La vida nos regala encuentros de almas que no se separan jamás. Así fue mi relación con Talina Fernández. Desde que nos vimos por primera vez, no nos separamos, ni nos separaremos nunca.
Siempre elegante, educada, proveniente de una familia de abolengo (dueña de gaseras en nuestro país), Talina era de lo más divertida, simpática, ocurrente, amorosa y fue una maestra en todos los sentidos. En nuestras charlas, además de contarnos cuestiones personales, me aconsejaba sobre el arreglo personal, los cuidados como mujer, los lugares que debía conocer y hasta me enseñó a bailar salsa, con la clave correspondiente.
Una mujer distinguida, protectora y políglota, me regalaba al igual que Mariana, ropa y accesorios para trabajar en la televisión, cuando mi economía no era lo suficiente. Se lo agradeceré eternamente.
“Me vas a cuidar ahora tú, ¿verdad?”, me dijo cuando estábamos junto al féretro de su hija, colocado en la sala de su casa. Mariana y yo nacimos en 1966, yo en enero, ella en abril. Tiempo después, me di mucho gusto conocer a su novio, un señor maravilloso que la contactó por una red social, y que la acompañó hasta el final. La dama del buend ecir, y del mejor hacer, no perdió las ganas de amar.
No imaginé que, en algún momento, me correspondería dar la noticia de su partida. Hace un par de meses la abracé con todo mi amor, sin saber que era la última vez que lo haría.
Me quedo con sus lecciones. ¡A vivir intensamente, a disfrutar todo, a hacer lo que nos gusta, a embellecernos para nosotras, a reír a carcajadas, a tener a nuestro lado un hombre simpático sin importar la edad que tengamos! Recuerden que nada es para siempre, que lo único perdurable y eterno, es el amor. ¡Nos leemos la próxima, mis queridas mujeres Vanidades!