Algunas mujeres mienten, actúan a escondidas y ponen en peligro su salud por perseguir el sueño de la perfección física y la eterna juventud
Sarah pronto volará a otra ciudad para hacerse su sexta cirugía estética. Esto es sin contar las inyecciones de Botox y de colágeno a las que la ejecutiva de 54 años se somete periódicamente. Su esposo le ha dado un ultimátum para que frene lo que él llama “su adicción al bisturí", y sus hijas están preocupadas, ya que después de su última intervención quirúrgica, Sarah sufrió una complicación que puso en peligro su salud.
Sarah prometió que “nunca más”... pero ahora admite que lo hizo para calmar a su familia. Su plan es simple: ella les dijo a todos que estará fuera dos semanas en un viaje de negocios, algo que no levanta sospechas, pues lo hace con frecuencia. Sin embargo, la idea de que es una adicta a la cirugía estética le parece ridícula.
"¡Nada de eso! Yo soy realista. Ya no tengo 25 años. Es lógico que trate de verme joven y bella para mi esposo y para mí misma. ¿Qué tiene eso que ver con la adicción? No lo entiendo”, pregunta con incredulidad. Pero al igual que un drogadicto, Sarah miente, actúa a escondidas y es capaz de poner en peligro su salud -¡y hasta su vida!- por perseguir el sueño de la perfección física y la eterna juventud.
Algunos famosos han sido víctimas de los retoques faciales, como Mickey Rourke y Bruce Jenner. Arriba: Meg Ryan y Madonna
EL ESPEJO EMPAÑADO
El rostro de Sarah, lo mismo que el de Madonna, Meg Ryan, Melanie Griffith y Lara Flynn Boyle muestran los pómulos exagerados, la piel imposiblemente estirada y los labios aumentados, típicos de procedimientos estéticos que intentan recapturar la lozanía de la juventud. Pero en realidad esto es solo la máscara que oculta un problema mayor.
“El concepto de la belleza está muy errado en la sociedad de hoy y muchas mujeres creen que solo serán bellas si tienen las mismas facciones que sus estrellas favoritas”, opina el doctor Howard C. Samuels, fundador de The Hills Treatment Center, en Los Ángeles, California, un centro para tratar el abuso del alcohol y otras sustancias.
De acuerdo con el doctor Samuels, es normal tratar de corregir un defecto a través de la cirugía estética, como, por ejemplo, una nariz desviada. Pero para los adictos como Sarah, con una cirugía no basta. Siempre hay otro defecto que corregir, algo más que mejorar. ¿Por qué algunas personas caen en el ciclo de la adicción? “Los hombres y las mujeres que compulsivamente recurren al bisturí sufren de problemas mentales o emocionales y usan la cirugía estética como una salida”, dice el doctor.
Entonces, en vez de identificar qué los motiva a perseguir la perfección física o la apariencia de eterna juventud, para así buscar la ayuda adecuada y solucionar sus problemas desde adentro, corren al cirujano plástico para intentar resolverlos desde afuera. Ellos no reconocen que el cambio cosmético es superficial, mientras que los sentimientos de minusvalía, la depresión o la insatisfacción con las circunstancias de su vida vienen de adentro.
Cuando la cirugía no logra llenar el vacío interior, estas personas llegan a la errada conclusión de que necesitan otra cirugía... y que esta sí tendrá el efecto deseado. Por supuesto, cuando esta tampoco logra resolver el problema, caen en un círculo vicioso. Esto se les facilita, ya que actualmente existen muy pocas leyes para regular la cantidad de procedimientos que puede hacerse una persona. La alarmante realidad es que si el paciente tiene el dinero para pagarla, la mayoría de los doctores realizarán la cirugía. Esto explica casos como el de Michael Jackson, Mickey Rourke, Bruce Jenner y Heidi Montag, entre otros famosos adictos al bisturí.
Por otra parte, la persona que es adicta a la cirugía cosmética también puede padecer de una condición conocida como trastorno dismórfico corporal (BDD, por su sigla en inglés), que la lleva a obsesionarse con sus defectos físicos, reales o imaginarios.
Las causas de esta condición no son del todo claras, pero ciertos factores biológicos y ambientales pueden contribuir a su desarrollo, incluyendo la predisposición genética, las experiencias negativas (quizás haber sido objeto de burlas por su apariencia en la niñez o en la adolescencia) y ciertos factores neurobiológicos.
La buena noticia: es posible desempañar el espejo para ver con claridad y escapar de la adicción. La solución está en identificar qué es lo que realmente está causando la insatisfacción con la apariencia física. ¿Los problemas matrimoniales que la mujer espera resolver con un busto más “generoso”? ¿La baja autoestima que la persona intenta elevar alisándose la frente? ¿El miedo a la vejez y, por consiguiente, a la muerte, que trata de eliminar buscando una apariencia juvenil? Hacer un análisis honesto de la situación es el primer paso para escapar de esa prisión.
El segundo paso es buscar la ayuda de un sicólogo o de un especialista capacitado para tratar esa clase de desórdenes. Tanto si el origen de la adicción responde a un problema emocional, como si es causado por el trastorno dismórfico corporal, existen tratamientos y terapias para solucionar el problema, desempañar el espejo y recordar las palabras de Angelina Jolie: “Aunque parezca un cliché, cuando te sientes bella y fuerte por dentro, se te nota por fuera”.