Aprender a estar con una misma es esencial. Personas suben y bajan de nuestro tren, a veces de manera escandalosa y, otras tan sutilmente, que ni las sentimos marchar. Pero sólo hay alguien que te conoce bien y que jamás debería traicionarte: tú misma.
Es de gran importancia que tú, ese individuo que pasará el resto de su vida contigo, te caiga bien. Que disfrutes su compañía y encuentres consuelo en sus palabras. Es muy duro estar atada a alguien malhumorada, que se empeña en tratarte mal y te hace sentir inadecuada a cada momento. Es como estar adherida a una sombra que no logra desaparecer ni siquiera en medio de la noche, ni en la intimidad de tu recámara. No es lo mismo decir: “Voy a cenar solita” (¡porque nos encanta usar el diminutivo para minimizar lo que creemos negativo de un concepto o situación!) que “voy a cenar (o a celebrar) conmigo misma”. ¿No te parece triste plantearlo así? Y es que no se trata de una actitud despreciativa en la que crees que tú sola puedes contra el mundo. La verdadera autoestima se expresa de la siguiente manera: “Lo puedo todo, pero no puedo sola”. No deberíamos ver terrible el hecho de estar sin la compañía de otra persona, ya sea por algún tiempo o de manera definitiva. Lo cierto es que no siempre se puede tener una pareja, y lo importante es no necesitarla. Si está contigo, ¡bienvenida y que sume experiencias a tu vida y contribuya a hacerla más fácil! De eso se trata, ser una buena pareja. Pero si no existe, tampoco es el fin del mundo. Te tienes a ti, y para encaminar esa relación sólida y duradera contigo misma, aquí van cuatro pasos supersencillos. Al principio te costarán trabajo; recuerda que la costumbre es fuerte y tal vez estás habituada a no hacerte demasiado caso. Pero poco a poco irás sintiéndote más a gusto contigo, y estos ejercicios fluirán de manera natural.
1. ¡Buenos días, hermosa!
Comienza por lo básico: saludarte. Eso es lo primero que nos enseñaron nuestros padres. A ser educadas, a dar los buenos días. Y, sin embargo, apenas amanecemos, nos miramos al espejo e iniciamos el ataque frontal: ¡Qué cara! ¡Qué ojeras! Ni un saludo, ni la mínima cortesía. Si cambiamos esta sencilla costumbre las cosas, sin duda, empezarán a ir mejor entre nosotras.
2. Cuida tus palabras
El lenguaje crea tu realidad. Construye o destruye tu autoestima. Llamarnos ‘tontas’, ‘mensas’ o ‘gordas’ todo el día no ayuda a desarrollar un autoconcepto sano. Vigila tu lenguaje, analiza qué palabras escoges para referirte a ti misma y, sobre todo, cuida la entonación y sentimiento que pones en cada una de ellas.
3. Reconócete al menos una cosa bien hecha al día
¿Siempre estás criticándote? Hacemos bastantes cosas buenas todo el tiempo; sin embargo, si una sale mal, nos lanzamos a nuestra yugular y nos recriminamos por horas. ¡Apláudete un logro, un look, un comentario! No trates que los demás te digan de qué está hecha tu casa: tú lo sabes muy bien. Esas épocas en que la mujer le preguntaba al hombre antes de salir: “¿Me veo bien?”, ya fueron, adiós. Hoy día tenemos que ser nosotras mismas esa voz que se escuche más fuerte que todas, para saber y decirnos lo bien que nos vemos.
4. Sal a tomar un café, a comer o al cine sola
Cuando podamos retomar una vida social y acudir a restaurantes y espectáculos, te pido que intentes, por una vez, ir sola. Ve a cenar a un lugar que te encante y pide mesa para una. Ve al cine y elige la película que tú quieras, y no compartas las palomitas con nadie. Tómate un café tranquila sin esconderte tras el celular o la computadora. No sientas que las personas te juzgan. La lástima no viene de los de afuera: emana de una misma, de lo que creemos que los demás dicen o piensan de nosotras. La verdad es que la sociedad nos ha hecho creer que la vida es una fiesta que se debe disfrutar en pareja. Por eso te dan dos boletos para una boda y existen las habitaciones dobles o esas grandes mesas en los restaurantes. Es inconcebible para algunos el que alguien ame su soledad, estar consigo misma y sentirse bien sin compañía. Momentos tan duros como la pandemia Covid-19, o la pérdida de un ser querido, nos enfrentan con realidades que no queremos aceptar. Nacemos solas, aunque allí, en la sala del hospital, hayan estado tus padres, nadie pasó por el canal del parto contigo; nos enfermamos solas a pesar de que haya un montón de familiares cuidándonos o esperando afuera del cuarto, y morimos solas, tengamos o no a alguien tomándonos de la mano. Y en nosotras está lo necesario para que la experiencia valga la pena. Nosotras mismas nos bastamos; somos suficientes para ser felices sin necesitar de otros. Es hermoso elegir la compañía de alguien y disfrutar momentos de alegría en pareja, pero jamás debe de amenazarnos la idea de estar con nosotras mismas, vernos de frente y podernos decir: “Te quiero, ¡qué bien me caes!”. Como última recomendación, te sugiero leer Convénceme de vivir (Ed. Diana) para que revises a fondo este tema y pienses si, como Bárbara, la protagonista de 81 años de edad de esta novela, serías capaz de tomar un crucero de tres semanas por el Atlántico, sin nadie por compañía más que la persona que se encuentra habitando tu piel. Un viaje que vas a disfrutar muchísimo.