Dilema familiar: ¿Debo enseñarle a mi hijo cómo beber alcohol?

Dilema familiar: ¿Debo enseñarle a mi hijo cómo beber alcohol?

Para muchos padres se trata de un tema tabú, pero es necesario plantearlo cuando los hijos entran en la adolescencia

Cuando los hijos entran en la adolescencia, las primeras salidas suelen ser motivo de preocupación: ¿Sabrá cómo manejarse con el alcohol? ¿Podrá medirse o la noche acabará mal? La pregunta es muy sensata y expresa, en primer lugar, el temor a cómo lidiarán los jóvenes con esas primeras experiencias. Pero, al mismo tiempo, cabe preguntarse: ¿Cómo habrían de saber cómo beber alcohol si nadie se lo enseña?

El primer paso es que los padres no traten el tema como un tabú, ya que la experiencia ha demostrado que las prohibiciones rotundas no suelen ser de gran ayuda. El alcohol está en todas partes, con lo cual las frases “eso no es para ti, te hará mal”, parecen darle la espalda a la realidad.

Por lo general, las primeras experiencias de los adolescentes con el alcohol no son en casa sino con amigos o durante una excursión. Además, es sabido que los primeros tragos de la juventud se dan muchas veces en el marco de una práctica social y para no quedar fuera del grupo. Muchos incluso compiten con algún compañero y miden sus capacidades.

¿Cómo interceder o tener cierta influencia en esas situaciones? Lo mejor es intentar hablar del tema a tiempo.

Johannes Lindenmeyer, especialista en adicciones y fundador de un proyecto centrado en el consumo del alcohol en jóvenes, explica su propuesta a partir de un paralelismo: la bicicleta.

“Claro que los padres pueden darle a su hijo una bicicleta y dejarlo que la use una y otra vez hasta que sepa cómo manejarla. Decirle que si se cae se puede lastimar o sangrar no servirá de nada, los niños querrán andar. Por eso es bueno, como adultos, comprarles cascos y protectores de rodillas. Lo mismo debería hacerse con el alcohol”, explica este experto.

¿Cómo sería su propuesta? Lindenmayer dice que no existe un esquema universal, ya que algunos jóvenes muestran interés por las bebidas alcohólicas desde muy temprano, mientras que a otros no les llaman en absoluto la atención. “Los padres deberían ir viendo cuál es un buen momento para conversar con sus hijos al respecto”, explica.

Se puede sondear el tema para saber si los amigos ya han bebido o si alguno ha contado su propia experiencia. En caso de que así sea, es momento de hablar.

Un cumpleaños o alguna otra celebración familiar pueden ser una buena ocasión. Allí se puede permitir que el joven beba algo de alcohol, pero de modo que aprenda que, en primer lugar, las bebidas alcohólicas se toman sólo en fechas especiales y con otros.

Lo importante es hablar antes y determinar cuál será la cantidad. Los jóvenes pueden beber una copa de champagne para un brindis o media copa de vino con la comida estando acompañados por sus padres.

Desde ya, el ejemplo de los mayores será crucial: los padres tampoco deberían excederse en la fiesta.

Además, es bueno explicarles a los jóvenes qué puede suceder cuando alguien bebe mucho. Por ejemplo, pocos adolescentes saben que el efecto del alcohol no se siente de inmediato. Tampoco suelen saber que si alguien cae en coma por exceso de alcohol puede ahogarse en su propio vómito. Son casos extremos, que sin embargo hacen que los jóvenes tomen cierta conciencia.

Y si sus hijos ya han tenido el primer inconveniente con la bebida, el modo de reaccionar puede ser decisivo. Los especialistas recomiendan mostrar comprensión, pero no dejar de ser firme y aclarar que “así no va”.

Lo ideal es transmitir algo así como “si vas a tomar, hazlo de un modo inteligente”.

Puede servir, por ejemplo, beber junto con el menor una cantidad mínima de alcohol y hacerle notar cómo eso reduce sus capacidades, tanto mentales como motrices. Hacerle sacar una cuenta matemática o pedirle que camine en línea muy recta luego de beber hará que él mismo vea el impacto de la bebida.

Esas pequeñas demostraciones pueden servir para que los jóvenes aprendan a evitar la embriaguez.

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