compasión no tienen edad. “Ese día, 15 niños entraron a la barbería, pero fueron 15 hombres los que salieron de ella”, dijo entre lágrimas.

AMIGOS DE VERDAD

Pero si el espíritu de amor y compasión no conoce de edad, como lo demuestra la historia de Travis, esta sugiere que tampoco se limita a los seres humanos. Brownie y Spotty eran vecinos y todos los días se reunían en el terreno al frente de sus casas para retozar y jugar juntos. Como habrás adivinado, Brownie y Spotty son dos perritos.

Un día, los dueños de Brownie se dieron cuenta de que su animalito no había regresado a casa después de sus juegos y salieron a buscarlo, sin éxito. Durante varios días lo hicieron incansablemente, pero era como si el pequeño perro de color marrón se hubiera esfumado en el aire. Pasaron una semana sin saber de su paradero.

Al mismo tiempo, Spotty comenzó a aparecerse en la casa de los dueños de su compañero de juegos, ladrando, llorando y aullando de forma constante. ¡Nadie podía explicarse qué le pasaba al insistente perrito! ¿Es que echaba de menos a su amigo?
Desesperado al ver que nadie le hacía caso, Spotty comenzó a saltar y a correr, como pidiéndole a Ted, el “papá humano” de Brownie, que lo siguiera a un lote salvaje y frondoso al fondo de las casas. Curioso, Ted decidió seguirlo, mientras el perrito corría delante de él y ladraba, como alentándolo a seguir.

Finalmente, ambos llegaron al terreno baldío. Fue entonces que Ted vio algo increíble: Brownie, postrado sobre la hierba, tenía una de sus patitas atrapada en una trampa de acero. ¡Su amigo Spotty lo había salvado! El perrito no se rindió hasta lograr que lo rescataran. Pero eso no fue lo más sorprendente... Al acercarse a Brownie, Ted vio que estaba rodeado de restos de alimentos..., que luego descubrió coincidían con la comida de Spotty a lo largo de la semana. El noble perrito mantuvo vivo a su amigo compartiendo sus alimentos con él y manteniéndolo a salvo de depredadores nocturnos.

Stephanie Laland contó en el libro Sopa de pollo para el alma de los amantes de gatos y perros, que Brownie se recuperó del todo y las familias humanas de estos excepcionales perritos los vieron jugar y retozar durante muchos años, siendo amigos hasta el fin.

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