Un jovencísimo Julio Iglesias acariciaba sueños de fama y fortuna como futbolista, cuando, luego de haber pasado por las categorías inferiores, en 1962, fue nombrado arquero de la primera del Real Madrid, por delante, tenía una carrera prometedora.
Pero, ese mismo año, un accidente de auto, luego de una noche de juerga con amigos, hizo pedazos sus piernas y sueños.
El parte médico inicial puso en duda que pudiera volver a caminar, aunque más adelante se vislumbró una recuperación a condición de someterse a una terapia intensiva.
“Tenía 19 años cuando un día cualquiera me encontré en un hospital casi sin vida y con muy pocas esperanzas de poderme recuperar”, recuerda el propio cantante, a través de una publicación de Instagram.
La vida de uno mismo nadie la conoce mejor que uno mismo y es lo que has hecho en la vida lo que verdaderamente es importante.
A los 20 años se encontraba ante un futuro incierto, con sus estudios de Abogacía como única perspectiva. ¡Adiós, fama! ¡Adiós, fortuna!
“Era un deportista natural y seguramente eso me ayudó muchísimo en mi recuperación. Nunca deje de aprender, es más, creo que aprendí a aprender y aprender a aprender ha sido lo más importante que me ha pasado en todo este largo camino”, recuerda el cantante.
El joven ahogaba sus penas escribiendo poemas y escuchando la radio. Se dice que entonces, un enfermero que lo había cuidado en el hospital le regaló una guitarra para que ejercitara sus dedos y pasara el tiempo.
Así, rasgueando el instrumento comenzó a acompañar sus letras con música, convirtiéndolas en canciones y, poco a poco, nació su nueva pasión.
Una vez en pie, comenzó a cantar en pequeños locales en la vieja ciudad de Peñíscola, donde veraneaba su familia. Ahí, tomó el gusto al contacto con el público y más adelante, ya recuperado, reanudó sus estudios y viajó a Cambridge, Inglaterra, para aprender inglés.
Los fines de semana se presentaba en un pub donde interpretaba temas de The Beatles y Tom Jones. Fue allí donde conoció a Gwendolyne, quien sería su primera novia y le inspiraría el sencillo de ese nombre, uno de sus éxitos preliminares.
En unos pocos años ya era inseparable de su guitarra. Él era consciente que su fuerte no era el canto, pero le encantaba componer y, pese a la gravedad del accidente, cada día se sentía más seguro de sus capacidades bajo y sobre el escenario.
Aguerrido en esto, decidió presentarse en un sello discográfico y ofrecer sus temas para ser interpretados por algún cantante de la compañía.
Cuenta la leyenda “iglesiana” que un ejecutivo con un fuerte instinto le preguntó: “¿Y por qué no la cantas tú?”, a lo que él habría respondido: “Porque yo no soy cantante”. Pero, al final, lo convenció y el resto, como ya sabemos, es historia.
Por su parte, el cantautor asegura: “Tengo una familia espléndida, y una mujer a la que amo con toda mi alma. A veces oigo que dicen y cuentan que si estoy mal, muchas cosas absolutamente inciertas. Estoy como tengo que estar a la edad que tengo y si tengo que contar la historia de mi vida nadie la va a contar más ciertamente y mejor que yo, por cierto... ‘la contaré'".
Puede ser que Julio Iglesias sea un deportista frustrado, por una carrera que pudo ser, pero lo cierto es que, como cantante y compositor, su nombre se volvió una leyenda.