Cada persona vive el duelo de forma diferente
Hay quien dice que no hay nada más doloroso que perder a nuestra madre, sin embargo, la mayoría de las personas opinan que es mucho peor perder a un hijo. Y es lógico que duela más la pérdida de un hijo porque lo natural sería que los que llegamos primero nos vayamos primero, que los padres muramos antes que los hijos. La verdad es que el dolor de perder a un ser querido depende precisamente de qué tan querido es esa persona para nosotros.
Conocí a una señora que llevó con una fortaleza admirable la muerte de su madre. Todos los que acudimos al funeral nos preguntábamos cómo podía sobrellevar esa pérdida con tal aplomo. Sin embargo, a los pocos meses murió su perrita, y nuestra buena amiga se desplomó. Fue tan grande su dolor que no podía dejar de llorar e incluso cayó en una depresión que requirió de atención médica. A simple vista podríamos pensar que esta señora quería más a su perrita que a su mamá, pero habría que considerar que lo más probable es que el haber soportado la muerte de su madre sin manifestaciones exteriores de dolor, pudo impedir el que superara realmente la perdida, y tuviera acumulados los sentimientos no resueltos de la misma. Si esto fuera sí, entonces diríamos que, sin haber concluido el proceso de duelo por la muerte de su madre, la pérdida de su perrita fue literalmente “la gota que derramó el vaso” y la hizo caer en un insuperable dolor acumulado, ahora sí muy explícito, con impacto en su salud.
Muchas veces, cuando muere un ser querido, el dolor está motivado más por lo que todo el bien que pudimos hacer a aquella persona y no lo hicimos. Es más bien por recriminarnos a nosotros mismos esa insuficiencia en la manifestación de nuestro amor hacia aquella persona, puesto que su muerte nos impide tener más oportunidades de hacerlo.
Otro dato interesante, que nos da la experiencia de acompañar a tantos parientes y amigos al funeral de sus seres queridos, es el que es muy diferente la forma en que viven su duelo las personas que esperan que después de esta vida haya otra y las que están convencidas de que esta vida es todo lo que tendremos. Parece que la creencia en la otra vida sirve de consuelo al pensar que nuestros seres queridos han muerto pero no del todo, puesto que de alguna forma siguen existiendo.
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